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Lágrimas de yacaré

Lunes, 28 de febrero de 2022 01:54
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Es una regla de la historia: todos los procesos revolucionarios devienen estructuras profundamente conservadoras. La utopía termina siempre en el anacronismo, fuera de época, de tiempo y espacio.

El último proceso populista que tuvo lugar en Latinoamérica se engalanó de revolución, pero no le dio la talla para tanto. Fue una intentona con dos aspectos salientes: un relato con algunos puntos cardinales (Estado omnipresente, derechos humanos, medio ambiente, pueblos originarios, género), que moldeó para dirigirlo especialmente a una sociología joven, que lo hizo propio. Eso explica desde los planes sociales indiscriminados hasta la reducción de la edad del votante a 16 años.

Estamos presenciando el anacronismo del relato, que se cae a pedazos a velocidad de vértigo, resultado de una pandemia que transformó gran parte de la sociedad, sus prioridades, su visión y expectativas.

Cada punto cardinal empieza a evidenciar una contradicción pasmosa entre las palabras y el mundo empírico. El de reciente caída es el medio ambiente, en el fuego de Corrientes.

La Constitución Nacional establece una obligación estatal ambiental ineludible: "Proveer a la protección de este derecho, a la utilización racional de los recursos naturales, a la preservación del patrimonio natural y cultural y de la diversidad biológica...". No hay mucho lugar para la interpretación, que se refuerza con tratados internacionales suscriptos por el país.

Aún así, contemplamos con estupor la reintepretación del mandato con una excusa formal: una cuestión de reparto de competencias entre Nación y Provincia.

Como si el federalismo fuera de negación y no de concertación ante la emergencia. Como si la flora y la fauna tuvieran que ver con ardides sofísticos, o la impericia pudiera explicarse desde la burocracia.

El discurso en apariencia vistoso da paso a las miserias, que lo explican todo: en el fondo se trata del campo y de una provincia opositora. Viejos resentimientos que impiden volcarse al porvenir, que crean dogmatismos osificados, sin plasticidad ni capacidad de incluir. Que se dirige a grupos sociales cada vez más cerrados, y no a una sociedad dinámica y en constante vía de transformación.

Con palabras hueras que han convertido en divinidades, en tótems que no se podían discutir. Claro, aplican para el Amazonas, pero no para nuestro Corrientes porá. Y en medio, un incumplimiento constitucional de aquellos, que amerita no solo una interpelación sino un juicio político. A veces perdemos dimensión de la gravedad institucional de ciertos comportamientos.

Estas violaciones a principios constitucionales traen consecuencias bien concretas: sean los muertos en la pandemia por falta de vacunas, la destrucción de la economía por el encierro inexplicable más largo del mundo, o por el incendio de una provincia argentina ante la indiferencia neroniana de algunos funcionarios.

La fábula es uno de los grandes géneros literarios. En nuestro país lo practicó Horacio Quiroga, que hizo hablar con maestría a los animales, pero nos dejó algo más importante, el aprendizaje de las moralejas: más que de cocodrilos, lágrimas de yacaré, ante la mentira que tiene patas cortas.

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