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Desconcierto oficial, en medio de las turbulencias

La catástrofe electoral de Juntos por el Cambio podría explicarse por la falta de percepción de la dimensión social de la política por parte del presidente Mauricio Macri y de su equipo.
Martes, 13 de agosto de 2019 00:00
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Para hacer una revolución, o un cambio estructural de políticas sociales y económicas, es fundamental desarrollar la capacidad de persuadir a los ciudadanos sobre la conveniencia de los objetivos que se han definido, de los métodos que se han seleccionado para alcanzarlos y del valor de determinados sacrificios. Además, hay que tener la sabiduría de no tirar de la cuerda más de lo que la cuerda resiste.

La catástrofe electoral de Juntos por el Cambio podría explicarse por la falta de percepción de la dimensión social de la política por parte del presidente Mauricio Macri y de su equipo.

La conferencia de prensa de ayer estuvo atravesada por la insistencia en culpar al kirchnerismo de todos los males, sin analizar que casi la mitad de los argentinos, entre las dos experiencias de gobierno, eligió la anterior.

El primer mandatario se mostró, nuevamente, desolado. Su compañero de fórmula, Miguel Pichetto, se ocupó de asegurar que "el Presidente está en control" y que la transición "recién comenzará el 27 de octubre".

Macri insiste en tratar de convencer a la ciudadanía de que el camino es el correcto, de que la percepción puede cambiar y de que el resultado se puede revertir en once semanas.

A la media tarde de ayer, con una disparada descomunal del dólar (que superó los 60 pesos, un crecimiento del 30%) Macri dio dos respuestas significativas: descartó un cambio de gabinete, ratificando así su fe en "el equipo", y aseguró que "hoy somos más pobres que el viernes", debido al resultado de la elección.

En pocas palabras, la culpa del primer barquinazo poselectoral la tendrían los votantes de Alberto Fernández.

El problema es que un presidente que "está en control" frente a una situación difícil, como lo es una derrota electoral de magnitud, ante el riesgo cierto de una erupción inflacionaria -que desbordaría los límites de la tolerancia de la gente- y frente al evidente desconcierto de inversores y acreedores, está obligado a generar credibilidad y confianza. Afirmar que al kirchnerismo el mundo no le cree es retomar la "campaña del miedo" cuyos resultados están a la vista.

El domingo fallaron los estrategas que le aconsejaron mantener la polarización con la expresidente en base a la satanización de su figura. Falló todo el entramado político del macrismo, en lo que resulta especialmente un naufragio del jefe de Gabinete, Marcos Peña, y del gurú Jaime Durán Barba, que hoy parecen como alquimistas antes que políticos.

Ayer, Macri debió reemplazar al ministro de Economía y poner en su lugar a alguien con la capacidad para timonear una tormenta que se extenderá por 120 días, que es lo que resta para completar el mandato.

La economía falló, porque no hubo "lluvia de inversiones" (y eso no puede atribuirse al resultado de las PASO) y porque no hubo buenas políticas ejercidas con firmeza y coherencia.

El precio es alto. María Eugenia Vidal, una de las figuras más prometedoras de los últimos años, podría ver truncada su carrera política. Y el mismo alcalde de la Capital Federal, Alberto Rodríguez Larreta, deberá esmerarse por no perder el distrito a manos de un recién llegado, como Matías Lammens, que quedó muy lejos pero en posición de acortar distancias.

Si la elección fue una catástrofe, la conferencia fue la prueba de que el presidente quedó desconcertado y sin capacidad de respuestas.

Un problema para Juntos por el Cambio, pero también para el país, en momentos que son cruciales para asegurar una transición ordenada.

 

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