inicia sesión o regístrate.
El futuro de la guerra es incierto y no sabemos si lo peor aún está por llegar. Si bien la recuperación de la ciudad de Kherson ayuda a los ucranianos a mantener la esperanza y seguir firmes en el frente defendiendo su país, eso no significa que la guerra no continúa. Todo lo contrario, se temen represalias inevitables aún más fuertes por parte de Rusia, ya que esta ciudad es estratégica. Si los rusos lograban controlar Kherson hasta el invierno era un buen signo para Putin; la evacuación de los soldados rusos debilita aún más al ejercito, la moral de los soldados y la de los ciudadanos en general (hoy Rusia es el país que cuenta con mayor número consultas a psicólogos y consumo de antidepresores) entre las otras innumerables consecuencias de la guerra.
Cabe recordar que Kherson es una de las 4 regiones que, en pleno conflicto aún, fue anexada a Rusia después del absurdo referéndum.
En los medios de comunicación rusos el discurso empieza a cambiar de tono. ¿Acaso es este el principio del fin de Putin?
Desde que comenzó, la invasión fue bautizada de diferentes maneras: desde la guerra irracional contra el Occidente, hasta la guerra de los embalses hidroeléctricos, de los drones, de los puentes, de las centrales eléctricas, la guerra del blackout eléctrico, guerra fría, energética, nuclear …
Imaginemos por un momento lo que significa que 1,5 millones de personas sufran de un corte total de electricidad, vivir sin agua, sin internet, sin comunicaciones, sin hospitales, sin comida ni calefacción, frente al crudo invierno que se aproxima. Sin embargo los ucranianos no esperan el fin de la guerra para resolver los problemas de infraestructura, lo hacen sin demora, en la medida de sus posibilidades.
Los rusos, desesperados, no tienen ningún reparo en hacer sufrir a los civiles, destruir todo lo que encuentran en el camino sin límites ni prejuicios. Putin quiere ganar la guerra a cualquier precio, sin medir las consecuencias.
¿Quién es Putin?
El "nuevo zar" se considera centinela moral de la tradición, de los valores familiares, de la religión cristiana; su régimen ofrece una versión muy personal de la división del trabajo. Existen prácticas dudosas en todos los niveles. Rusia es una autocracia legal pero como resultado de elecciones fraudulentas, tiene una Constitución forzada con el fin de prolongar el mandato presidencial, sin olvidar la serie de asesinatos a oponentes, violaciones permanentes a los derechos humanos e internacionales, anexiones fuera de la ley, masacres en masa, deportaciones, crímenes de guerra. Todo ello sin olvidar el culto a la personalidad, una comunicación que hace la apología del más fuerte y ganador tanto en el plano físico como en el económico. Su fortuna es incalculable; tiene millones de euros en sus cuentas personales y en inmuebles, a nombre de testaferros de confianza, "los famosos oligarcas rusos". Con el paso del tiempo su aislamiento gradual empeora y como jefe y presidente sufre de encierro psicológico y paranoia que afecta su discernimiento y lo aleja de la realidad.
A esto se suma la evocación de un pasado idealizado, el fanatismo de los valores nacionales y las aspiraciones imperiales.
Hasta la invasión en Ucrania aún lograba la adhesión y el apoyo de aquellos que detestan los EEUU, de los europeos críticos de la OTAN, de los detractores de la Unión Europea, los que reivindican el comunismo, fanáticos nacionalistas que existen en Rusia y como podemos constatar resurgen en varios países europeos. Hoy pierde adeptos y nos deja perplejos a los países de la Unión europea.
Aunque parezca paradójico, entre los más devotos se encuentran los ultraconservadores americanos, los fanáticos de la grandeza nacional, los que reverencian y asumen el culto de la fuerza del hombre viril. Putin recibía con frecuencia a los poderosos representantes y lobbistas de las armas de fuego americanos y mantuvo una relación muy fluida y con Donald Trump, con quien comparte ideales y cosas en común.
Las dudas de los republicanos
En Estados Unidos, en el marco de las elecciones de "midterms", la ayuda a Ucrania fue motivo de debate que divide a la clase política. Hasta el presente de manera casi unánime apoyaban los programas de ayuda masiva de la administración de Joe Biden y que Europa tanto agradece. Pero tal consenso empieza a manifestar signos de descontento y desaprobación. Todo indica que los miembros del partido republicano quieren disminuir de manera considerable la ayuda militar americana que tanto necesita Ucrania para hacer frente a la guerra. En gran medida dependerá de los republicanos en la Cámara de Representantes, que será renovada en su totalidad. En el caso del Senado, que solo renueva un tercio de las 100 bancas, existe mayor incertidumbre. En la carta dirigida al presidente Biden parlamentarios de izquierda le solicitaron revisar y frenar la ayuda militar
y económica que los EEUU aporta a Ucrania, junto con la ayuda vigorosa de la diplomacia para buscar otras vías más "realistas para terminar con el conflicto".
Zelensky observa con inquietud las consecuencias de estas elecciones.
¿Acaso el destino de la guerra se definirá en las urnas americanas?
Contra Ucrania y Occidente
Desde el principio de la guerra la estrategia de Putin no fue guiada por un sentido racional y ni estratégico, sino por la furia y el orgullo herido de haber perdido Ucrania y el rechazo al Occidente.
Nada lo frena, ni el fracaso de la ofensiva sobre Kiev ni las dificultades para controlar Donbass ni la derrota en Kherson ni la baja de sus soldados ni las sanciones sobre la economía rusa ni el descrédito internacional (Putin es el gran ausente del G20).
Nada parece persuadirlo de terminar con la invasión. Quiere la capitulación de Ucrania e indirectamente infligir una derrota a Occidente. Durante sus 22 años de gobierno no dejó de estar persuadido que su gran misión es restablecer la grandeza de su país, reforzar su posición en el mundo, frente a la dominación americana. Putin está convencido de que su actitud está justificada frente a la humillación occidental que comienza con la caída de la URSS y que debilitó y desmembró a Rusia. En su visión tan personal del mundo, ¡esta guerra era inevitable!
Y confía en que aún puede ganar la guerra.
Olvidando los fracasos y la experiencia americana en Vietnam o aquella de los soviéticos en Afganistán, parece convencido y nos envía claros mensajes de que la amenaza de la fuerza nuclear es una posibilidad, sin duda la ultima alternativa que le queda. Piensa que la utilización de armas nucleares es persuasiva y que le permitirá ganar, como si los miembros de la OTAN no pudieran responder con un contraataque de la misma o mayor envergadura.
El déspota sigue las viejas recetas de Stalin, la movilización de masas para hacer frente al enemigo y reprender a los soldados desertores, incluso a sus familiares. La confianza excesiva de Putin en sus fuerzas es insuflada por la elite de corruptos que lo rodea. Muchos de ellos mantienen una posición rígida que convierte a la agresión imperialista en lo que se conoce en Europa como "la guerra del terror".
La reacción internacional
La Comisión Europea propone ampliar las sanciones contra Rusia y su presidenta Úrsula von der Leyen prometió hacer todo para que se apruebe el octavo paquete de sanciones. En realidad ya se habían aprobado muchas medidas anteriormente, en particular el embargo del carbón, petróleo y gas, incluso con las consecuencias desastrosas que ellas provocan para los países de la UE, en particular aquellos que dependen del combustible ruso: el 75% de la energía de Alemania la genera el gas que exporta Rusia.
La Comisión intenta reforzar los dispositivos existentes y propone prohibir la importación productos rusos, en el orden de los siete billones de Euros y la lista de productos europeos que no podrán exportarse a Rusia, privando de esta manera a ese país de componentes y materiales militares, aeronáuticos, electrónicos y sustancias químicas especificas que son imprescindibles para el país invasor.
India y China, a su vez, empiezan a perder la paciencia y consideran que la guerra está durando mucho mas tiempo de lo previsto y que Putin no logra encontrar una solución al conflicto en el corto plazo.
Para China además existe otra razón particular: verificar cómo reacciona el mundo frente al conflicto en Ucrania. Xi Jimping y el PC chino tienen la intención de recuperar Taiwán, fruto también de la política nacionalista. Saben que si quieren entrar en conflicto bélico para recuperar Taiwán necesitan una fuerza militar fuerte y pueden sufrir represalias de parte de potencias occidentales.
Esta guerra mostró la nueva configuración de las coaliciones internacionales: por un lado Corea del Norte, Rusia, Irán (que hoy exporta los drones a Rusia) y por el otro los países de la OTAN, formando alianza entre Europa y EEUU. Otros, como India o Turquía, mantienen posturas ambiguas.
Si Putin llegara a decidir como medida extrema el uso de armas nucleares, esta guerra podría tomar un curso inesperado, los países de la OTAN no quedarán indiferentes a lo que algunos llaman la "tercera guerra mundial". De allí que el presidente Zelensky empieza a sentir la presión internacional para que reflexione frente a la posición que mantiene desde el origen del conflicto, y es la de no negociar jamás con Putin, cueste lo que cueste.