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29 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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Justin Piquemal y los gauchos

Lunes, 07 de agosto de 2017 00:00
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El mundo de los libros, de las librerías de viejo, del anticuario del libro, está lleno de personajes fascinantes, extraños, singulares y algunos completamente excéntricos o extravagantes. En los últimos 40 años he visitado con frecuencia las librerías de Buenos Aires y he conocido a individuos verdaderamente excepcionales. Uno de ellos fue Justin Piquemal Azemarou (1934-2007).

Era francés, había estudiado historia y literatura en la Universidad de Toulouse y el destino lo trajo a Buenos Aires en 1962, adonde finalmente enraizó en los libros y la cultura rioplatense. En verdad vino con una idea fija como tema de investigación y era el estudio del gaucho como arquetipo de la argentinidad. Estaba interesado especialmente en la vida y costumbres del gaucho de las pampas, del gaucho del litoral y del gaucho salteño. En Francia se había nutrido de una variada bibliografía que incluía el Martín Fierro, Don Segundo Sombra y el Facundo. Ya en nuestro país pudo acceder a un amplio universo de autores sobre literatura gauchesca.

El observador de a caballo

En 1963 inició un peregrinaje por la provincia de Corrientes, a caballo, como vendedor de alhajas y chafalonía. Visitaba los ranchos más apartados para compartir con los hombres de campo sus vivencias, sus comidas, sus mates y fogones. Quedó impresionado por "esa vida en medio de la inmensidad de la naturaleza, inspirada en las nobles virtudes, especialmente la fraternidad". En la pampa bonaerense visitaba con frecuencia San Antonio de Areco, donde se había entusiasmado y convertido en un especialista de la obra de Ricardo Giraldes.

También el norte argentino lo atrajo con el imán de los gauchos emblemáticos de la gesta de la independencia. En uno de sus escritos comenta: "Guardo también recuerdo imperecedero de los gauchos que conocí allá por el año 1967, en el Valle de Lerma, Salta. Juan Carlos Dávalos los había descrito en 1929 en su magnífico libro: Los Gauchos. Eran los mismos en 1967, familia Alzogaray y otras (menos algunos como Cruz Guiez que habían muerto) que cuando Juan Carlos Dávalos y Ricardo Giraldes, en 1920, andaban por la Estancia del Rey y ya patriarcas con majestuosas barbas blancas". Luego apunta: "Encontré en ellos una gran dulzura en el trato y sumo respeto. Vivían en su casa que tenía bastante de rancho, con sus piezas, cocina, dormitorios, sala de estar y una pequeña capilla". Y remata diciendo que: "La amistad, el respeto, la fraternidad, que encontré entre esos gauchos que no habían sido contaminados por la perversa civilización, me llevan a creer como decía el gran Juan Jacobo Rousseau, que el hombre es bueno por naturaleza".

El librero

En Buenos Aires iba mudando de domicilio y acumulando libros. Contaba que un día se encontró con un ropero repleto de libros que había leído, más segundas ediciones y otros repetidos que le dificultaban las mudanzas. Decidió acercarse a venderlos en pequeños lotes entre los libreros de viejo del Parque Rivadavia. Allí descubrió de manera casual su vocación de librero a la que dedicaría el resto de su vida. Personalmente lo conocí cuando estaba instalado en el subsuelo de la Galería Buenos Aires, en Córdoba y Florida, al frente de Galerías Pacífico. Esa galería albergaba toda clase de talleres de arreglos de ropa, costureras, zapateros al paso, algunos cafés y casas de comida rápida, entre otros locales comerciales. Justin se instaló con su librería de viejo a la que bautizó "Cruz del Sur". La temática principal era lo gauchesco, rioplatense e historia argentina.

En los comienzos Justin estaba solo con su local. Fue entonces que empezó a conversar con muchos de sus colegas para que alquilaran los locales vacíos o los que se iban desocupando. La idea era lograr una masa crítica de librerías de viejo que convirtieran en un atractivo a la galería. Además la sinergia iba a favorecer a todos por igual gracias a una mayor atracción del público amante de los libros de ocasión, raros o antiguos. Elena Padin Olinik, hoy una destacada librera y dueña del local anticuario "Helena de Buenos Aires", reconoce a Justin Piquemal como su maestro y mentor. Otros libreros también recuerdan su don de gentes, su afabilidad y cortesía.

Lo interesante es que Justin no era un librero más sino que a lo largo de su vida publicó numerosas obras que estaban disponibles en su local. En una de las tantas oportunidades que lo visité me ofreció obras originales de Juana Manuela Gorriti y de Juan Carlos Dávalos. Era un admirador de Dávalos y tenía una caja llena de primeras ediciones de nuestro comprovinciano que había atesorado por años. Sin embargo no tenía reparos en vender algún ejemplar si veía que iba a manos que lo supieran valorar.

Entre las obras que escribió se tienen Baudelaire (1967), Del ombú al Yatai (1968); Carne y hueso de Don Segundo Ramírez y de Ricardo Giraldes (1968), con una segunda edición de 1972 ilustrada por Osvaldo Gasparini y publicado por el editor Ismael B. Colombo; Ricardo Giraldes: reportaje a Adelina del Carril (1969), también ilustrado por Osvaldo Gasparini; En lo de Adela, Los angelitos (1997); Vida a la Argentina I: Un pueblo manejado por la locura de la idea estrafalaria que tiene de sí mismo) (2002); Vida a la Argentina II: Apuntes sobre nobles, tontos, cobardes y saboteadores (2002). Publicó también numerosos folletos y catálogos bibliográficos de su librería "Cruz del Sur".

 Una obra de gran importancia es su trabajo “Del Archivo de Benito Lynch”. Se trata de un libro sin fecha, editado privadamente, con 257 páginas de texto e ilustrado con 37 fotografías. Allí Justin recupera manuscritos originales e inéditos, correspondencia, cuadernos y carpetas de remitos acerca de la obra de Lynch en el cine y el teatro. Se trata de un libro de gran valor para el conocimiento de la vida y obra del gran escritor Benito Lynch, que hasta ese momento era desconocida para los críticos y el público en general. Para Justin los relatos, cuentos y novelas de Benito Lynch, a quién consideraba como uno de los primeros y grandes novelistas argentinos, eran perfectos y fieles a la realidad.

Resulta también interesante destacar su amistad y comunidad de ideales con Osvaldo Gasparini (1917-2001), quien ilustró algunas de sus obras. Gasparini pasó su vida en San Antonio de Areco y fue un apasionado de la vida del gaucho. Como eximio dibujante participó en la ilustración de cinco ediciones del “Martín Fierro”, de “El Potrillo Roano” de Benito Lynch y el “Santos Vega” de Rafael Obligado. En su niñez, Gasparini vivió en el puesto “La Lechuza” y allí conoció y trató personalmente a Segundo Ramírez, paisano del lugar, inspirador del libro Don Segundo Sombra. Como librero anticuario pasaron por las manos de Justin verdaderas joyas de la literatura rioplatense, especialmente raras y valiosas primeras ediciones. A veces los propios coleccionistas, bibliófilos, se acercaban a mostrarle alguno de los tesoros que habían adquirido y que trataban de la temática que a él le apasionaba. Si uno le preguntaba cuáles eran los pilares sobre los que se asentaba la literatura gauchesca argentina no dudada en señalar cuatro obras emblemáticas: Martín Fierro, Facundo, Santos Vega y Don Segundo Sombra. En uno de sus últimos escritos señala: “Muchos recuerdos emocionados llevo conmigo, para toda mi vida, del criollo argentino que vive en su medio natural incontaminado, y que tendría que ser modelo y protagonista de una sociedad si esta no hubiera perdido el rumbo de una vida noble”.

Justin Piquemal Azemarou, el hombre que se mimetizó con el gaucho argentino, estuvo casado con Marie Duffour y falleció en Buenos Aires el 14 de noviembre de 2007.

 

 

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