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26 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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Brechas de ahora... y de antes

Domingo, 30 de agosto de 2020 02:10
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¿Cuándo nació "la grieta"? La socorrida "grieta" de la que se habla hoy, es tal vez más antigua de lo que nos figuramos, haciendo referencia al pensamiento de una gran parte del gobierno actual en el orden nacional y también de gran parte de la sociedad, por una parte, y el de asimismo otro gran grupo de la ciudadanía junto a la porción mayoritaria de la oposición, por la otra.

La epopeya

¿Qué se defiende de uno y otro lado de la grieta?

En un extremo de "la grieta" está, como se decía, un sector de la población, tributario de una visión de la Argentina que se imagina conducida por un líder carismático que protagoniza epopeyas varias, sin duda más imaginarias que reales.

Estas epopeyas se cristalizan en palabras tales como "soberanía", "vivir con lo nuestro" y otras, a la vez que se tiene la idea arraigada de que la pobreza es algo inmodificable y por lo tanto debe ser asistida por el Estado. Para esta visión, populista, el "liberalismo" es despreciado, lo mismo que las instituciones republicanas que consagra la Constitución.

Esto explica su reluctancia al apego de las formas y conductas que la Carta Magna prescribe, las que se respetan en tanto no es posible obviarlas, especialmente si una parte de la ciudadanía se resiste de manera firme a la conculcación de sus libertades.

Por otra parte, su lectura de la economía no es en absoluto exhaustiva y se utilizan discrecionalmente los recursos del estado como forma de paliar "las injusticias". Por fin, la inexistencia de un diseño y disciplina económica, conduce a un desorden administrativo traducido especialmente en una creciente e implacable inflación.

La otra orilla

Del otro lado de "la brecha" está un amplio abanico de partidos políticos y organizaciones varias junto a un importante número también de ciudadanos de a pie y medios de prensa, que sí se sienten identificados con la Constitución, la cual no solo aceptan, sino que también promueven con conductas y mensajes.

Sin embargo, en las cuestiones de la economía, este grupo tiene su propia "grieta", porque una parte se mantiene refractaria a extender al campo de la economía el imperio de la libertad, que se considera peligrosa si se practica en las transacciones económicas. Al mismo tiempo, el otro subsector considera que la libertad no debería segmentarse, puesto que es una sola, con el resultado de que, en oportunidad de alcanzar el gobierno, el primer subgrupo encuentra dificultades para conciliar su adhesión a las libertades con restricciones, lo que profundiza las diferencias con la otra "sub-

brecha", diferencias que son obviamente capitalizadas por la contraparte populista.

Alternativamente, cuando en función de gobierno se actúa uniformando las libertades, desafortunadamente la interpretación "liberal" de uno de los más críticos y endémicos problemas de la economía argentina, el de la inflación, es que esta consiste exclusivamente en un problema monetario originado por el déficit fiscal, que las administraciones del extremo populista de la grieta han creado, ignorando que la inflación también se nutre de deformaciones varias también prohijadas por el populismo- que incluyen concentraciones empresarias y de sindicalistas, junto a otras corporaciones que presionan por sus "derechos".

El resultado es que uno y otro extremo de la "grieta" se alimentan recíprocamente, porque los fracasos de unos legitiman al otro, y así hasta el infinito, consiguiendo así que los problemas, especialmente en el ámbito de la economía, traducidos en estancamiento, inflación y agrandamiento de la pobreza, no hagan más que crecer exponencialmente luego de cada "turno".

Grietas eran las de antes

Por cierto, "la grieta" no es algo que se haya generado recientemente. Probablemente, esta visión contrapuesta de la Argentina existía antes de que nos constituyéramos como Nación, al haber tenido presencia desde el pronunciamiento de Mayo de 1810.

Por un lado, la parte de la actual Argentina que se había compenetrado de las nuevas ideas y prácticas que el comercio libre venía imponiendo de la mano de amplias libertades políticas y su rechazo al absolutismo monárquico, vale decir, Buenos Aires.

Por el otro lado, la mayoría de las provincias fundadoras que, ajenas a "los nuevos tiempos", no se sentían excesivamente incómodas con el "ancien régime", excepto tal vez por sus manifestaciones más rigurosas, como la Inquisición por ejemplo.

Sin embargo, la organización económica no era estrictamente rechazada, probablemente porque no existían alternativas (a diferencia de Buenos Aires con su puerto y Aduana), a la vez que, cuando los productos importados fueron introducidos hacia el interior, la diferencia de precios ocasionaba desagrado porque debilitaba las producciones locales.

Como resultado, Buenos Aires siempre exhibió un rostro más liberal y proclive a las organizaciones de las naciones más avanzadas de los primeros años del siglo XIX, como Gran Bretaña y Estados Unidos, en tanto el interior mantenía, en los hechos, muchas de las costumbres y formas de organización de la etapa colonial, puesta de manifiesto en la presencia y persistencia, además del liderazgo, de los caudillos provinciales.

 Las grietas hoy

Esta división de la sociedad argentina, sin duda, se mantiene en la actualidad, y si bien lo que podría denominarse “ideología” que cobijaba a cada uno de los sectores o brechas tenía cierta “diagonalidad” en el siglo XIX, en el sentido de que “había de todo en todas partes”, vale decir, había “feudales” en Buenos Aires (típica pero no únicamente Rosas) y “liberales” en las provincias (Alberdi, Sarmiento), en la actualidad esa diagonalidad sería probablemente mucho más acentuada, en el sentido de que no sería correcto focalizar geográficamente a una y otra brecha, sino que, conservando cada una su idiosincrasia, “los tantos están repartidos” esto es, hay representantes de ambas brechas en toda la geografía nacional, ampliamente repartida, con poco predominio absoluto de alguna de ellas en ninguna provincia o región en particular.

 ¿Puede cerrarse la brecha?

Desafortunadamente, en tanto la economía -que para bien o para mal, es la que manda- no muestre que la alternativa “liberal” proporciona resultados satisfactorios -léase, abatimiento de la inflación y crecimiento económico- el solo disfrute de las libertades en general, que, como la prosa de Mr. Jourdain, se manifiesta sin que nos demos cuenta en tanto no nos sea conculcada, no será suficiente para instalar un sistema que proporcione bienestar en todos los terrenos. 
Parafraseando a Alfonsín, quien decía que “con la democracia se come y se educa”, podría decirse, tal vez más ajustadamente, que con la libertad se come y se educa, a condición de que, previamente, se resuelvan en ese marco los impedimentos para que la economía y el empleo se expandan con inflación en descenso. 
Esto es así porque, desafortunadamente, es claro que la democracia también habilita los populismos, pero en cambio el imperio cabal de la libertad, que necesariamente involucra la democracia, es, por el contrario, incompatible con los populismos, a la vez que la mejor forma de derrotarlos es exhibiendo los ostensibles progresos que la libertad sin cortapisas ha proporcionado a las naciones que la practican y sostienen, con el solo requisito del apego irrestricto a la ley.

    
    
    
 

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