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La inundación mostró que nuestro chaco está afuera de la agenda nacional

Director de El Tribuno: Sergio Romero. 
Domingo, 18 de febrero de 2018 00:00
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La furia de las aguas en los ríos Bermejo y Pilcomayo volvió a desnudar en estos días, con brutal crudeza, el subdesarrollo del norte salteño. La catástrofe de la inundación exhibió la pobreza de miles de familias, la ausencia de inversiones y la indiferencia de las autoridades hacia una zona excluida del sistema económico, probablemente, porque carece de incidencia electoral en el país y en la provincia.

Miles de familias debieron ser evacuadas y el agua se llevó lo poco que tenían, que para ellos era todo.

Las catástrofes, a veces, son inevitables; en este caso, la magnitud de los daños se debe en gran parte a la imprevisión y al olvido.

Resulta bochornoso que la ayuda que la gente solidaria envió a la región afectada haya sido desviada. Las administraciones nacional, provincial y municipal no supieron manejar la emergencia, a tal punto, que un concejal de Embarcación fue separado del cuerpo por haber depositado parte de esa mercadería en un lugar privado y fuera de control.

Es un capítulo más de lo que se llama "clientelismo", una práctica generalizada entre los dirigentes políticos, cualquiera sea su etiqueta, y que conspira contra la calidad de vida de los pueblos y contra cualquier proyecto constructivo.

Para el poder central, con el actual gobierno y con los anteriores, la región chaqueña está afuera de la agenda. Se trata de un territorio donde solo se sostiene una economía de subsistencia, condenado al progresivo subdesarrollo por la frívola irresponsabilidad de las políticas ambientales que frenan premeditadamente la modernización rural; pero también por una mirada que describe a esas tierras y a esas personas como fenómenos pintorescos, más merecedores de lástima, cuando ocurren estos episodios devastadores, que de atención política.

Por eso resultó sorprendente que el presidente Mauricio Macri y el jefe de Gabinete Marcos Peña, no hayan aprovechado su visita a Jujuy la semana anterior, en plena inundación, para acercarse a Rivadavia para interiorizarse de la situación y comprometerse activamente en buscar alguna solución.

Los graves problemas se vuelven irremediables cuando las autoridades responsables carecen de previsión y cuando, además, minimizan los daños producidos y los efectos sociales de las catástrofes.

El anuncio de una ayuda de apenas diez millones de pesos, de parte del gobierno nacional, de tan mezquino, parece un error. Equivaldría a unos cien pesos por cada damnificado.

La respuesta oficial debió haber sido otra: en primer lugar, controlar los servicios de emergencia para evitar que los alimentos y medicamentos, en manos de punteros o activistas, se desviaran de su camino; a esto debió añadir un proyecto claro y preciso para afectar inversiones nacionales a la construcción de viviendas dignas, caminos accesibles y seguros y obras de defensa para contener futuras inundaciones.

Nada de esto ocurrió. Mientras miles de pobladores de esas tierras salteñas tratan de rescatar sus escasas pertenencias y de reorganizar sus vidas como se pueda, los gobiernos no logran superar la etapa de las condolencias.

El agua abunda en el norte salteño; sin embargo, el acceso al agua potable era y sigue siendo una de las más fuertes demandas de la región.

Nuestro chaco sigue librado a la suerte que le depara el clima, con sus tormentas, sus inundaciones y sus sequías. Es una zona con enorme potencial geográfico y humano, pero excluida de las prioridades reales de los gobiernos.

El ambicioso Fondo de Reparación Histórica, con el que el Gobierno provincial anticipaba una inversión sustancial en infraestructura para esa parte de Salta, no dio soluciones.

Como contrapartida, la noticia de la catástrofe de este verano despertó la solidaridad de infinidad de argentinos. Lamentablemente, una vez más, se sintieron engañados en su buena fe.

La pobreza del interior de cada provincia no es un destino, porque no existen los determinismos históricos en esta materia. El contraste entre nuestro chaco y el desarrollo de las regiones pampeana y central es el fruto de decisiones políticas y, por lo tanto, requiere con urgencia y sin pretextos, fuertes decisiones po líticas que hagan posible la inclusión de estas tierras y sus pobladores en la agenda de los gobernantes.

 

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