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27 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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Con corona virus y sin piloto automático

Martes, 21 de abril de 2020 00:00
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"La guerra es demasiado seria para dejársela a los militares...". La frase corresponde a George Clemenceau, político y periodista francés, quien visitara la Argentina junto a otras muchas personalidades prominentes del mundo en el Centenario de la Revolución de Mayo, cuando la Argentina se ubicaba entre las primeras naciones del mundo, contando desde arriba, a diferencia del Bicentenario en el que la cuenta se hace más sencilla desde abajo...

Con esta frase Clemenceau quería significar que los militares son muy buenos para ejecutar las órdenes de guerra, pero no para decidir si ésta debe llevarse a cabo.

Terrible enseñanza cuya lección, sin duda, desconocían (y habrían despreciado de conocerla) los militares que condujeron la Argentina a la guerra de Malvinas. Por cierto, hablamos de quienes la condujeron, no de quienes lucharon en ella con patriotismo y profesionalismo.

Muy probablemente, Clemenceau, quien era justamente médico también, habría sostenido, frente a una pandemia, que la estrategia para enfrentarla no debía ser hecha por médicos solamente, sino por un "gabinete de crisis", en el que deberían participar, además de médicos y sanitaristas, economistas y políticos, muy especialmente de la oposición, porque las medidas a tomar no podían descuidar el tejido económico, social y político, entendiendo que este último debe comprometer a todo el espectro de opinión, tanto en términos de su presencia activa en el Congreso, como a través de acuerdos superestructurales imprescindibles de todas las fuerzas políticas, ni más ni menos que como debe hacerse ante una guerra convencional.

Avión sin piloto

Es curioso que coronavirus se abrevia "cv", al igual que currículum vitae (CV), aunque significan obviamente cosas diferentes que no precisan explicarse, claro está.

En el caso de "cv", el problema es que, evidentemente frente a la ignorancia mundial en relación con este virus y la consecuente pandemia que ha generado, no se sabe cómo evitarlo, ni controlarlo, ni curarlo.

Frente a esta ignorancia, la respuesta de muchas naciones ha sido aislar a las personas para que no se contagien o contagien a otras.

Justamente, esta solución es la que ha adoptado la Argentina, en una actitud que sería equivalente a la que podría tomar el piloto de un avión en cuyo interior se ha desprendido un gas letal, si se dedicara a instruir personalmente a cada pasajero sobre la forma de protegerse lo mejor posible y abandonara en consecuencia la conducción del aeroplano que carece de piloto automático.

Por cierto, además de que es poco probable que las instrucciones personales cambien demasiado los resultados en términos de la respiración de los pasajeros, lo que finalmente va a ocurrir con estos, el piloto y todo el avión, es fácilmente imaginable.

De manera similar, la "atención especializada" a los "pasajeros" -el aislamiento de los habitantes- y el descuido del manejo del "avión" -la economía y el tejido social- tienen inexorablemente el mismo resultado: el colapso de la Argentina por la caída de ventas, producción y empleo; ruptura de la cadena de pagos, incremento de precios de los pocos productos que se producen, sea por especulación o cuellos de botella (impedimento de la circulación de vehículos) o por reducciones justamente en la producción.

Adicionalmente, desde el punto de vista social, se destruyen empleos, especialmente de cuentapropistas y quienes tienen en la calle su sustento diario, sin perder de vista que el aislamiento, que por pocos días puede "caer bien", cuando se extiende genera alteraciones psicológicas con complejas consecuencias.

Falta currículum

Indudablemente, además de la presencia del "cv" (el coronavirus), la Argentina en particular enfrenta el problema de la ausencia de "CV" (curricula vitarum), esto es, de la idoneidad necesaria de muchos de nuestros gobernantes, carencia que sin duda no sería justo endilgar solamente a los circunstanciales de hoy.

En efecto, la economía que ahora se descuida por completo, ha sido generosamente desatendida desde hace muchas décadas -con las debidas excepciones- y, en el caso específico del peronismo, su diseño de política económica, además de equivocado y en general hostil a la economía de mercado, es incomprensiblemente contradictorio, como lo evidencia el presidente Fernández que culpa a los mismos empresarios con formaciones concentradas que el peronismo ha creado desde sus orígenes en el golpe de Estado de 1943, de ser los responsables de la inflación y otros males. En la vereda de enfrente, los gobiernos no peronistas -también con las debidas excepciones- fincan en el déficit fiscal y la emisión monetaria todos los males de nuestra economía, y unos y otros compiten por alcanzar los más altos niveles de inflación culpándose mutuamente.

Los países y los líquidos

Los países, al igual que los líquidos, adoptan la forma del recipiente que los contiene. Esto es, un líquido compone "un litro", en tanto llena un recipiente de esa capacidad, ya que sería muy difícil contabilizar cierta cantidad de líquidos si no estuvieran previamente contenidos en sus recipientes.
De manera similar, los países y el funcionamiento de sus economías e instituciones se pueden “contar” en la medida en que responden a determinado ordenamiento político económico - institucional.
Así fue con el diseño pergeñado por la Generación del Ochenta que se inspiró en una forma (bastante “libre” por cierto) de la organización de libre mercado o “laissez-faire”, con interesantes “retoques” ante la aparición de inconvenientes diversos y con los que hoy nos parecen increíbles resultados económicos y sociales que consiguieron logros que, hasta casi la primera mitad del siglo pasado, eran lejanos para países como Italia, Francia y muchos otros que hoy nos han “pasado” humillantemente, países que incluyen muchos de la propia América Latina.
Indudablemente, el “recipiente” que sustituyó al que nos llevara a las grandes y -vistas hoy- increíbles transformaciones es completamente inadecuado y no hacen falta “relatos” ni sesudos debates para advertirlo si simplemente se mira la realidad de la Argentina de hoy.

El cascabel y el gato 

Es por lo tanto tarea de los argentinos conformar un nuevo “recipiente”, pero tropezamos con el problema de que la política se hace la desentendida y no se ve cómo podría entonces surgir este nuevo diseño económico-político y social. Es claro, no obstante, que se requiere de gobernantes con sólidos CV, lo que no supone apellidos ni títulos pomposos, pero sí idoneidad y decencia.

Sin duda, en una sociedad democrática, quien tiene el deber y el derecho de elegir el mejor “modelo”, es el propio pueblo. Sin embargo, si el diseño político-electoral es tramposo, por mucho esfuerzo en buscar las mejores mujeres y hombres justamente en términos de idoneidad y decencia, es poco probable que estos ocupen los puestos estratégicos.
Se hace por lo tanto necesaria una profunda reforma electoral que despeje el camino a los “mejores”, evitando que, como con las “listas sábana”, los cabezas de lista sean “Madres Teresa”, pero el resto de la boleta la conformen “diablos” diversos. Alternativamente, hasta buscar este desiderátum, seguiremos en manos de “pilotos” con estos “pequeños” CV y grandes cv, y así nos seguirá yendo.
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