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26 de Agosto,  Salta, Centro, Argentina
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¿Y si le damos un recreo a mamá?

Martes, 11 de enero de 2022 21:51
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El reciente estreno de la película “La hija oscura” (The Lost Daughter) muestra como pocas veces se ha visto a la maternidad. Desnuda las grandes demandas y frustraciones que esta implica. Las expectativas de la sociedad sobre las supermamás son altas, y la crianza es muchas veces intensa y hasta frustrante. La protagonista, que dejó a sus dos hijas a cuidado de su padre, Joe, durante tres años, cuando tenían 5 y 7, se autopercibe una madre antinatural. Después de casi 20 años todavía carga esa cruz.

Es interesante este destello de honestidad sobre lo que la maternidad, las tareas de cuidado y las tareas domésticas implican en la vida de las mujeres. La sociedad tiene varas de diferentes medidas para juzgar la paternidad y la maternidad. Es corriente y está naturalizada la ausencia de los padres.

Algunas notas sobre la película titulan “conflictos con la maternidad”, “la maternidad bajo la lupa”, “maternidad sombría”, nunca hày conflicto de paternidad ¿no? El padre de las niñas no tuvo reparo en dejarlas con su madre, durante días y en varias oportunidades, por asuntos laborales. Pese al clamor de esa mujer que le declaraba no saber si podría con la situación. Situación con la que terminaba lidiando exitosamente.

Ojalá corriéramos la lupa sobre esa paternidad que da por sentado que la madre estará ahí, incondicionalmente, una no-paternidad. Una paternidad que puede ausentarse con legitimidad /aval social, legitimidad de la que las madres no gozan.

Un padre que pide de rodillas a Leda que se quede. No por amor, sino porque “son unas niñitas, ¿cómo lo voy a hacer?” Nunca, antes o durante sus ausencias, él había notado que eran unas niñitas y que su madre quizá no sabría sola cómo afrontar todo lo que la crianza conlleva.

Tras la frustrada petición, amenaza con llevar a las niñas con la madre de Leda. Esto revela dos aspectos interesantes. Uno, son las mujeres quienes desde niñas hasta la vejez principalmente (y en ocasiones exclusivamente) se dedican a las tareas de reproducción de los hogares (cuidado y quehaceres). Dos, los hombres no se involucran lo suficiente en estos menesteres.

La situación: las mujeres que solo trabajan en el hogar dedican jornadas extensas al trabajo, jornadas que no pueden compararse con ningún otro sector productivo. Madres con niños pequeños, están alertas durante el día y aun durante la noche o mientras van al baño, todos los días de la semana, todas las semanas del mes y todos los meses del año.

Es un trabajo muy distinto a cualquier otro. El resto de los trabajos permite un descanso, quizá los fines de semana, fuera del horario laboral, aun en la oficina mientras vas al baño, o en el mejor de los casos en vacaciones. Aun así, ¿cuántas veces no nos hemos sentido colapsados por nuestro trabajo? Bueno, el cuidado es más que full time, sin descanso.

Las madres participan el doble que los padres en las tareas de cuidado y les dedican cuatro veces más tiempo. Las que trabajan no han abandonado las tareas de cuidado, caen en lo que se dio a llamar la doble jornada de trabajo; una en el mercado y la otra en el hogar. Realizan tareas simultáneas; cuidan, a la vez que cocinan, lavan y enseñan. Todo eso, y más. Por eso cuando contamos las horas del día de las mujeres en encuestas de uso del tiempo, una jornada laboral supera las 24 horas.

Las tareas de cuidado y quehaceres domésticos se aprenden, son una característica cultural. Mujeres y hombres están preparados para aprender y asumir esas responsabilidades. Necesitamos que hombres igual que las mujeres paternen, críen, limpien, cocinen. Si no las mujeres no solo se están ocupando de personas dependientes como niñas, niños y ancianos o enfermos, sino también de adultos autónomos, sus esposos.

Invito a padres a empatizar con ese hombre superado por la crianza de sus hijas. Seguramente es más difícil ponerse en el lugar de las mujeres. Estoy segura, que el colapso y huida de Leda no hubiera sido tal si en esa familia hubiera existido la corresponsabilidad balanceada en la crianza y en las tareas del hogar. Esa responsabilidad compartida traerá grandes frutos a nuestra sociedad, dará espacio al desarrollo personal de las mujeres, sensibilizará y humanizará a los hombres, y así gestaremos una socie dad cada vez más solidaria.

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