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Otro capítulo en la historia negra de la deuda argentina

Domingo, 02 de julio de 2017 00:00
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El Ministerio de Finanzas colocó un bono a cien años con una tasa de interés de 7,9%. Aunque las ofertas fueron por más de US$ 7.000 mil millones, lo que muestra que se trata de un plazo y una tasa apetecibles, la colocación final fue de US$ 2.750 millones. Por esa deuda, hasta el año 2117, nuestro país (nuestros hijos, nietos y bisnietos) abonará en concepto de intereses unos 19.600 millones, que incluyendo el capital llegará a un monto total de US$ 21.725 millones, con pagos anuales de unos US$ 200 millones.

La decisión, de muy dudosa legitimidad, fue adoptada por el Poder Ejecutivo, sin pasar por el Congreso y excediéndose en las atribuciones que otorgan las leyes de Administración Financiera y de Presupuesto.

El ministro Luis Caputo en ningún momento informó el destino de ese dinero. Se limitó a expresar, en términos generales, que "esta operación se enmarca en el objetivo del Gobierno nacional de asegurar el financiamiento en las mejores condiciones posibles para el crecimiento de la economía y la generación de empleo".

Puede presumirse, entonces, que esta decisión, contradictoria con el sentimiento de la ciudadanía con respecto al endeudamiento en divisa extranjera, fue asumida como un gesto hacia los grandes fondos de inversión y de pensión, con quienes el Gobierno pretende congraciarse.

Esa diplomacia financiera resulta, a todas luces, excesivamente cara. Pocos países toman deuda a cien años y ninguno con tasas que casi cuadruplican el porcentaje anual considerado normal en el mercado internacional (2 o 3%).

Los fondos de inversión y de pensión, nuestros acreedores, necesitan asegurarse un flujo constante de pago de intereses para financiarse; un fondo a cien años y con semejantes tasas es para ellos negocio redondo.

La Argentina no paga nunca el capital y se encuentra en una cinta sin fin de endeudamiento. Gran parte del déficit público se debe al pago anual de intereses, que este año ascenderá a US$ 10.000 millones.

En diciembre de 2015, la deuda externa era de US$ 254.000 millones. Según datos oficiales, en 2016 se sumaron otros US$ 35.000 millones y una suma similar se agregará este año.

La explicación oficial, al referirse a "asegurar el financiamiento", reconoce que ésta será una política permanente. Está claro que tasas de casi el 8 %, como en este caso, se corresponden con un país sin credibilidad y solo apuntan a estimular la compra de los títulos en condiciones leoninas.

La historia de la deuda argentina comenzó con un negocio muy parecido al que nos ocupa; en 1824 tomó un famoso crédito de la financiera británica Baring Brothers por un millón de libras, de las que solo llegaron 570.000 y se pagó a lo largo de ochenta años.

La deuda es un negocio de alto riesgo. El objetivo oficial de garantizar "el crecimiento de la economía y la generación de empleo" no se ha cumplido en los últimos sesenta años y, por el contrario, la deuda, que el 24 de marzo de 1976 era solo de US$ 7.000 millones, condicionó la economía nacional desde 1983 y produjo crisis catastróficas, de las cuales la del 2001 es la más notoria y dramática.

El gobierno de Mauricio Macri quiere evitar que se produzca un corte de financiamiento de parte de los acreedores como el que ocurrió a comienzos de siglo, pero mantiene y profundiza la dependencia respecto del endeudamiento.

La historia enseña otra cosa y así lo manifestaron los economistas que consideran disparatada e inoportuna esta nueva deuda. El aumento vegetativo de la deuda en los últimos cuarenta años no produjo crecimiento de la economía ni del empleo, sino que exclusivamente sirvió para refinanciar déficit fiscal, producido justamente, en gran parte, por el pago de intereses de la deuda externa. La Argentina que producía trenes y reactores nucleares, ahora debe importarlos, el empleo sufre una de las crisis más profundas de nuestra historia y la economía real atraviesa una prolongada involución.

El camino adoptado con este bono injustificable, que compromete a varias generaciones de argentinos, está muy pero muy lejos de ser una solución. Es solo un aporte más al agravamiento de nuestros problemas.

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