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La desmemoria: ¿por qué será que donde nació no se festeja?

Hace 130 años cambiaba la historia en EEUU. Miles de obreros se pararon para terminar con las jornadas laborales sin límite y lograr 8 horas de trabajo, 8 horas de hogar y 8 horas de descanso.
Sabado, 13 de marzo de 2021 19:10
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Hoy amaneció muy frío. Salgo a mi vivencia de cómo será ser mendigo en Estados Unidos. Con zapatillas más o menos sucias, un pantalón de gimnasia gastado de no hacerla, la camisa de frisa con cuadros grandes que tapa una camiseta raída mangas largas y con el infaltable gorro de lana, hacen un contexto a mi barba de dos meses.
Estos tiempos son especiales para esta experiencia, estamos en vísperas del día más festejado del planeta y el que menos gente sabe su historia.
Hace 130 años aquí cambiaba la historia. Miles de obreros se pararon para terminar con las jornadas laborales sin límite y lograr 8 horas de trabajo, 8 horas de hogar y 8 horas de descanso.
Ese 1 de mayo venían de todos lados, bajando por Michigan o el canal, no importaba; algo trascendental estaba ocurriendo: empezaba la huelga por las 8 horas. Más de 70 mil marchando por la ciudad del viento y 150 mil obreros más adhiriendo. El 20 por ciento de los empresarios se sumaron aceptando el pedido, pero la inmensa mayoría prefirió jugar a “quién tiene más poder”. Los días se sucedieron con la potencia y la permanencia de 10 horas en los mitines, estaban acostumbrados pues ya trabajaban jornadas mínimas de 12 horas.
Y fue en la fábrica industrial agrícola McCormick, donde no solo se trabajaba a destajo sino que arbitrariamente se descontaba salario para la construcción de una iglesia. El dueño de la fábrica había contratado trabajadores rompehuelgas, los conocidos esquiroles o carneros, y a la salida del turno, mientras sonaban las sirenas, los arengadores antihuelga y los cientos de reclamadores se trenzaron, las fuerzas del “orden y la justicia” arremetieron y dejaron un tendal de heridos y 6 muertos. Así comenzaba la primera matanza de mayo.
La ciudad literalmente estaba parada. El Chicago Tribune blindada los acontecimientos. Al otro día, el punto de concentración fue la mítica Plaza Haymarket, donde miles se congregaron para escuchar a los oradores que clamaban por el reordenamiento horario. De repente, lo nunca pensado: un provocador tiró una bomba que mató a un policía y sobrevino la brutal represión. Comenzaron los allanamientos y los arrestos. Aquellos que trataban de defender a los detenidos caían bajo sospecha. Dieron orden de arresto contra los líderes obreros Albert Parsons, August Spies, Samuel Fielden, Michael Schwab, Adolph Fischer, George Engel, Louis Lingg y Oscar Neebes. Todos ellos fueron formalmente acusados de incitar al asesinato y de matar a un policía, pero en realidad los estaban juzgando por sus convicciones políticas.
En solo siete meses ejecutaron en la horca a 4 de ellos, otro se suicidó y los demás fueron condenados a cadena perpetua.
El mundo estaba conmocionado, hasta el eximio escritor William Howells escribió en el New York Times: “... esta República libre ha matado a cinco hombres por sus opiniones”.
Qué paradoja: en esos mismos meses de aquel mismo año se inauguró el ícono norteamericano la estatua de la Libertad.
Hoy, como en aquellos días estuvo lloviendo. La calle Michigan está repleta de negocios donde se pelean las marcas, los autos juegan a no parecerse, las sirenas de las ambulancias avisan de otro que el corazón le hizo un piquete, y los trabajadores ni remotamente saben que allí nació la fecha más festejada en el planeta. Cómo saberlo, si desde chiquitos se buscó ocultarles la historia.

La paradoja

Aquí en USA hoy no es el Día del Trabajador, aunque el mundo lo haya tomado. Qué paradoja: donde nació no se festeja.
Despliego mi cartel de pedigueño, me meto entre los autos, esquivo los Cadillac, los Chevrolet, los Nissan y los Lexus. El semáforo rojo es muy corto, pero sigo arriesgándome con el tiempo del verde. Atrás los corredores pasan buscando estar en forma.
Camino hacia Haymarket y una escultura conmemora la gesta, son los oradores sobre una estructura de un tren como en aquella época.
La gente pasa sin mirar, cada uno en su resistencia y por esas cosas de la vida atrás se está construyendo un edificio y el cartel de la empresa grita Power, y no puedo dejar de relacionar. Me entero que hay marcha organizada para elevar el salario mínimo y en contra del racismo.
El nuevo McCormick se llama Donald Trump. Hacia allí los inmigrantes de piel cobriza se enfilan, extranjeros como aquellos mártires de 1886 y nuevamente no puedo dejar de relacionar.
Y así, de aquella lucha por 8 horas de trabajo, 8 horas de hogar y 8 horas de descanso, pasaron ya 130 años. 8x8x8=130 es el mejor reflejo de cuando las multiplicaciones ilimitadas no dan.
Hoy a la tarde vendré a acompañarlos, solo habrá un puñado de románticos de la resistencia, pero sin romance no habría historia.
Concurro ya no de pordiosero o mejor dicho un poco menos pordiosero, entremezclado con los románticos, me asombro, me angustio, me pongo feliz como cualquiera que piensa que podemos mejorar el mundo para todos.
Feliz Día del Trabajador para los que lo son y más fuerte abrazo a los que no lo pueden festejar. Liderazgo es crear puestos de trabajo dignos.
¿Cómo honrar a aquellos que entregaron sus vidas por derechos que estás gozando?
¿Cuál es tu desmemoria más  inmemorial?
 

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