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Por Ernesto V. Solá
Uno de los símbolos más trascendentales del gobierno de Roberto Romero fue la enmienda integral de la Constitución Provincial de 1986 gestada bajo su impulso, respetando la división de Poderes, la periodicidad de funciones, la autolimitación de mandatos. Tuve el privilegio de participar como constituyente en esa Reforma, y presidir la Comisión de Régimen Municipal, de la cual surgió la elección por voto popular de los intendentes.
Conformó un sistema político que se cimentó en base al respeto al adversario; de ello soy testigo por cuanto durante mi vida política y al ocupar distintos cargos electivos, sea como concejal, diputado provincial o convencional, en diversas oportunidades -aunque no coincidíamos por ser oposición- siempre exhibía sus diferencias con altura.
Las letras corrían por sus venas y su caudal de ideas fue canalizado a través de los periódicos que lo tuvieron como principal referente y fundador, buscando afanosamente preservarlos. En varias ocasiones, en oportunidad de llegarme al diario a entregar algún artículo y cruzarme ocasionalmente con él, manteníamos largas charlas sobre temas de actualidad los que enriquecía con su valiosa experiencia.
Promovió un cambio cultural en Salta, al facilitar la capacitación de jóvenes en el exterior, idea concebida para un futuro de grandeza, progreso, cultura y civilización.
Tuvo el gesto republicano de ser un leal adversario político de mi querido hermano Bernardo al pujar ambos por la gobernación de Salta en una contienda marcada por el respeto mutuo.
Comulgó en una visión regional aspirando a un Norte Grande integrado. Durante su gobierno puso todo de si para lograr un proyecto de Provincia y no ocupar la alta magistratura por el mero poder.