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Hace 25 años Salta estaba muy lejos de tener la imagen actual. Para acceder a los barrios de zona norte solo se contaba con la avenida Bolivia. Ciudad del Milagro, Castañares y la UNSa eran el límite del municipio. Al frente, solo el campo y el camino a Lesser.
Hoy los barrios se multiplican uno al lado del otro, pero hay tradiciones que no se pierden, como las empanadas salteñas.
Famosas en todo el país, no pueden ser menos en su propia tierra y desde hace 25 años René Siares junto a su familia llevan adelante el concurso de la empanada salteña Roberto Romero. "El nombre es un homenaje a quien me dio la idea. No podía llevar otro", cuenta René, que aún con el paso de los años conserva su andar seguro y mantiene su estampa que supera el 1,80.
Acompañado por sus hijos y su hermana, Siares conformó hace algunas décadas la Fundación Sentimiento, que es la encargada de organizar no solo este concurso, sino los corsos infantiles de zona norte, el Día del Niño y de la Madre.
En los primeros años el concurso se hacía en la plazoleta Manuel Pantaleón de barrio Castañares, con no más de 22 empanaderas. Con el tiempo el evento creció, se hizo conocido y las empanaderas se fueron multiplicando. Así fue que la plaza les quedó chica, las mesas para los comensales ya no entraban. También se sumaron los artistas y la necesidad de tener una espacio seguro.
El concurso se trasladó a la avenida Houssay. A lo largo y ancho de la arteria, luego del cambio solo se usaron un par de cuadras, que con los años se fueron poblando de empanaderas con sus carros, mesas, cocinas y familia que se dedica no solo a la producción sino también a la atención de los clientes.
Con los años los Siares fueron aprendiendo y mejorando la organización. Así fue se comenzó a colocar baños químicos, se armaba el escenario el día antes, se solicitaba seguridad y también el acompañamiento de los miembros del Samec.
Desde el primer momento se contó con profesionales en la degustación de la empanada salteñas para que fueran miembros del jurado. En la actualidad, de aquellos primeros solo quedan Eduardo Sangarí, Eduardo Nogueira, Emilio Benítez, mientras que la nueva generación que ya lleva una década está integrada por José Luis Gambetta, José María Mercado, Marcela Jesús, Néstor Molinati y Rodolfo y Teresita Soria.
Fueron ellos junto a los miembros de la fundación los que se encargaron de redactar un reglamento para la producción de la original empanada salteña.
La masa criolla, la carne picada a cuchillo, los condimentos y la fritura en grasa pella son solo algunos de los puntos que se tienen en cuenta para las empanadas que entran a la mesa del concurso.
"Si la empanada está de más rica pero la empanadera tiene las uñas recontra pintadas y las manos sin guantes, no entra en el concurso", expresó Siares.
El organizador destacó que los jueces no prueban 150 empanadas, sino que se realiza una recorrida previa, se verifica que el puesto inscripto para el concurso cumpla con todos los requisitos de producción y de higiene y recién se recibe la que participa.
En la actualidad los inscriptos reciben un número de orden que les permite ubicar el espacio que le fue destinado para ubicar su puesto. El grupo familiar para la producción y atención del negocio no debe superar los 10 integrantes y cada puesto puede colocar el número de mesas que le dé espacio.
René Siares destacó que en este concurso solo se acepta la inscripción de 150 empanaderas, para asegurarles a todos que podrán vender todo lo que llevan. "Este año está duro, y eso hace que muchas familias busquen generar un ingreso con la producción de comida. De los 80 inscriptos que ya tenemos, la mitad se suman por primera vez", destacó el organizador del evento, que no se olvida de recordar que el ingreso es gratuito. Habrá un espectáculo folclórico y los precios de las empanadas, los tamales y el locro se regulan para todos los puestos.
Igualmente muchos puestos llevan no solo la empanada salteña sino que también venden empanadas de queso, de charqui y de mondongo. También ofrecen humitas y las tradicionales masas dulces. "Hubo años en que eran las tres de la tarde y los puestos ya no tenían que vender, eso hizo que los puesteros ganen experiencias y dejen en la casa más recado y masa lista", dijo Siares.