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La economía escurridiza

Sabado, 18 de julio de 2020 00:00
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¿Se puede hacer política económica? Robert Lucas, un economista ortodoxo premiado con el Nobel de Economía en 1995, sostiene que la política económica es contraproducente, en el peor de los casos, o inocua, en el mejor de ellos.

Su hipótesis se basa en que las personas mantienen una determinada conducta en relación a las cuestiones de la Economía, pero están dispuestas a modificarla si se advierte que el gobierno podría hacer algo para perjudicarlas. Así todo el diseño de la política de gobierno se troncharía porque las personas no responderán como el gobierno suponía que lo habrían hecho, al estar al tanto de los objetivos de política y tomar en consecuencia recaudos para protegerse de sus acciones.

Para probar su hipótesis, Lucas pone de ejemplo a la Argentina donde las personas, cuando el gobierno enfatiza en que "el que apuesta al dólar pierde", corren "ipso facto" a comprar cuantos dólares pueden, con el resultado por todos conocido, y con un aprendizaje que las lleva a que el gobierno puede perfectamente abstenerse de hacer comentarios sobre su supuesta buena performance, porque las personas, "por las dudas", lo mismo van a comprar todos los dólares a su alcance.

¿Bob y Max, un solo corazón?

A principios del siglo XX y durante varias décadas, surgió una revolución en la Física, con dos teorías extraordinarias que fueron la Relatividad (especial y general) de Albert Einstein, y la Mecánica Cuántica, desarrollada también por Einstein, junto a Max Born, Max Planck, Niels B"hr y otros.

Uno de los postulados de la Mecánica Cuántica, a grandes rasgos, establece que no se puede, a escala microscópica, medir con absoluta precisión, porque hay una indeterminación o incertidumbre (debida al Principio de Incertidumbre, de otro físico cuántico, Werner Heisenberg) que se origina en que, a la escala de las partículas subatómicas, el instrumento de medición afecta lo que se quiere medir y dificulta o imposibilita la cuantificación.

Si bien en la vida diaria, macroscópica, esto no se advierte, no deja de ser cierto que cuando se mide algo, también se lo afecta. Por ejemplo, si se toma la presión de los neumáticos, el instrumento le quita algo de aire, al igual que el termómetro que se introduce en una bañadera también le resta algo de temperatura al agua.

¿Qué tiene que ver todo esto con la Economía y la hipótesis de Lucas?

El punto es que, según lo que este Nobel propone, la propia intervención de la política económica sobre las economías la perturbaría, más o menos como lo hacen los instrumentos de medición en los objetos sometidos a verificación, con lo que parecería que Lucas tiene razón.

Sin embargo, en general, en las economías del mundo la política económica sí es eficaz al menos dentro de ciertos límites y la hipótesis de Lucas se verificaría solamente en ciertas economías "caóticas", como la de la Argentina, con lo que, como una golondrina no hace verano, desafortunadamente para Lucas, la política económica no sería necesariamente perjudicial, al menos en las economías normales.

Incógnita a develar

¿Por qué la política económica a veces funciona y otras no? ¿Por qué es funcional la política económica en otras economías, pero no en la Argentina? Lucas como le ocurre a una gran parte de los economistas ortodoxos- cae en el pecado de la ingenuidad al proponer una "ley", sin advertir que, en la ciencia, las leyes son avenidas de doble mano.

En efecto, si es cierto que las políticas en la Argentina producen rechazos, esto es, evidentemente, porque esas políticas están equivocadas al estar inspiradas en ideologías o relatos, o bien, en diagnósticos equivocados sobre la naturaleza de los problemas.

Sin embargo, si la política económica sintoniza con los intereses del conjunto de la sociedad, además de estar bien diseñada, evidentemente tiene que lograr resultados positivos, porque en este último caso las personas no se sienten amenazadas sino más bien amparadas por esas políticas.

Concretamente, en la Argentina el populismo considera que lo único que cuenta es alcanzar el poder y perpetuarse en él, agrandando la masa de votantes necesitados de la ayuda "estatal" (tradúzcase: los recursos que se transfieren de quienes trabajan a quienes no), sin que el respeto por la Constitución importe demasiado o no importe en absoluto y sin que los problemas preocupen en definitiva porque se los ignora o se los maquilla con discursos epopéyicos.

Por su parte, la ortodoxia carece de un diagnóstico completo sobre la inflación, principal problema de la economía argentina, conformándose con la vieja explicación que la atribuye en exclusiva a la impresión de billetes, pero omitiendo que también se origina en la fuerte concentración monopólica en los pocos kilómetros cuadrados de la capital federal, algunos partidos de Buenos Aires y unas pocas provincias más, no quedando claro si los economistas ortodoxos no advierten esta parte del problema, o tal vez, al ser consultores muchos de ellos de las empresas concentradas, no pueden hacerlo por ética profesional.

Naturalmente, las economías que no padecen el flagelo inflacionario y consecuentemente despejan su horizonte para la llegada de inversiones, logrando así un rápido crecimiento con mejores índices de equidad social, matizan como mínimo a don Lucas mostrando que, en estos casos, la política económica sí funciona.

Por cierto, no hay que ir muy lejos para encontrar estas economías, ya que, en el caso del foco industrial concentrado de la Argentina, la economía que sirve de ejemplo está frente a sus narices.

Pero... 

No obstante quedar en claro que no puede generalizarse la hipótesis de Lucas que, como se decía, se limita a las economías caóticas existe la irresistible tentación de mirar con respeto un fenómeno de la Economía que, como otros, refleja similitudes con los descubrimientos que aporta la Física, como ocurre también con los principios de la Termodinámica. 

En efecto, bien podría pensarse que la perturbación que ocasiona la política económica en la Argentina podría deberse al “tamaño” de esa intervención. En otras palabras, así como la medición de la presión de los neumáticos no genera una pérdida de aire significativa porque el aire retirado es mínimo relativamente al que contiene el neumático pero claramente lo desinflaría si esa presión se ejerciera indefinidamente, del mismo modo, un diseño de política económica no invasivo, esto es, que actúe “periféricamente” y solamente cuando es requerido, pero que deje amplio espacio a la iniciativa privada sosteniendo enfática y explícitamente las libertades y el derecho de propiedad, seguramente no entorpecería la performance de las economías.

Ciertamente, lo dicho tiene amplio respaldo empírico, porque la casi totalidad de las economías que se rigen por el principio de mínima intervención estatal son los más exitosos en términos económicos y de equidad, del mismo modo que las economías donde se conculcan las libertades son ejemplo de lo contrario.

La dosis

En resumen, la eficacia de la política económica tendría que ver, no con su presencia o ausencia, sino con su dosis adecuada y pertinencia, comportándose en línea con el esquema de libertades que consagra -en el caso de la Argentina- nuestra Constitución, que ampara la libertad de comercio y el derecho de propiedad. 

Como justamente sostienen Lucas y otros economistas, las personas actúan racionalmente y defendiendo sus intereses y si observan que la política económica los amenaza, se defienden de la mejor manera posible, que en la Argentina es ¡comprar dólares!...

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