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"Se levanta a la faz de la Tierra / una nueva y gloriosa Nación/ coronada su sien de laureles/ y a sus plantas rendido un león /De los nuevos campeones los rostros/ Marte mismo parece animar/ la grandeza se anida en sus pechos/ a su marcha todo hacen temblar". (Del Himno Nacional Argentino)
Campeones, papá, campeones. Ya pasó todo y al cierre de este boletín está ultraconfirmado que, en fútbol puro y duro, Dios es argentino. Su atención por favor: a los admiradores y envidiosos los atendemos, sin cita previa, de 0 a 24. Nuestro lema para estas ocasiones es cordial y piadoso: "Vaya a llorarle a Cristo que está en el altar".
¡¡Campeones hermanito!! ¡¡ Cuántas cosas contenidas que se mezclan!! ¿Vos ya lloraste o te has mordido para no aflojar? Ojo, especialistas dicen que no es bueno sofrenarse así. Qué domingo, somos millones y las calles están de bote en bote. El calor por suerte aflojó y el celu (guarda no te lo escruchen), no se cansó de fotear. Estábamos 2 a 0 y les dije a mis compañeros de telexpectación que para mí íbamos a los penales. Al miedo le dicen intuición. El guión sufrido ha resultado ideal para la épica. Otra vez nuestro oficio en los 12 pasos nos ha dado la gloria.
Como en cualquier cataclismo, te apuesto lo que quieras de que te acordarás toda la vida dónde y con quién estabas cuando viste esta terrible batalla para traernos la Copa. Cortando clavos, como es nuestro destino.
Los códigos futboleros son sagrados. Por eso, es un placer inconfesable para el "fair play" ver esa cara final de Mbappé, rumiándola con su botín dorado en mano. Es muy feo, lo mismo que sintió Messi en el Maracaná. En aquel último vicecampeonato al que fuimos en masa (no en massa), en coche o colectivo, con o sin entradas, un puñado de reales, bolsa de dormir y bermudas.
Qué distinto a este Mundial, con caviar, pero sin rusos, en el "culis mundo" lujoso de Qatar. Al que pese a todo hemos llenado de criollos, como decía la canción de las Malvinas. No hubo distancias, al final fuimos miles y le hemos puesto calor humano a la lejanía petrolera climatizada. Anote la FIFA, mejor nos llaman en sucesivas justas, estos jeques platudos pueden dar fe de que además del buen pie de la Scaloneta, nada mejor que esta cumbia del Cono Sur para animar fiestitas.
Paréntesis: seguimos condenados a no tener a nuestros más altos dignatarios en el palco de honor. Emmanuel Macron, que anda hambriento de gas, fue un hooligan solitario hoy en las alfombras rojas y en la premiación. Del PEN argentino, esclavo de su discurso austero, no había ni un bedel. En tiempos de textos de extrema mishiadura mejor que ni te vean en los fastos. Así todo, no faltarán videítos de la contra que harán Tik Toks de políticos y amiguetes dándose gustos en la meca del fútbol.
Me postean en un chat familiar las fotos encopadas de Kempes, Maradona y Messi y me acotan que "somos afortunados". Y cómo que no: en 44 años mojamos tres trofeos, y otros dos se nos escaparon por pelines. Con militares o en democracia aprendimos a reinar y a ser temidos, aún en el mundo árabe que "batea la belota" cada vez mejor y esta vez nos dio un susto. Todo bien, somos lo más pero porfa paremos aquí con el inventario y balance, porque en este medio siglo nos hemos comido disgustos extrafutbolísticos que serían largos de enumerar.
Mañana, pasado y pasado, la historia continuará en este rincón del globo. Seguramente un poco más desorganizada y tercermundista. Será difícil encauzar tanta emoción y sobre todo volver a trabajar. Pero nos acabamos de dar un gustazo único en la vida. En todo el país hemos cantado "Muchaaaachos... lo mismo que en cientos de ciudades del mundo, donde hay miles de compatriotas exportados por los diversos huracanes que supimos conseguir.
Todo es alegría por estas pampas. ¿Qué sentirá Lionel?, no el sorprendente Scaloni, sino el Rey, cuyo trono hoy nadie discute. Un diario esta semana ha mostrado que, entre pitos y flautas, en un mes gana lo que vos o yo en la vida. Pero le faltaba esta gloria, toda y a sus pies, como en la canción patria que a partir de esta Copa el team argentino comenzó a cantar con furia, como lo hacen todas las selecciones del mundo.
Es la hora de la adoración y el éxtasis. Todo el cariño es para estos pibes europeos que les han dado una lección de lindo fútbol al planeta. Qué alegría, entre tantas penitas, la que acabamos de clavarnos entre el pecho y la espalda. Muchas gracias, a quien corresponda.