Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
19°
8 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Bolivia está frente al abismo

Martes, 12 de noviembre de 2019 00:00
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Mientras que, en la Argentina, la política se encierra en un debate acerca de si el desplazamiento de Evo Morales constituye o no un golpe de Estado, la realidad cruda y dolorosa de las calles de Bolivia muestra un escenario de violencia que hace prever el peor de los escenarios.

Todo lo que se conoce es fragmentario, plagado de noticias falsas, que solo buscan apuntalar las visiones ideológicas de quienes las emiten. La verdadera pregunta, sin respuesta, interroga sobre si los grupos que recorren las calles llamando a la "guerra civil" expresan un sentimiento espasmódico o una predisposición política.

Las lágrimas de la segunda vicepresidenta del Senado boliviano, Jeanine Añez Chávez, quien quedó en la línea sucesoria para asumir el mando, revelan la preocupación más profunda: "A mí me toca asumir el reto con el fin de pacificar al país y que todo vuelva a la normalidad".

Crisis institucional

Luego de catorce años de un gobierno que pasará a la historia entre las etapas más prósperas de Bolivia, Evo Morales terminó enredado en una crisis institucional, de matices catastróficos, engendrada por sus propias torpezas, por el fortalecimiento de una oposición que el presidente había logrado controlar y por las movilizaciones violentas de activistas oficialistas y opositores.

El desenlace se precipitó cuando el comandante de las Fuerzas Armadas, William Kalima, le pidió la renuncia. Poco después, Evo presentó su dimisión "para que Carlos Mesa y Luis Fernando Camacho no sigan persiguiendo a dirigentes sociales. Pedimos que no maltraten al pueblo".

Si el pedido de Kalima es una intromisión inaceptable, porque no está prevista esa intervención en la democracia, el formato tradicional de los golpes de Estado es otro. Un golpe supone un complot, que aún no está probado, porque la conmoción en las calles era evidente para quien prestara atención a lo que ocurría en Bolivia desde el 27 de octubre, cuando se produjo la insólita suspensión del escrutinio, en momentos en que todo se orientaba a un balotaje entre Morales y Mesa. Cuando se retomó, los números favorecían al presidente. La OEA verificó el fraude.

Evo Morales, a pesar de su probada sensibilidad popular, no entendió las señales inequívocas que daba la gente desde hacía tres años y medio, cuando rechazó el intento de habilitar vía referéndum un cuarto mandato que la Constitución le impedía.

Antecedente peligroso

Evo no aceptó el resultado e inició una causa invocando su derecho a la reelección como "derecho humano". Una Corte adicta le dio la razón. Luego de vulnerar toda la normativa legal, haciendo gala de abuso de poder, para evitar el balotaje cometió un burdo fraude.

La violencia de estos días obliga a evitar los pronunciamientos irresponsables, impregnados de ideología.

Porque el gran interrogante es: ¿qué pasará con el pueblo de Bolivia?

Bolivia fue uno de los países que mejor aprovechó la bonanza para la producción primaria durante la década pasada. A pesar de los temores iniciales que inspiraba un gobierno indigenista y socialista, Bolivia es uno de los países con menor inflación de América del Sur. La pobreza extrema se redujo de 38,2%, en 2018, cuando llegó a 15,2%. Y la pobreza moderada, del 60,6% en 2005 a 34,6% en 2018.

Declinación

Sin embargo, la caída de los precios internacionales de las materias primas trajo malas señales: el PBI comenzó a declinar, el déficit fiscal, a crecer, el sector informal abarca al 80% del empleo y la deuda pública trepó del 38% del PBI al 53%, mientras que las reservas cayeron de US$15.100 millones a US$8.000 millones.

Evo ha sido un presidente excepcional, aunque no hizo milagros. Logró asegurar el crecimiento de su país a pesar del enfrentamiento inicial con las grandes compañías. Logró evitar la fractura de la Nación, aún cuando en los años previos a su llegada todo hacía prever que Santa Cruz y La Paz marchaban hacia la secesión. Y también logró recuperar el orgullo por la identidad quechua y aymara, que en Bolivia forman el cimiento de la cultura.

Se aferró al poder más de lo que podía sostener. La historia dirá cuáles fueron sus razones y las causas de su caída.

Por ahora, la teoría conspirativa es una hipótesis ideológica.

 

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD