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27 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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Pos PASO: Unidad o debacle

La crisis posterior a las PASO parece haber entrado en un paréntesis, pero los cambios improvisados no despejan la fragilidad institucional del país.
Miércoles, 29 de septiembre de 2021 02:28
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Primero, las buenas noticias. Lo que parecía que evolucionaba a una gran crisis institucional generalizada en nuestro país, terminó siendo algo menor y por dentro de la coalición gobernante. El riesgo latente de descomposición interna del oficialismo podría haber causado un efecto dominó, trascendiendo un tema meramente interno en un drama nacional.
Por lo pronto queda muy claro que la falta de síntesis y trazado grueso de la identidad política del Frente de Todos sigue en la columna del debe. Entre la carta de la vicepresidenta, las renuncias fallidas en masa y los no-nuevos nombres, el Gobierno nacional estira hasta noviembre sus chances de relanzamiento, dependiendo de una gestión que necesita de grandes hitos para transformar la percepción pública actual.
El presidente, herido por los vaivenes internos, tiene el doble desafío de recomponer su propia marca y estatura, como la del frente que dice liderar.
En esto la táctica de oxigenar la gestión con cambios de ministros es válida.
Es válida en Argentina como también lo fue la semana pasada en el Reino Unido, donde casi la mitad del gabinete cambió al término de 2 días.
Claro, la gran diferencia -que es algo totalmente alcanzable en Argentina- es la hipercoordinación política y comunicacional de cada cambio desde Downing Street.
Las comparaciones son odiosas cuando no vienen por el lado de ofrecer una alternativa que podría funcionar en la Argentina; depende todo de la inversión en planificación.
Por eso, el acto de asunción de los nuevos ministros también revela un gran salvavidas de hierro para el presidente.


Por un lado, necesita de personas que entiendan más de las clavijas del Estado que de sus temas técnicos específicos. Pero, al darle más volumen político a las áreas reemplazadas también incrementa el riesgo de medidas erróneas, declaraciones chocantes o “gaffes” en la comunicación política de mayor envergadura.
Entre los ministros que toman la batuta, algunos en particular pueden correr más riesgos que otros.
En esa lista está el flamante nuevo canciller y el viejo conocido Aníbal Fernández.
Al nuevo canciller, Cafiero, no se le conoce ningún pergamino que encaje con sus nuevas responsabilidades. Nadie pide la continuidad de Solá, que en camino a la cumbre de la Celac, en la cual Argentina tomaba la presidencia, se enteró que era expulsado del gabinete.
Pero, con la espalda de haber sido gobernador de la Provincia de Buenos Aires, y de gran afinidad original con el Presidente, uno podría tolerar cierto tiempo de aprendizaje. Lo cierto es que su gestión quedará en el olvido o en la memoria de los estudiosos lamentando la falta de coherencia en la política exterior Argentina durante su gestión.
El canciller Cafiero, en contraste, carece de experiencias mínimas cercanas a su función y esto podría acrecentar el manejo dispar de políticas de Estado, como Malvinas, que requieren de una gran atención al detalle. Pensar en la gestión de las relaciones internacionales como premio consuelo dentro del gabinete nacional habla por sí solo de la situación. 
Por otro lado, Aníbal Fernández es de los políticos nacionales con imagen negativa más alta del país por su frontalidad, errores de gestión pasados y embrollos personales. Es muy posible que su inclusión en el gabinete reste votos a la coalición gobernante dentro del votante moderado, pero al mismo tiempo es posible que la cartera de seguridad consiga la deseada coordinación nacional en temas muy delicados con alguien conocedor de las internas de seguridad. A veces restar es sumar en la estrategia política del armado.
Aún con el beneficio de la duda, es llamativo que en la jura de los nuevos ministros la vicepresidenta no haya estado presente. Las distancias políticas a veces son más notorias que las físicas. Pero también devela un problema, que aun ganando las elecciones de noviembre todavía seguirá siendo parte del ADN de la coalición gobernante. Ese problema no es otro que la falta de coordinación institucional interna para resolver dudas de identidad, políticas públicas e imagen hacia el electorado. De alguna manera es remarcar lo obvio: a más institucionalidad, menos riesgos de desplantes públicos que destruyan la percepción y confianza en el gobierno. Sinceramente, una deuda de toda la política, no solamente en esta etapa.
Pero, en el contraste también está la diferenciación. En esto Juntos por el Cambio ha logrado mostrar la imagen opuesta, de conciliación, de organización y de aglutinamiento hacia una idea todavía efímera de alternativa. La evidencia del gobierno de Mauricio Macri dejará claro que queda mucho camino por recorrer, corregir y hasta reformar los pilares políticos de la coalición opositora. Por ejemplo, en términos de crítica hacia las medidas de cuidado y enfrentamiento a la pandemia. No queda tan lejos el momento en que algunos referentes de la oposición pedían las mismas medidas que hoy se anuncian, pero no festejan.
Sinceramente, la otra gran deuda de la política argentina: la coherencia. Aun así, la oportunidad de contrastar entre las peleas viscerales y epístolas explosivas con una reunión coordinada de trabajo causa un diferencial en la percepción del votante. La oposición -como el oficialismo- saben que la campaña hacia las elecciones generales de noviembre no es un “fait accompli” cuando se hace un análisis finito de los votantes que se quedaron en casa. Solo en la provincia de Buenos Aires, más del 70% de votantes que no concurrieron a las urnas votaron al Frente de Todos en 2019. Por lo cual parte de esa concurrencia puede traccionar en porcentajes cercanos a un empate o victoria en territorio bonaerense.

Salta en la coyuntura

En Salta capital la dinámica es similar pero la oferta electoral tiene más representación en sectores más cercanos a la centro-derecha de Juntos por el Cambio que la centroizquierda del Frente de Todos. Es muy posible que, en noviembre Salta reparta sus diputaciones en los tres tercios mejor parados en las PASO.
Aún así, siendo la figura del gobernador positiva, en caso de lograr una diputación por Unidos por Salta, será victoria doble, por los dos espacios que hoy se disputan el sello saencista.
Aún así, por los vaivenes nacionales, será muy difícil poder despegarse de la crisis nacional del Frente de Todos cuando en Salta la gestión no tiene referencia con el Presidente.
A los candidatos que intentan disputar el mensaje nacional les costará justificar la debacle pos-PASO e inclusive será difícil confrontar al votante que pide tranquilidad, coherencia y calma.
En ese contraste, también hay un riesgo para la gestión provincial que carece de resultados en áreas clave, como la reactivación económica, el relanzamiento de la educación presencial, el aumento del número de vacunados, la generación de empleo y refuerzo contra la inseguridad. Los grandes temas en Salta hoy no tienen respuesta ni desde un cambio de gabinete ni cambios de rumbo ni nuevas medidas que apunten a salir de la chatura pospandémica. Inclusive se podría argumentar que en Salta sobra contexto y punto de partida en la reforma de la Constitución para relanzar la relación con el ciudadano.
En comparación con los temas nacionales, Salta podría posicionarse pionera en el país desde su Carta Magna, con un esquema político moderno, cercano, transparente y eficaz. Pero, esta oportunidad histórica parece haber quedado en lo último de las prioridades del Gobierno y del Poder Legislativo. En esto también se nota la falta de un plan de gobierno que sepa leer los resultados de las PASO.
La reforma de la Constitución es un punto de partida envidiable para cualquier jurisdicción y fuerza política que quiere quedar en la historia. Pero sin debate preparatorio, sin ejercicios técnicos de alternativas, sin involucrar a la sociedad civil y el ámbito universitario, la reforma padece el riesgo de quedar como una simple promesa de campaña con un umbral bajísimo de apetito por la excelencia, la trascendencia al futuro y la ambición de legislar para las próximas generaciones. Por ejemplo, al no considerar más derechos sociales, ambientales y políticos.
En Salta estamos todavía a tiempo, y a nivel país noviembre será el punto de reflexión máximo para saber cómo evoluciona el experimento de coaliciones de gobierno sin identidades fuertes. En ambas situaciones, el votante, el ciudadano estará pendiente de la reacción. Con o sin cambios de gabinete, las necesidades pendientes urgen.
 

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