inicia sesión o regístrate.
Este comentario se basa en un artículo breve que publicó El Tribuno de Salta el 29 de octubre de este año, observando que la RAE, Real Academia de la Lengua Española, a través de su Observatorio de palabras, estaba analizando la posibilidad de incorporar el “pronombre” elle, un recurso utilizado en algunos ámbitos para referirse a quienes no se sintieran identificados con ninguno de los dos sexos conocidos.
La RAE había presentado, cuando rediseñó su página web, al Observatorio, definiéndolo como el que “ofrece información sobre palabras (o acepciones de palabras) y expresiones que por el momento no aparecen en el diccionario, pero que han generado dudas: neologismos recientes, extranjerismos, tecnicismos, regionalismos, etc.”, aclarando que se trataba de “información provisional”.
A los pocos días de esta información, la RAE desechó la idea de incorporar a su diccionario esta palabra.
Estimo, aunque no estoy totalmente seguro, que es la primera vez que la secular institución, al menos oficialmente, se pronuncia sobre este tipo de términos creados por unos pocos usuarios del español, en general de una cultura media, o también intelectual o seudointelectual, que reniega de la verdadera inclusividad del español en su estructura milenaria, admitida tácitamente, por la totalidad de los hablantes.
Esta afirmación no es gratuita puesto que, consultando a personas de las más diversas clases sociales (en especial a aquellas sencillas, pero que dominan su lengua hablada espontánea y se comunican normalmente), expresan de distintas maneras su disconformidad sobre tal invención.
La inclusión que pocos pretenden en nuestra lengua
El masculino inclusivo que con esas terminaciones se refieren no solo al varón, sino también a la mujer (los dos únicos sexos que caracterizan a los seres humanos, al margen de las percepciones que se tengan de los mismos) no solo se remonta al milenio que tiene la lengua española o castellana, sino que también a los tiempos en que fue propio del latín y el griego y, ¿por qué no?, quizá también al indoeuropeo y al protoindoeuropeo, las cuales se remontan a tiempos históricos y milenarios.
Es decir, millones y millones de seres humanos entendieron y usaron esta particularidad en sus lenguas, con la mayor naturalidad y sin pretender cambiarla en ningún momento. Al menos, si se hubiera dado esta situación, algo de ello habría llegado hasta nosotros, como noticia.
¿Y por qué se dio esta pretendida uniformidad? Porque todos asumieron dentro del principio de economía del lenguaje, el cual significa el uso de la menor cantidad de signos posible para la comunicación que lo mejor para comunicarse era el verdadero sistema inclusivo que, utilizado prácticamente durante milenios, incluía a ambos sexos (o sea a todos los seres humanos) en sus comunicaciones.
Podrán salir feministas y profeministas a objetar este modo ya milenario, pero serán infinitamente inferiores, en cuanto a la cantidad, a los que opinan (mediante el uso de este recurso) sobre su efectividad.
Este ataque artero al idioma español que, aunque haya invadido nuestras tierras, ya ha sido adoptado durante muchísimas generaciones no puede (ni debe) ser aceptado por ninguno de los usuarios de nuestra lengua porque implica una deformación ridícula de nuestra lengua y, asimismo, una imposición inaceptable de pocas personas que demuestran poco seso para hacerlo.
No debemos permitir que prospere porque, de ser así, nos pondríamos a la altura de esos irresponsables cuyo único propósito es deformar la lengua tan bella, adornada por tantas personalidades que se expresaron en ella artísticamente y la honraron y enaltecieron con sus aportaciones literarias y culturales. Allanarnos a lo que ellos proponen sería traicionar a toda aquella gente que la usó con gran altura y precisión, colocándonos en la mezquindad total.
Por ello, la actitud que propuso, propone y propondrá la evidente mayoría a la que me referí al principio, sería lo más adecuado como respuesta a la pretensión totalmente equivocada de unos pocos.
¡Gran acierto que resuelve la solución ridícula que se propuso!