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Salta, con mala política y poco futuro

Miércoles, 04 de abril de 2018 00:00
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Desde que existen los discursos de los gobernantes ante la Asamblea Legislativa pasa lo mismo: los legisladores oficialistas se deshacen en elogios y los opositores los critican al extremo. Hay excepciones. Y todo eso, también las excepciones, se repitió el domingo pasado luego de la conferencia de Juan Manuel Urtubey.

En general, el futuro está ausente en estos eventos, y por cierto, en cada una de las sesiones de la Legislatura.

Ese fervor por mostrar logros con números dudosos es la contracara del frenesí opositor por mostrar fracasos del gobierno de turno.

La ideología, la mezquindad electoral, pero sobre todo la ausencia de un proyecto constructivo condicionan esas actitudes.

A Urtubey le quedan 21 meses de gestión. Su futuro personal parece orientarse a otras esferas. Sea bueno o malo el juicio que cada uno haga de los resultados del urtubeicismo, doce años es mucho tiempo.

Los límites de la política existen, y son impuestos por una realidad que puede terminar por sentenciar de muerte a la política en sí misma: la ausencia de los partidos democráticos.

Un partido es un espacio de debate. Hoy, los espacios de debate son círculos ajenos al ámbito de decisión.

El populismo -y no solo el populismo de la "década ganada" - decidió que las unidades básicas son sitios de esclarecimiento para una sociedad en la que "los diarios mienten". Ese dogma populista se llama "lavado de cerebro"; un locutor -devenido kirchnerista del día a la noche- lo decía, elegantemente, "bajada de línea". De libertad de pensamiento, nada.

¿Por qué esta observación?

Porque esa carencia de proyección de futuro, que no es exclusiva de Salta, impide evaluar hoy los problemas que son decisivos.

No importa si las cifras de 18 mil viviendas que mencionó el gobernador parecen un poco exageradas; lo importante es que ni él ni sus opositores abundan en precisiones acerca de cómo se resolverá el problema habitacional en Salta.

Urtubey dijo haber construido 150 escuelas. Parece mucho. Uno tiende a pensar que se trata de ampliaciones para salas de jardín (lo que no está mal) pero, ¿alguien se preguntó si Salta necesita más edificios escolares, o si es más urgente un sistema educativo que piense en la salida laboral de los alumnos, adecuada a los tiempos? ¿En un sistema equitativo, con objetivos y evaluaciones reales?

Hace unos días, el Indec y el programa Aprender arrojaron cifras alentadoras acerca de la realidad social de Salta. Es cierto que, hasta no hace mucho, la adulteración de datos y las promociones automáticas permitían ocultar una realidad lacerante: la decadencia social que se manifiesta en el retroceso escolar, el deterioro laboral y la pobreza.

Esta es una realidad en la que no se gana o se pierde por penales. No se resuelve por un punto de avance o retroceso.

El discurso del gobernador permite extraer tres conclusiones.

Primero, que los partidos políticos deben recuperar plena vitalidad, porque sin ellos no hay democracia real ni desarrollo humano.

Los partidos políticos, a su vez, no pueden imaginarse a sí mismos como meras maquinarias electorales, sino como motores de un proyecto. Pintar carteles, acudir a movilizaciones, teñirse el pelo de violeta, sobreactuar en público, cortar calles, apedrear policías no es política, al menos, política con mirada social. La militancia debería volcarse más a la reflexión y menos a la frivolidad impactante de las redes.

Tercero, el futuro de Salta no puede depender de una persona, sino de una cultura política.

La crisis de los ingenios azucareros demostró, con crudeza, que la provincia depende demasiado de la suerte de factores externos, como el mercado internacional, los precios internos y las políticas monetarias y cambiarias. Pero también que, durante seis años, el Ministerio de Trabajo local, con el apoyo de muchos legisladores, se entretuvo con populismo irresponsable y contribuyó, en gran medida, a la catástrofe actual. Lo mismo cabe señalar acerca de la situación laboral global de Salta que es, por cierto, un factor determinante de la falta de horizontes de los sectores populares y de la violencia social que padece nuestra provincia.

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