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Pandemia, crisis y berrinches

Viernes, 12 de marzo de 2021 02:25
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Mientras el presidente inaugura la temporada de política electoral desde el Congreso, la oposición cae en la misma trampa de limitar la autocrítica a lo heredado, y los sectores con poder real continúan especulando con la economía, el invierno se aproxima.

Todos los componentes del sistema democrático argentino miran la realidad desde su propio retrovisor, perdiendo de vista el camino por delante y soltando las manos del volante de lo urgente: todavía estamos en pandemia. Que todavía estemos en pandemia incluye las trágicas 52.000 muertes y más de dos millones de casos. También, la estrepitosa caída del 10% de la economía y cómo sectores enteros postergados deben ahora paliar su futuro desde la pobreza o la indigencia. La pandemia es la realidad y parece negada mediante la hiperprotocolización de la rutina, sin aprender de lo que pasa en el mundo y lo que requiere un sistema político en crisis.

Síntomas de un país

Estar en pandemia con el invierno aproximándose, es también un concepto de lo que pasa en la Argentina. Mientras el presidente sigue exigiendo sobreactuar una conducta de contrabalanceo para satisfacer a su círculo político interno, su propia matriz política no despega. Mientras la oposición juega a elegir entre figuras y fanáticos, las propuestas superadoras que exigen en cámara no aparecen en la Cámara. Y a todo esto el contexto vital de la indignación de la gran mayoría de la sociedad por el acceso privilegiado a las vacunas y la repudiable manifestación con bolsas mortuorias.

Los episodios de las últimas semanas no sorprenden en la historia política de nuestro país en cuanto a nivel de violencia y confrontación. Tampoco sorprende que la mayoría de sus actores sean los mismos desde hace tres décadas. La conexión es obvia: la profesionalización de la política en la Argentina se salta la parte del aprendizaje para directamente encauzarse en la repetición de conductas deplorables. Algunas tácticas, otras prácticas, y algunas simbólicas. No se termina de comprender desde lo institucional como el presidente utiliza un discurso para lo que posiblemente sean clips electorales. No se entiende cómo un diputado de la oposición desaforadamente interrumpe e instiga a las autoridades de la Asamblea. Mucho menos se comprenden los "revisionismos históricos express" en canales de televisión intentando desmemoriar las heroicas figuras que lucharon por los derechos en nuestro país.

La tercera ola

Ante tanto berrinche político, es imposible no mirar a la realidad. Lo único constante. La realidad es que Argentina y el mundo atraviesan la(s) crisis más impactante desde la Segunda Guerra Mundial. Quizás sería demasiado pedir a la clase política que su representatividad sea basada en datos, la historia y el expertise, pero negar la realidad es increíble. La realidad es la pandemia. Y la realidad empeora cuando se percata que el invierno se aproxima. Volver al concepto: la pandemia y el invierno. Desde lo epidemiológico, la segunda (o tercera) ola de COVID es más fulminante que la primera en contagios, muertes, destrucción de la poca normalidad recuperada, y expectativas económicas. Basta con mirar al mundo. En el Reino Unido -por experiencia propia- en junio del 2020 en pleno verano la normalidad era tangible. Ni la utilización de barbijos era necesaria. Al llegar noviembre, la puerta del invierno, y sin nuevas cepas del virus, el país estalló en casos y muertes. En menos de 4 semanas hubo más muertes que en 4 meses. La solución: la vuelta atrás a un confinamiento total que todavía persiste. Sí: todavía persiste. Y no, la Argentina no tuvo la cuarentena más larga del mundo, por lejos.

Tres claves y dos urgencias

Desde el plano político, la pandemia y el invierno también se aproximan. Los años electorales suelen ser de bonanzas artificiales para justificar un eslogan eleccionario y una promesa ya oída: un cambio. Los cambios que nos prometen son más bien la continuidad de tres factores.

El primero, un sistema partidario obsoleto con una profunda crisis de representatividad e identidad. El mejor ejemplo es probablemente cualquier partido político en Salta.

El segundo factor es la imperiosa necesidad de proclamar optimismo y certeza con promesas de campaña irrealizables, insostenibles o faltas de diagnóstico. El ejemplo: proclamar la importancia de la salud pública y luego desatender el manejo de la vacunación, y que ello derive a casos de corrupción. La injusticia moviliza, y los gobiernos todavía no se han dado cuenta que ante la escasez se necesita más control, no menos. Más transparencia y comunicación; no menos.

El tercer factor de un invierno en pandemia es que Argentina no vive aislada del mundo. Brasil atraviesa los peores picos de COVID, el 90% del mundo todavía no recibió una sola dosis de la vacuna, y los virus mutan. El acuerdo con el FMI todavía acecha a la realidad macroeconómica, y la debilidad de las monedas emergentes ante un contexto de calentamiento inflacionario en países centrales, no augura buen tiempo. Tres factores que la mayoría de la clase política no analiza, no entiende o no planifica corregir. Tres factores que ante un invierno que se aproxima, la pandemia sólo incrementará el riesgo, y el efecto negativo.

En una realidad alternativa de la Argentina, lo necesario parecieran ser dos cosas: la calma y la previsión.

 Dos cualidades o comportamientos que escasean en toda la clase dirigencial y que no es estimulado desde los medios.
La constante atención al drama, lo polarizante y la grieta, vende. Pero esas ganancias son a costa de un país que quiere vivir en paz. 
La calma pudo haber sido expuesta y ejemplificada por el presidente en una ceremonia solemne en la apertura de la Asamblea Legislativa sin cambiar una sola coma de su discurso. La clave está en las formas y lo simbólico. Quizás sea un fenómeno puramente relacionado a las capitales del poder, donde la hipérbole siempre le gana a la calma, a lo ceremonial. La previsión es la hermana de la calma.
Un comportamiento que la oposición podría haber exhibido en la proclamación de alternativas políticas en proyectos, y no en declaraciones rimbombantes mezcladas con el uso del odio. Más bien, prever los anuncios del ejecutivo para superarlos en su comunicación política y substancia descriptiva. 
El presidente también debe ejercer la previsión. Sobre todo ante el invierno que se aproxima y la necesidad de volver a darnos cuenta que vivimos con barbijo en mano y distanciamiento permanente.
Prever en un discurso y acciones de gestión que posiblemente volvamos a transcurrir un momento de más contagios y muertes, es necesario para preparar la atención de la ciudadanía al riesgo. No es ni mentir ni exagerar, es mirar la realidad. Con esto, prever el enojo social frente a la injusticia del acceso privilegiado a la vacuna y hacer tres cosas más bien simples: pedir perdón, extremar controles y transparentar la información. 
Una realidad alternativa en la Argentina, que quizás nos toque vivir en algún momento.
La pandemia no ha concluido, los riesgos existen, y un sinfín de cuestiones han sido transformadas por lo que nos ha pasado en el último año. Todavía nos queda atravesar el invierno. Por eso, a modo de plegaria, no bajar la atención a los cuidados y participar en este año electoral buscando lo que falta: calma y previsión.

* Mg. Políticas Públicas. Co-Director Jiménez / Buttazzoni Consultoría

 

 

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