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En Salta, más de 60 mil estudiantes van a escuelas sin agua potable y sin infraestructura básica para estudiar.
¿Se puede educar sin agua?
Es una pregunta hipotética que me llevó a hacer algunas reflexiones sobre el impacto que tiene esta problemática en el proceso educativo, y sobre el cual no siempre se pone el foco de atención cuando se habla de la calidad educativa.
Es tan importante contar con acceso al agua potable para el desarrollo de las regiones que entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) adoptados en el marco de la ONU, el sexto de ellos promueve la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y del saneamiento para todas las personas; si esto no se logra se corre el riesgo de no lograr los otros objetivos propuestos como son los relacionados con la reducción de la pobreza, la igualdad de género, el crecimiento económico, las ciudades sostenibles y el medio ambiente por ejemplo, y solo por mencionar algunos.
Cuando pensamos la relación del agua con las instituciones educativas, inmediatamente se nos viene a la memoria una práctica generalmente aceptada, en los establecimientos educativos urbanos principalmente, que cuando no hay agua se cierran los baños e inclusive se mandan a los alumnos a la casa y se suspenden clases si la problemática persiste, hasta que se resuelva. Hecho que seguramente se intensifica con los cuidados propios de las condiciones higiénicas por las que se debe velar contemplando la pandemia.
Pero indagando sobre la realidad de algunos establecimientos educativos rurales, y también varios urbanos, el problema de la falta de agua es más profundo; en muchos casos el rol de los directivos y docentes no es solo educar sino también preocuparse y ocuparse de la problemática de la falta de agua agravado por el hecho que muchos de estos establecimientos son lugares de asistencia comunitaria y donde funcionan los comedores donde se alimentan miles de alumnos en condiciones de pobreza extrema en muchos casos haciendo que la situación se vuelve más dramática.
Sin agua y sin nada
La falta de agua potable tiene relación directa con la vulnerabilidad social y desigualdad a la que se ven expuestos miles de niños que asisten a esas escuelas. En estos casos, hablar de calidad educativa pasa a un segundo plano ya que, al no contar con este recurso fundamental, diariamente y de manera fluida, afecta su calidad de vida, su salud, las condiciones de equidad y las educativas principalmente.
Los directivos, docentes y estudiantes, en lugar de priorizar los temas relacionados con las mejoras de aprendizajes, están preocupados en resolver diariamente las condiciones mínimas para que ello suceda, como lo es, contar con agua potable en el establecimiento. Y es perfectamente entendible.
Pero este problema tiene relación directa con otros que también hay que atender si es que se desea solucionar el primero: por ejemplo, contar con buenas condiciones eléctricas para que funcionen de manera óptima los recursos relacionados con el problema en cuestión; o contar con los pozos y filtros necesarios para potabilizar el agua, velar por la visita permanente de camiones cisternas, etc.
En la percepción de los directivos y docentes que trabajan en estos establecimientos donde la falta de agua es un problema importante, el foco de sus preocupaciones y prioridades están relacionados con el abastecimiento fluido de la misma y luego le siguen planificar y gestionar otras cuestiones como las conexiones a internet, la calidad educativa y cómo mejorar los resultados de las pruebas Aprender.
Como señalamos al comienzo, en nuestra provincia, alrededor del 18% de la matrícula total de estudiantes pertenece al ámbito rural, donde muchas veces el problema se acentúa; más de 60 mil alumnos estudian en establecimientos educativos rurales y que potencialmente pueden verse afectados por problemas de infraestructura básica para poder estudiar, como lo es contar con agua potable.
Solo en departamentos como Orán o Rivadavia esta problemática llegaría a afectar a más de 6 mil niños en el nivel primario de escuelas rurales. Contar con estadísticas públicas ciertas de la magnitud del problema es difícil; poder conocer cuántos son los establecimientos afectados que no cuentan con abastecimiento de agua potable en forma fluida y pierden clases ante su falta es una utopía o saber los riesgos asociados a la falta de la misma o su calidad relacionados con la salud. Pero el problema es cierto y muy real para muchos de ellos.
Acciones paliativas
Ante la magnitud del problema, en estos últimos años se intentaron llevar a cabo varias acciones relacionadas con la obtención de agua potable y saneamiento porque la problemática no pierde vigencia y se intensifica cada vez más en toda la región.
Inclusive en nuestra provincia en el 2011 se aprobó la Ley 7.691 mediante la cual se creó el Fondo de Reparación Histórica del Norte cuyo objetivo principal fue el de generar financiamiento para realizar obras de infraestructura (entre ellas redes de agua) en los departamentos de Orán, Rivadavia y San Martín cuyos resultados relacionados con la dotación de agua se desconocen.
Lo que sí sabemos que el problema se agudizó más en estos últimos tiempos en la zona lo que llevó al corte de rutas por parte de varias comunidades indígenas que tratan de hacerse oír pidiendo obras.
Recientemente, como el nivel de reclamos por falta de agua y obras también se extendió a la capital provincial y zonas aledañas y el problema de falta de agua se agudiza en distintos puntos de la provincia, el Ente regulador de los servicios públicos convocó a una “Mesa del Agua” para tratar de encontrar una solución.
Independientemente de las acciones gubernamentales, cabe destacar la labor de los que siempre tratan de llevar soluciones puntuales y concretas, aunque sean de pequeña envergadura e insuficientes dada la dimensión de la problemática, como lo son las tareas de varias ONG en zonas críticas construyendo pozos de agua o la misma Cruz Roja que lleva a cabo acciones concretas instalando pozos para las comunidades originarias en el norte de la provincia, dotando de tanques con agua que recorren distintas comunidades e inclusive instalando bombas y filtros. Cabe destacar también el proyecto SENAF (de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia del Ministerio de desarrollo Social de la Nación en conjunto con el obispado de Orán junto a la parroquia San Ignacio de Loyola) que permitió conseguir un camión cisterna que distribuye agua a niños de pueblos originarios de Santa Victoria Este de las comunidades wichi, chorote, toba y qom. Pero no alcanza. Toda acción es importante pero pequeña ante la dimensión del problema.
Un problema que demanda un proyecto firme y compartido por toda la comunidad política de desarrollo humano, dejando de lado los intereses mezquinos y de coyuntura. Un problema que debe asumir y hacerse cargo la provincia.
Aprendizaje y agua
La falta de agua de buena calidad en las escuelas no solo afecta al desarrollo físico de los niños y a su salud, sino también su asistencia a los establecimientos y su rendimiento académico, especialmente para el caso de las niñas adolescentes cuando no cuentan con baños adecuados.
El ausentismo conduce a un rendimiento académico bajo e incrementa las tasas de abandono. Son muchos los establecimientos educativos que tienen dificultades con el acceso a los baños y a las instalaciones relacionadas con la higiene, como lavabo para manos, más aún con las condiciones higiénicas impuestas por la pandemia.
La OMS recomienda un inodoro cada 25 niñas y uno cada 20 niños. Difícil de alcanzar en las condiciones actuales donde hay establecimientos donde muchos niños deben compartir un baño, con suministro irregular de agua y que no tienen las instalaciones adecuadas para lavarse las manos. Hay datos ciertos que dan cuenta de que el rendimiento escolar es mejor si se tiene acceso al agua lo que demuestra una fuerte relación con los resultados de aprendizaje. Hay estudios sobre pruebas realizadas que dan cuenta que el rendimiento en matemática, lectura y ciencias en niños de nivel primario es más alto en las escuelas que tienen un buen acceso a servicios de agua que en escuelas que carecen de dicho servicio.
Si todos compartimos la preocupación por mejorar el aprendizaje y el rendimiento escolar de los alumnos, la cartera educativa, conjuntamente con el gobierno, deberían hacer un esfuerzo para destinar o incrementar las inversiones tendientes a mejorar la infraestructura y el servicio de agua en todas las escuelas de la provincia.
La provisión de agua debiera ser una prioridad, por el impacto que tiene en la formación de los recursos humanos para el desarrollo de la región.