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Argentina y su lugar en el mundo

Martes, 26 de junio de 2018 00:00
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Desde hace casi una centuria, la reinserción internacional es una obsesión de todo gobierno nuevo en Argentina. Desde que en el país hay alternancia en el poder, sea por la vía democrática o por la de facto, todo gobierno recién asumido se consideró fundacional y anunció una nueva forma de insertarse en el contexto internacional, lo que implica, en los hechos, alegar una nueva forma de vincularse con el mundo.

Este gobierno no ha sido la excepción.

La expectativa del ingreso a la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE); el acuerdo con el FMI y la invitación a la participación de la cumbre del G-7 son argumentos que el gobierno actual esgrime para sostener que la Argentina "volvió al mundo".

Es probable que la inestabilidad política desde el golpe de Estado de 1930 haya sido un factor que incidió en la falta de continuidad en la política exterior del país.

Sin embargo, desde 1984 hasta la fecha, pese a atravesar el período democrático más largo de su historia, la dirigencia política no ha podido establecer consensos en cómo insertarse o reinsertarse- en el mundo, oscilando entre extremos altamente antagónicos. Lo curioso es que, en gran medida, esos extremos fueron transitados, indistintamente, por los mismos dirigentes o partidos de gobierno.

En menos de cuarenta años, Argentina se consideró del tercer mundo y se alejó del primer mundo; abrazó al primer mundo y repudió al tercer mundo; estrechó vínculos con América Latina y se enfrentó con el mundo desarrollado; viró hacia los países desarrollados enfrentándose con países de la región.

Demasiadas contradicciones para tan poco tiempo.

Esta falta de acuerdos sobre el rumbo del país tanto desde el punto de vista interno como internacional le restan credibilidad y entorpecen la consecución de objetivos estratégicos, es decir, de largo plazo.

El actual gobierno no disimula su intención de estrechar lazos con los países desarrollados, luego de lo que califican como "aislamiento" del país durante el gobierno anterior.

El objetivo está claro, pero ¿cuáles son los intereses que se lograrán concretar a partir de ese objetivo? Un proyecto de país no se agota en conocer qué es lo que se quiere que sin dudas es importante- sino en por qué y para qué se quiere eso y luego, cómo lograrlo.

Se aduce que el ingreso a la OCDE significará el acceso a crédito más barato; mayor volumen de inversiones; mayores oportunidades para exportar, entre otras ventajas.

Para ello, el país tiene que cumplir con exigencias en el manejo de su economía.

¿Será positivo ingresar a la OCDE? Esta organización es señalada como un "club" de países ricos y pertenecer siempre es mejor que no hacerlo. Sin embargo, si se analiza con un poco detenimiento quiénes son los miembros de la OCDE, y cuál es su realidad, la idea de un club selecto parece diluirse.

A la OCDE pertenecen países como Estados Unidos, Francia, Australia o Canadá. Pero también a otros como México, Chile, Turquía y, recientemente, Colombia, por ejemplo. México ingresó al país en 1994 y veinte años después sigue teniendo un nivel de pobreza superior al 40%, ¿se puede considerar desarrollado? Turquía es un país al que no puede calificarse como democrático, está en guerra con ISIS, tiene una minoría que reclama erigirse como Estado independiente en parte de su territorio y un índice de desarrollo humano que la ubica en el lugar 71.

Colombia posee una pujanza económica indudable, pero sigue teniendo índices sociales muy modestos, por ejemplo su índice de desarrollo humano la ubica detrás de países como Argelia, Sri Lanka e inclusive Venezuela. Chile es un país con un índice de desarrollo muy alto, pero las cifras de pobreza no son bajas (11% según el Gobierno y 20%, según las consultoras privadas).

En todos estos casos, la calidad de "desarrollados" es discutible.

Argentina también es un país con un índice de desarrollo humano elevado (está ubicado en la categoría de "muy alto"). Es uno de los pocos países del mundo que tienen capacidad nuclear; desarrollo satelital; amplia cobertura de salud y un sistema previsional que abarca a la casi totalidad de los adultos mayores. Pero también tiene 30% de pobreza; casi el mismo porcentaje de déficit habitacional; el 14% de su población con dificultades de acceso al agua potable y alrededor del 40% sin acceso a cloacas, por citar algunos indicadores. ¿El ingreso a la OCDE terminará con esas falencias? ¿Hará de la Argentina un país desarrollado?

Parece muy iluso pensar que simplemente con pertenecer a una suerte de grupo de elite solucionará todos los déficits del país.

El desarrollo no es algo que se obtenga gracias a la generosidad de los otros, sino al desarrollo interno para poder proyectarse al exterior. Resulta dudoso que se pueda transitar esa senda sin consensos políticos que dejen atrás mezquindades electoralistas. Y aún así no será suficiente, pues el problema no es solo de la dirigencia.

Un cambio de esa naturaleza implica, necesariamente, un cambio no sólo en la cultura política sino también en la sociedad.

 

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