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Manifiesto de vida y amor

Jueves, 25 de junio de 2020 02:20
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Percibo el movimiento de todos los paisajes, el giro brillante de las galaxias, la circulación de la sangre en el mapa de mi cuerpo y la danza del agua entre océano y montaña. Porque soy parte de ese todo, dejo el testimonio. Se avanzará por el tiempo rescatando momentos importantes que vio pasar el hombre con su historia a cuestas. Se impone la necesidad de amar la vida, que nos contiene. Amar lo que nos rodea y nos abraza. Se honrará la buena ciencia, que está al servicio de la vida y del hombre. Cada científico honesto, acerca una porción de saber, que ayuda a la comprensión del mundo. Se sugerirá la creación de un organismo internacional, con la participación de todos los países, para que controle racionalmente la actividad humana, a través de un sistema de leyes, redactadas por las universidades del mundo. Se privilegiará la salud de la tierra, aunque perjudique algunos negocios. Este trabajo es el fruto de sueños, de contemplaciones del maravilloso mundo circundante, el sentir de un hombre que interpreta a millones de hombres; se constituye en defensor de la vida, de los ríos, de los pájaros y los caballos. A la tierra se la debe amar como a una madre parturienta, ya que ella produce la alquimia milagrosa de la vida. Allí están los recursos, los alimentos, la química, el asombro del milagro de los seres vivos.

Desde allí se nutre el canto.

Trae la semilla de la conciencia para sembrarla en el corazón de los hombres, sin discurso fanático, simplemente con el lenguaje de la razón. La ciencia acompañará con sus saberes el anchuroso mensaje de amor racional. Las palabras vienen desde lejos en el tiempo, ya que la historia cultural asoma en cada una de ellas. El sueño de encender la pasión entre los lectores, pasa por el apoyo de los medios de difusión, porque sin ellos el mensaje se parecería al silencio. Lo importante debe ganarle a la vanalidad. Hay que fundamentar la soberanía de la vida y respetar los límites. Aportar conciencia a los terrícolas por mucho tiempo, para compartir la vida con alta correspondencia. Toma este mensaje como un desgarrante grito de alerta, para que no muera lo vivo. La poesía produce este manifiesto de amor terrenal, para dejar argumentados pensamientos que reflexionen con la filosofía hasta convertirlos en sueños razonables.

Desde ese íntimo rincón observaré el mundo circundante a través de las ventanas de los ojos para establecer el contacto con el mundo tangible. En ese viaje por dentro de uno mismo, donde el yo interior trabaja arduamente, sin descanso, mezclando inteligencia, voluntad, pasión y afecto. Por esos caminos sin sombras, visito mis veredas interiores por el cauce de la sangre. Es un asombro contemplar como funcionan los órganos vitales. Todo es movimiento y el ritual de la sangre, lleva y trae las señales exactas de su trabajo. Cada célula, cada músculo, cada nervio, informan de la voluntad, de la inteligencia, de la pasión y el amor. Salgo de mi misma intimidad a recorrer el mundo, asombrándose del agua, de los ríos, de la flor. Contemplo los paisajes y veo que todo es movimiento: los días, las sombras y los vientos. Los ríos pasan por las geografías fundando el paisaje de lo verde. Trabajan transportando el caudal que alimenta. Son el progreso y la alegría. El hombre los enferma, contamina y mata. Muchos quedan aislados para siempre de la gente. Veo el agua que danza entre el mar y la montaña, en un movimiento permanente. Un poco de su cauce se queda para alimentar un árbol y el agua viaja desde la tierra por el tallo hacia las alturas. Es un milagro que moja con serena alegría cada hoja. El panorama fotografiado con el alma, construyó en mi interior una gratitud, de siglos por tanta belleza.

 

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