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El anuncio del Ministerio de Educación porteño, en el que se hizo público el plan de prácticas laborales obligatorias para los estudiantes secundarios del último año a partir del 2022 encendieron un fuerte debate. El propósito consiste en acercar al joven al mundo del trabajo permitiéndole mejorar sus habilidades y competencias, para esta época, caracterizada por la transformación digital que está cambiando el mercado laboral y exige cada vez mayores conocimientos y actualizaciones.
Las prácticas laborales, a diferencia de las pasantías, que presentan su propio marco jurídico, están contempladas en el diseño curricular de la Secundaria del Futuro, también conocida como la Secundaria 2030, que se pretende implementar desde el 2018 y a la cual Salta adhirió. Los gremios ya hicieron sentir su desacuerdo y rechazo a la medida pues la consideran como una forma de trabajo gratuito y que quitará horas de estudio a los jóvenes. Todavía no se conoce la forma en que se implementará el modelo dual, pero ya hay voces en contra de la propuesta.
En la Argentina, alrededor del 24% de los jóvenes son NiNi (ni estudian ni trabajan) siendo ésta una de las tasas más elevadas de los países de la OCDE. Hay que impulsar medidas que permitan reducir este porcentaje, especialmente cuando se toma con seriedad el dato de que el 28% de los jóvenes de entre 24 y 35 años no terminó el secundario, drenaje que seguramente se verá profundizado por la pandemia. Algo hay que hace con la enseñanza media, que es el nivel que presenta los problemas más graves y desafiantes del sistema.
Un salvavidas poco confiable
Tomar este tipo de medidas no es nuevo para el nivel secundario y, tal vez ahora, tampoco sean diferentes los resultados. Desde hace más de 40 años, esporádicamente, se insiste con este tipo de disposiciones orientadas a innovar, de alguna manera, la educación secundaria queriendo impulsar modelos duales con el objetivo de reducir el desempleo juvenil y fortalecer el recurso humano. Países como el Reino Unido, EEUU, Alemania, Francia o Japón lo hacen. En Argentina, acercar a los jóvenes del secundario al mundo del trabajo y a la realidad de las empresas para que adquieran herramientas que les permitan mejorar su cualificación fue la intención de varios planes implementados con anterioridad. Pero evaluar (sin evaluación no hay opinión pedagógica fundada) es otra cuestión. Es difícil contar hoy con datos e indicadores concretos de lo que se hizo y lo que se logró.
La búsqueda de sentido
Lo que el sistema necesita es redefinir el sentido de la educación secundaria para el contexto actual y que se pongan de acuerdo los actores intervinientes y poder planificar las mejoras. La Secundaria 2030, que contempla cuestiones como las prácticas laborales, fue una política federal de reciente data, que tuvo la pretensión de transformar la escuela secundaria. El sentido de la escuela secundaria está en el eje de los debates cuando se establecen este tipo de medidas.
Los planteos no son nuevos. El sentido y la finalidad del secundario se viene discutiendo desde hace más de 2 siglos. El primer colegio secundario en Argentina fue el Colegio Nacional de Buenos Aires que se creó en 1863 con una caja curricular orientada a la formación política y a la preparación para la universidad de las elites principalmente. En este contexto también se funda en Salta el Colegio Nacional (1865); en 1869 se expande otra modalidad: las Escuelas Normales cuyo objetivo fue la formación de maestros. Esto hace que sobre finales del siglo XIX queden sentadas las bases de lo que después serían las modalidades de la escuela secundaria: bachiller, normal, comercial y técnica que fueron las predominantes hasta la sanción del la Ley Federal de Educación en 1993; cabe destacar que la modalidad Normal se transformó en 1969 y la formación docente pasó a ser de nivel terciario transformándose las escuelas normales en bachiller.
Originariamente se pensaba que el nivel secundario debía preparar para continuar los estudios el nivel superior; en la década de los 60, con una visión más desarrollista del gobierno de turno, se piensa que el secundario debía articular con el mundo productivo; que tenía que preparar a los jóvenes para el trabajo. En la década de los 70 se puso en marcha el Plan dual mediante el cual se sumaba un año más a las escuelas técnicas para que los jóvenes que cursaban allí realizaran prácticas intensivas en empresas. En la década de los 80, fruto de los vaivenes políticos y las formas de gobierno propias de nuestra identidad, se piensa que el secundario debía formar a los jóvenes para ser ciudadanos de la democracia. En los 90 vuelve a ser noticia este tipo de medidas cuando se vuelve a impulsar la realización de prácticas en empresas.
A partir de 1950 el crecimiento de la matrícula en el secundario tuvo su mayor impulso; hubo una expansión constante de la misma mayor al crecimiento demográfico. Impulsada también por la política de expansión de la industrialización por sustitución de importaciones del momento y la modificación de la función social del secundario; sus objetivos se ampliaron estableciéndose expresamente el de preparación para el trabajo con la expansión de la modalidad comercial y técnica. Tener título secundario comenzó a ser desde entonces sinónimo de movilidad social. En 1960 por cada alumno dentro del sistema había 2,2 fuera de él ; hasta la crisis del 2001 por cada alumno dentro del sistema había 0,2 jóvenes no cubiertos por la organización escolar. La inclusión fue notable. En el año 1992 se sanciona la Ley 24.049 mediante la cual se establece la transferencia a las provincias de los servicios educativos del nivel secundario y superior no universitario que hasta entonces eran administrados por la Nación y luego, en 1993, se sanciona la Ley Federal de Educación que marcó un cambio importante en el secundario: el EGB para los primeros años y Polimodal para los últimos; su implementación a nivel organizacional generó innumerables inconvenientes motivo por el cual en el año 2006 las autoridades educativas impulsaron un nuevo debate para derogarla surgiendo como resultado de este proceso la sanción de la Ley de Educación Nacional (LEN) 26206/06 que propone la homogeneización de todo el sistema educativo nacional y establece la obligatoriedad del nivel secundario.
El secundario hoy
Actualmente la educación secundaria, a partir de la LEN, queda definida como la unidad pedagógica y organizativa estructurada en 2 ciclos un Ciclo Básico -de carácter común a todas las orientaciones- y un Ciclo Orientado de carácter diversificado según las distintas áreas del conocimiento, del mundo social y del trabajo. Asimismo el artículo 30 da por sentado que las 3 cuestiones que mencione anteriormente (preparar a los jóvenes para el nivel superior, para el trabajo y para el ejercicio pleno de la ciudadanía) deben ser consideradas como los fines del secundario; además de la necesidad de “Vincular a los estudiantes con el mundo del trabajo, la producción, la ciencia y la tecnología” siendo las autoridades jurisdiccionales las que propiciarán la vinculación de las escuelas secundarias con el mundo de la producción y el trabajo. En este marco los alumnos podrán realizar las prácticas educativas.
El marco legal mínimo para la implementación de este tipo de medidas está dado pero la forma de hacerlo, implementarlo y medirlo, para corregir desvíos, en mi opinión, no está pensada, Por eso hay dudas respecto al financiamiento de estas adecuaciones.
Un dato alarmante: desde hace 20 años, el secundario viene sufriendo los vaivenes de las políticas educativas que se implementan, disminuyendo el aprendizaje y, lo que es peor, los jóvenes no lo encuentran atractivo; muchos se aburren y abandonan. La pandemia profundizó el daño. Más del 50% de los jóvenes desistieron de continuar en esta etapa, principalmente porque el sistema los abandonó lo que agudizó los problemas que ya venían haciéndose sentir.
La “economía del conocimiento”
Para implementar y avanzar en las nuevas áreas y temáticas propias de este tiempo, y que los jóvenes cuenten con las competencias y los conocimientos para hacerlo, como los que marca el de la economía del conocimiento por ejemplo, se necesita fortalecer su formación para que puedan tener y brindar las competencias que hacen falta para las nuevas formas de producción.
Relacionado con esto, la disponibilidad de recursos tecnológicos en la escuela y su utilización en la enseñanza secundaria fueron temas consultados en Aprender 2019 y las conclusiones develan que también en este ámbito queda mucho por hacer; excepto el uso del celular, los resultados expresan que es baja la aplicación de los dispositivos digitales utilizados con fines pedagógicos en las escuelas; el acceso a internet es crítico. El trabajo con TIC en el aula desde computadoras y tablets es muy bajo. No se indagó sobre el conocimiento de inglés que también es clave para avanzar con temáticas como las que se proponen.
Las asignaturas emplean poco los recursos digitales con fines pedagógicos y llama la atención que solo un 35% jóvenes señalan que emplean dispositivos digitales en materias de informática/computación, entonces ¿cómo pueden aprender sin el uso de recursos digitales? Esto devela la profundidad de la crisis y la rudimentaria “calidad” en esta área tan crítica sobre la cual tanto se quiere desarrollar.
Además del acceso a internet y manejo de las TIC hay otras cuestiones que también encienden las alarmas en el nivel: las desigualdades en las condiciones de infraestructura de las escuelas secundarias principalmente cuando se habla de acceso a servicios básicos como desagües, cloacas, agua de red pública, acceso asfaltado y accesibilidad para personas con discapacidad. También la deserción, abandono y la tasa de graduación, entre otras, son problemas a resolver con urgencia para hacer atractiva, inclusiva y combativa de la pobreza a la propuesta para el nivel.