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Teresa del Niño Jesús, a pesar de su bajo perfil en vida, es una de las santas más populares de los tiempos modernos. Era una religiosa más en el Carmelo normando de Lisieux: callada, obediente, gris, débil de cuerpo, ni siquiera gozaba de buena reputación entre sus compañeras y sus superiores.
Nunca hizo nada extraordinario, nunca se movió de su sitio, un convento cualquiera en un rincón de provincias; las estadísticas se estrellan en su figura, aquí no hay nada que contar, nada periodístico, llamativo, brillante. Se limitó a seguir lo que ella llamaba el caminito, ½la petite voie”. Adorar, rezar, sufrir, trabajar, obedecer, encomendar.
Su reino pertenece a lo invisible, a lo sobrenatural, y murió ignorada de todos.
La gran santa de los últimos siglos vivió de espaldas al relumbrón de la modernidad, conjurando con su entrega silenciosa el estruendo diabólico que nos rodea.
Sólo después de su muerte su libro, Historia de un alma, y sus milagros la hicieron famosa, y la Iglesia la ha hecho patrona de las misiones.
Asombroso patronazgo suyo, al menos a primera vista; la pobre monjita de Lisieux patrona de la actividad misionera, motor de la evangelización, ella, de horizontes humanos tan cortos, sin medios, sin dinero, sin salud. Sólo poniéndose en manos de Dios para todo y no conformándose con menos.
En la ciudad de Salta existe una parroquia, ubicada en Florida 812, y un colegio que llevan su nombre.
Oración
Oh bienaventurada Santa Teresita del Niño Jesús, que habéis prometido hacer caer una lluvia de rosas, desde el cielo, dirigid a mí vuestros ojos misericordiosos y escuchadme en mis múltiples necesidades. Grande es vuestro poder porque Dios os ha hecho grande entro los santos del cielo.
Os suplico, pues, oh mi amable protectora, me alcancéis de Dios las gracias que os pido, siempre que sea para mayor honra de Dios y salvación de mi alma. Os suplico de un modo especial que me hagáis participar de las rosas que nos habéis prometido, apartando mi corazón de las vanidades y placeres caducos de esta vida, y enseñándome a amar a Jesús y a María con amor verdadero, para que así pueda un día gozar con vos de la eterna bienaventuranza. Así sea.