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China y su expansión hacia todo el mundo

Miércoles, 27 de abril de 2022 01:36
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Hace ya siete años que los diez países de la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental manifiestan su preocupación por la construcción de islas artificiales que lleva cabo China en el Mar de la China Meridional; consideran que existe un peligro que Beijing utilice esos inéditos enclaves territoriales como trampolín para controlar militarmente una región marítima de 2,25 millones de kilómetros cuadrados de extensión, extraordinariamente rica en pesca y otros recursos naturales.

Los chinos utilizan barcos de dragado y equipos constructores para convertir media docena de arrecifes de coral en bases militares con pequeños puertos. Uno de esos emprendimientos tendría una pista de aviación de 2.900 metros de largo. El temor de los países vecinos es que, a partir de la posesión de esas islas China reclame su soberanía sobre las aguas circundantes. La controversia impacta especialmente en la delicada situación de Taiwán.

Pero ahora esas prevenciones alcanzaron una dimensión internacionalmente mucho más vasta cuando empezó a trascender que compañías chinas, mayoritariamente poco conocidas, tratan de adquirir grandes superficies de tierras en zonas estratégicas, a veces incluso cerca de instalaciones militares estadounidenses o de países aliados de Washington, en zonas costeras o islas ubicadas en vías de comunicación marítimas cercanas a importantes estrechos y canales.

Para incrementar la alarma, una investigación del Consorcio Internacional de Periodismo demostró que empresarios chinos y familiares de dirigentes del Partido Comunista utilizan también islas en las que funcionan paraísos fiscales para registrar compañías que invierten en el exterior y escapan a la fiscalización de las autoridades locales, que ignoran la identidad de sus verdaderos propietarios. La sospecha es que algunas de esas compañías ignotas que operan en el exterior estén controladas por el Gobierno chino.

China suscribió una "alianza de seguridad" con las islas Salomón, situadas en el Pacífico Sur, que consigna que los buques de guerra chinos podrían detenerse "para reabastecerse logísticamente" y que Beijing podría enviar personal policial o militar "para ayudar a mantener el orden social". El gobierno isleño arguyó que el pacto es necesario por su escasa capacidad para conjurar el peligro de levantamientos armados. Australia, Nueva Zelanda y Estados Unidos, que junto a Gran Bretaña sellaron un pacto defensivo para contener la amenaza china en la región, afirman que el acuerdo permite a China interferir en las operaciones navales norteamericanas.

Un aspecto llamativo en la gestación de la alianza con este microestado de 700.000 habitantes fue el papel protagónico de Xu Changyu, vicepresidente de China Sun Enterprise, una corporación privada fabricante de armas con estrechas conexiones con el Ministerio de Defensa. Desde hace tres años este empresario buscaba comprar franjas de terreno en las islas para construir un puerto. Esa coincidencia ratifica la sintonía entre el régimen de Beijing y las compañías chinas que invierten en el extranjero.

Algunas de esas empresas hacen negocios en países que ni siquiera tienen embajada china, ya que mantienen relaciones oficiales con Taiwán, y suelen actuar entonces como avanzada de la diplomacia de Beijing. Las islas Salomón cambiaron su reconocimiento de Taiwán por Beijing recién en 2019, pero China ya era su mayor socio comercial gracias a la acción de importantes corporaciones chinas. Algo similar ocurre en países del Caribe y América Central, donde Taiwán conserva sus escasos socios diplomáticos.

El modelo del imperio británico

Un informe del Financial Times examinó una treintena de propuestas chinas de proyectos de desarrollo en países de Asia, África, Oceanía y América Latina. La investigación puso bajo la lupa el ejemplo de El Salvador, donde Asia Pacific Xuanhao (APX), un conglomerado que es proveedor del Ejército Popular de Liberación, propuso en 2018 arrendar por cincuenta años el puerto La Unión, construido con dinero japonés, para proceder a su ampliación. APX planteó también la construcción de un conjunto de "zonas económicas especiales" que requeriría un arrendamiento por cien años de casi una sexta parte del territorio salvadoreño y cerca de la mitad de su costa marítima. Aunque el gobierno del entonces presidente Salvador Sánchez Cerén impulsó un proyecto de ley para viabilizar el proyecto, el Parlamento impuso restricciones que bloquearon el acceso de los inversores a determinados lugares. Sin embargo, Yang Bo, un empresario de origen chino residente en El Salvador, en 1989 adquirió más de la mitad de la isla Perico, incluida en la prohi bición.

Actualmente, Washington observa con notoria preocupación el acercamiento a Beijing iniciado por el presidente salvadoreño, Nayib Bukele, en abierto conflicto con el gobierno de Joe Biden. Evan Ellis, profesor del Instituto de Estudios Estratégicos del Colegio de Guerra del Ejército de Estados Unidos, sostiene que "hemos visto a actores no estatales chinos moverse al unísono para ayudar a China a ganar influencia económica y política en América Central". Para Beijing, el paso interoceánico en el istmo centroamericano es una prioridad estratégica.

Los intentos no siempre tienen éxito. En agosto de 2019, Fong Zhi, una empresa conjunta entre una corporación inmobiliaria china e inversores de etnia china en Filipinas, ofreció la isla de Fuga, en el estrecho de Luzón, para construir una "ciudad inteligente". Fuga tiene una ubicación estratégica: los buques de la Armada china y la estadounidense pasan por sus costas para transitar entre el Mar de la China Meridional y el océano Pacífico. Pero los militares filipinos objetaron la operación e impulsaron la construcción de una propia estación naval.

En Camboya avanza el proyecto de UDG, una empresa china propiedad del Tianjin Union Group, que con una inversión de 3.800 millones de dólares impulsa la construcción de una zona de desarrollo económico, abarcando una quinta parte de la costa del país e incluye un aeropuerto con una pista de aterrizaje de categoría militar.

Esa base en Camboya permitiría establecer un cuello de botella en el golfo de Tailandia. Un modelo similar guía las iniciativas en otros países como Pakistán, un aliado regional de Beijing, y Sri Lanka, donde los préstamos chinos para infraestructura fueron compensados con la entrega del puerto sureño de Hambantota. Más inquietante para Washington es la tentativa de establecer una base de operaciones en Guinea Ecuatorial, en África Occidental, que otorgaría a China una presencia militar en el Océano Atlántico.

Esas corporaciones chinas sujetas a la injerencia estatal, que también son protagonistas de los proyectos de infraestructura de la franja de la Ruta de la Seda, desempeñan un papel similar al cumplido por la Compañía de las Indias Orientales en la época del imperio británico. La analogía, que no es caprichosa, encierra una extraordinaria paradoja: el Partido Comunista Chino, fundado por Mao Zedong, implementa una estrategia de expansión semejante a la empleada por los británicos en el siglo XIX, mediante la creación de una red global de transportes y comunicaciones para favorecer sus exportaciones industriales y sus importaciones de alimentos y combustibles.

Por el tamaño de su producto bruto interno China es ya la segunda potencia económica mundial y también la segunda por el volumen de sus inversiones en el exterior, en ambos casos detrás de Estados Unidos. Pero, como Gran Bretaña en el siglo XVIII, por la suma de importaciones y exportaciones, es ya la primera potencia comercial mundial.
En su puja por el liderazgo mundial, su avance está signado por la consigna el “ascenso pacífico”, pero esa estrategia no quita que haga todo lo necesario para asegurar sus crecientes intereses en los cinco continentes.

* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico
 

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