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Como en aquellas películas en cámara lenta que de pronto mutan con una brusca aceleración que sorprende a sus espectadores, el ritmo de los acontecimientos dejó atrás la relativa parsimonia impuesta por la pandemia. De la calma obligada pasamos al vértigo. En lo inmediato, la atención del gobierno está focalizada precisamente en el posible estallido de una crisis de la seguridad pública en el Gran Buenos Aires, algo que en la Argentina es sinónimo de crisis de gobernabilidad. El intendente de José C. Paz, Mario Ishi, especuló con que esa eclosión podría ocurrir para fines de agosto. La información cotidiana sobre la toma de tierras en los distintos municipios y la aparición de una “nueva delincuencia” sin antecedentes criminales (subproducto agravado de la “nueva pobreza”), así como los episodios de violencia derivados de las reacciones individuales y colectivas ante este fenómeno, generan un estado de inquietud que explica en parte la creciente relevancia adquirida por el Ministro de Seguridad bonaerense Sergio Berni. Más allá de las especulaciones periodísticas sobre las contradicciones reales o presuntas de la coalición gubernamental, en el caso de Berni importa subrayar ante todo su condición de emergente de esta situación de explosividad social, un carácter que le otorga una cierta dosis de imprevisibilidad a sus futuros movimientos y lealtades políticas.
En ese sentido, independientemente de cualquier consideración sobre sus fundamentos legales, es difícil encontrar antecedentes de una iniciativa política tan extraordinariamente extemporánea y riesgosa como la denuncia penal presentada por la Ministra de Seguridad, Sabina Frederic, contra los dos máximos jefes de la Gendarmería Nacional durante el anterior gobierno por su presunta responsabilidad en el operativo que culminó con la muerte de Santiago Maldonado. La Gendarmería es la principal fuerza de seguridad del Estado argentino Su distribución en el conurbano es disputada por los intendentes por su eficacia operativa y el prestigio que goza entre la población, especialmente en los asentamientos y villas de emergencia. La moral de sus efectivos es hoy una “razón de Estado” que no conviene desatender.
En este contexto, conviene también despojarse de estereotipos ideológicos para prestar la debida atención al rol que cumple hoy el Ejército en la lucha contra la pandemia. Desde la participación de sus efectivos en los operativos de distribución de alimentos en el conurbano hasta la utilización del Hospital Militar como sede de las investigaciones de la vacuna contra el virus, el aparato de logística militar se ha evidenciado como un elemento central para evitar el descontrol de la situación sanitaria y social.
En ese sentido, conviene tener en cuenta las declaraciones del Jefe del Estado Mayor Conjunto, general Juan Martín Paleo, quien trazó una original analogía entre la respuesta militar a los estragos de la pandemia con la defensa contra la guerra química y bacteriológica, una de las mayores novedades en materia de escenarios bélicos en el siglo XXI. Señaló también que las Fuerzas Armadas protagonizan actualmente el mayor operativo de despliegue de efectivos desde la guerra de Malvinas.
En otros términos, y dejando en un segundo plano el debate pendiente acerca de la vinculación entre los conceptos de defensa y seguridad (reabierto por una reciente decisión del Poder Ejecutivo que anuló un decreto del gobierno anterior sobre esta materia), Paleo insinúa que la acción del Ejército contra la pandemia no sería una cuestión de seguridad interior sino de defensa nacional. En las actuales circunstancias, las consecuencias prácticas (no académicas) de esta distinción saltan a la vista. Paleo destacó también la experiencia adquirida por las Fuerzas Armadas durante su participación en las Fuerzas de Paz de las Naciones Unidas y su intervención crisis humanitarias, particularmente en Haití. Destacó que el oficial del Ejército que está cargo de la coordinación del operativo de ayuda alimentaria en el conurbano fue parte de la misión en ese país centroamericano, azotado por la miseria, el hambre, la guerra entre pandillas criminales y la violencia generalizada.