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Los fundamentalistas de Trump

Miércoles, 05 de febrero de 2020 00:00
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El lanzamiento público del "Acuerdo del Siglo", esa pomposa denominación que el presidente estadounidense Donald Trump otorgó a su iniciativa de paz en Medio Oriente y que fue categóricamente rechazada por la Autoridad Nacional Palestina y por Irán, en contraste con el sospechoso silencio (con olor a consentimiento tácito) de las monarquías petroleras árabes, resulta inseparable del comienzo de la campaña electoral republicana para las elecciones de noviembre. Para Trump, 2020 es el año de su reelección. Aunque sería exagerado señalar que ése es el único objetivo de su acción de gobierno, sería ingenuo ignorar que se trata de su prioridad fundamental. Este "plan de paz" encuentra en el movimiento evangélico, erigido en la columna vertebral del electorado de Trump, un respaldo aún más entusiasta que en Israel y en la poderosa colectividad judía estadounidense. Para la mayoría de los evangélicos, la solidaridad con Israel es un mandato religioso, de origen bíblico. Mike Evans, un pastor que fundó el Museo de Amigos de Sión, señaló: "Israel acaba de ser besado por Dios", aunque para reducir el escándalo se cuidó de precisar que "No me estoy refiriendo a Donald Trump como Dios, pero digo que tiene inspiración divina".

La comprensión de Trump de la conveniencia de brindar un respaldo incondicional al Estado judío es previa a su lanzamiento político. Surgió en 2003, a partir de su vínculo con Paula White-Cain, pastora principal del Centro Cristiano Nuevo Destino, en la ciudad de Orlando, estado de Florida. Desde entonces, White-Cain sirvió como consejera personal del actual mandatario y como nexo con otros destacados dirigentes evangélicos, incluido Evans. En la actualidad, trabaja como asesora de la Iniciativa de Fe y Oportunidades en la Oficina de Enlace Público de la Casa Blanca.

Quiso el azar que el matrimonio entre su hija Ivanka y el empresario neyorquino Jared Kushner, un empresario judío ortodoxo, celebrado en 2009, profundizara ese acercamiento entre el mandatario norteamericano y la comunidad judía. Para casarse, Ivanka se convirtió a la religión de su esposo. De esa forma, Trump se transformó en el primer presidente estadounidense con una hija, un yerno y tres nietos judíos.

La conexión latina

En su rol de asesora espiritual, White-Cain estableció también el vínculo entre Trump y el pastor Guillermo Maldonado, un inmigrante hondureño nacionalizado, líder de la cofradía evangélica de habla hispana más numerosa de Estados Unidos y fundador del movimiento "Evangélicos para Trump", quien el pasado 3 de enero organizó en Miami el primer acto proselitista por la reelección presidencial. Significativamente, Maldonado es también miembro de la Coalición Latina por Israel, con sede en Miami, fundada por el pastor cubano-estadounidense Mario Bramnick.

La organización liderada por Bramnick, definida como "cristiana sionista", desarrolla una activa campaña en defensa de la causa israelí no sólo en Estados Unidos sino en los países latinoamericanos. El año pasado consiguió que el presidente hondureño, Juan Orlando Hernández, resolviera el traslado a Jerusalén de la embajada de su país ante el estado judío, siguiendo el camino iniciado por Trump y continuado por el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, quien cumplió escrupulosamente el compromiso que había contraído con los líderes evangélicos que apoyaron su candidatura. Guatemala, el primer país latinoamericano en el que la comunidad evangélica superó en número a la feligresía católica, también siguió el ejemplo de Trump. Bramnick colaboró con el actual enviado especial de la Casa Blanca para Medio Oriente, Jason Greenblatt, y el embajador estadounidense en Israel, David Friedman, en la redacción de la parte de la plataforma republicana que incluyó la determinación de mudar a Jerusalén la sede de la embajada estadounidense en el estado judío. Bramnick no vacila en señalar: "Nosotros leemos la Biblia literalmente. La Biblia dice que Jerusalén es la capital eterna de Israel y que Dios le dio esa tierra a Abraham, Isaac y Jacob". Dirigentes de la Coalición Latina por Israel participaron también de una polémica iniciativa asumida por un grupo de pastores evangélicos. En septiembre pasado, en coincidencia con un nuevo aniversario de los atentados terroristas contra las Torres Gemelas en Nueva York y el edificio del Pentágono en Washington, el grupo visitó a Arabia Saudita y se entrevistó con el príncipe heredero Mohamed bin Salman, cuando todavía no se habían apagado los ecos del escándalo provocado por el asesinato de Jamal Khashoggi, un periodista saudí, columnista del Washington Post, perpetrado en la embajada saudita en Turquía. El diálogo con el príncipe heredero no eludió el tratamiento de una cuestión espinosa: la alianza virtual entre Israel y Arabia Saudita para enfrentar el avance en la región del régimen chiíta iraní. La delegación visitante justificó su presencia en Ryad en el hecho de que "Arabia Saudita es uno de los aliados estratégicos más importantes de Estados Unidos en la guerra contra el terrorismo islamista radical y en la lucha contra la creciente presencia de Irán en Medio Oriente". La prédica de Maldonado y la dirigencia de la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano está centrada en la inmigración hispana, un sector tradicionalmente proclive a los demócratas y fuertemente hostil a Trump. Esta particularidad le otorga un valor muy especial para los estrategas de la Casa Blanca, que entienden que cada voto que cosechen por esta vía vale dos, por lo que le resta a sus adversarios.

 Maldonado abandonó el catolicismo para abrazar la confesión evangélica tras emigrar desde Honduras a Estados Unidos. Su experiencia personal ilustra sobre un fenómeno que empieza a verificarse en las encuestas: un porcentaje creciente de los inmigrantes mexicanos y centroamericanos encuentran en el movimiento evangélico un camino idóneo de integración en la sociedad estadounidense. Algunos sociólogos aventuran que, en términos históricos, este incipiente proceso perceptible en la comunidad hispana reproduce lo sucedido con la minoría afroamericana, que durante la era de la esclavitud fue dejando atrás sus creencias religiosas ancestrales para buscar en las iglesias evangélicas, particularmente entre las baptistas, una vía eficiente de adaptación a los valores culturales de la sociedad estadounidense. Trump captó esta tendencia emergente entre los hispanoamericanos y busca capitalizarla. Para muchos evangélicos Trump evoca la figura de Ciro el Grande, aquel legendario emperador de Persia que hace 2.500 años restituyó a los judíos a su tierra de origen, de la que habían sido expulsados por el Imperio Babilónico. Evans sostiene que el mandatario estadounidense fue elegido por Dios para reiterar la hazaña de posibilitar que el pueblo judío pueda volver a tener como centro a Jerusalén. Aclara que, como Ciro, quien tampoco era judío, Trump es “un     emisario imperfecto”, o sea “un ser     humano como tú o como yo que Dios está usando de una     manera maravillosa para construir sus planes”.

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