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Federico tiene 26 años y seis de antigedad trabajando en el ingenio San Isidro; es la segunda generación de cañeros.
Comenzó trabajando en el campo, en la dura zafra, donde se quema la caña y luego se la cosecha.
Luego de un tiempo pasó a ser estibador y la tarea continuó siendo dura ya que se trataba de llenar los camiones con bolsas y más bolsas de azúcar que luego salen hacia cualquier destino en algún lugar del mundo.
Eso se dejó de hacer y, aunque vive con sus padres, Fede está muy preocupado. "Mi papá nos apoya en esta medida de fuerza, él está con nosotros, nos viene a ver y dice que mientras estemos unidos vamos a volver a trabajar".
Julio Córdoba, en cambio, se anima a decir nombre y apellido pues lleva 20 años en el ingenio. Es uno de los más viejos, con sus canas y su tranquilidad soporta las bromas que le hacen sus compañeros al ser entrevistado por El Tribuno. Como portero, vio entrar a los últimos cuatro propietarios del San Isidro. Pero ahora hay cosas que no le cierran, como la inversión de US$90 millones para comprar una destilería de alcohol en 2017. "Yo no entiendo. El año pasado invirtieron millones y ahora tienen todo parado. Esto es un proceso que comenzó a fines de 2015 y que hoy tiene una fábrica paralizada y un pueblo entero a la espera de una gran crisis que ya está golpeando las puertas".
Hubo una marcha de apoyo a los trabajadores
El frío no ayudó para que la muestra de apoyo a la lucha de los obreros del ingenio San Isidro sea multitudinaria. Pero la protesta realizada al anochecer del martes, por las calles del centro de Salta, permitió que la gente común visualice el problema que aqueja a unas 700 familias de todo el departamento General Güemes.
Junto a los obreros que llegaron desde esa zona y los sindicatos que manifestaron su solidaridad con la lucha de los azucareros, como el de Camioneros, marcharon agrupaciones políticas de izquierda y vecinos.