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Estado y parálisis

Viernes, 23 de diciembre de 2022 00:00
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La palabra es el origen y fundamento de todo. Ya lo dice el Evangelio, primero fue el verbo… Esto es especialmente cierto para un gobierno, en el que su legitimidad depende del valor de su palabra.

Hay dos categorías: la hablada y la escrita. En ambos casos es menester el mayor cuidado por sus efectos en el orden jurídico y social. Para la escrita, que exterioriza por excelencia la palabra del Poder Ejecutivo (especialmente por decretos), los pruritos son todavía mayores. Es por eso que se debe fundamentar bien el porqué de las normas, y luego ser claros y concisos en lo que se conoce como parte resolutiva, que es la que ordena y manda.

Desde hace veinte años que la palabra escrita de los gobiernos nacionales viene en decadencia. En esa manía absurda de reinventar todo, se impuso un ciclo normativo de abuso y desviación, en el que los fundamentos son largos circunloquios que no dicen nada o, lo que es peor, lo indebido. Y la parte resolutiva suele ser confusa y mal escrita. Empezó con las barbaridades pesificadoras, pasó por la ola expropiadora, y la caída libre llega hasta hoy.

Alcanzó la apoteosis del ridículo el lunes, con un decreto que declaró feriado para que "el pueblo pueda expresar su alegría" por el campeonato mundial de fútbol que ganó nuestra selección, la de todos. Por donde se lo mire es el ejemplo del ridículo jurídico y de lo que no se debe hacer. Un ejemplo para facultad de derecho, que enseña todo lo que no corresponde en derecho administrativo.

Por empezar es el resultado de lo subitáneo, del capricho de lo imprevisto. Se dicta tan sólo unas horas antes de su ocurrencia. Por seguir, viola artículos varios de la Constitución Nacional, empezando por el primero, que establece un sistema federal de gobierno. No es raro: un gobierno hiper centralista, que en este caso frena un país por un recorrido de unos pocos kilómetros en la Ciudad de Buenos Aires. Por terminar, y como si fuera poco, la cláusula del progreso, el derecho a trabajar, y sigue la lista.

Todo para que "el pueblo pueda expresar su alegría".

Sin dudas es inconstitucional y sin dudas hicieron bien varios gobernadores en oponerse. Pero ese, a esta altura, es un problema menor. Lo grave es el proceso acelerado de deslegitimación, por la devaluación de la palabra gubernamental. Este decreto es síntoma de un tocar fondo, es un reflejo descarnado del no saber qué hacer y, ante la duda, dicto una norma infundada, sinsentido e inconstitucional. En un decreto, un catálogo de desviaciones de poder.

Estado y parálisis. Así llamaba Ortega a uno de los peores vicios del ejercicio del poder. Un gobierno debe poner a una sociedad en funcionamiento, debe favorecer, a través del Estado, la dinámica y la acción, base del progreso. El pueblo expresará su alegría por un enorme logro deportivo; esperemos que el Estado no siga paralizando con asuetos y feriados.

 

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