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8 de Septiembre,  Salta, Centro, Argentina
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Crece el consumo de drogas en los barrios y advierten que se agravará

Cada vez más chicos se inician en el consumo a edades más tempranas. La desocupación, la pobreza y la falta de oportunidades empujan a los jóvenes a las adicciones.
Lunes, 08 de septiembre de 2025 01:48
Nerina Rivera y Carlos Tapia, referentes del movimiento "Ni Un Pibe Menos".
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El consumo de drogas en los barrios de Salta dejó de ser un problema aislado para convertirse en un fenómeno social que crece año tras año. Según los referentes comunitarios, hoy no solo aumenta la cantidad de consumidores sino que disminuye la edad de inicio.

"Estamos viendo a chicos de 12 o 13 años que ya prueban por primera vez. Para ellos, la droga aparece como una salida rápida a una vida llena de carencias: sin trabajo en la familia, sin posibilidades de estudiar, sin perspectiva de futuro", relató Nerina Rivera, referente del movimiento Ni Un Pibe Menos en Salta.

El problema, coinciden los trabajadores sociales, no es solo el consumo en sí, sino el contexto que lo alimenta. La desocupación estructural, la exclusión social y la falta de acceso a la educación terminan empujando a los adolescentes hacia un camino marcado por la violencia y el narcotráfico.

Carlos Tapia, profesor de Educación Física y también referente del movimiento, lo sintetizó con crudeza: "En todos los barrios hay una esquina donde la droga está al alcance de la mano. Nuestra tarea es ofrecer a los pibes otra opción: el deporte, la recreación, el estudio, la pertenencia. Cuando no existe esa alternativa, la esquina gana terreno".

Espacios comunitarios

En este panorama, las Casas de Atención y Acompañamiento Comunitario (CAAC) se convirtieron en un salvavidas. Estos dispositivos funcionan en distintos puntos de la capital salteña y el interior, y están gestionados por organizaciones sociales. Allí se brinda una red de asistencia integral que va desde talleres culturales y deportivos hasta acompañamiento psicológico, asesoría legal, apoyo escolar y atención primaria de la salud.

Pero además cumplen un rol que excede lo institucional: son espacios donde los vecinos encuentran un lugar de pertenencia. "Tenemos abuelos que vienen a hacer gimnasia funcional, mujeres que se reúnen para tejer, chicos que juegan en equipos de fútbol o vóley, madres que piden apoyo escolar para sus hijos. Para muchos, estas casas son su segunda familia", explicó Rivera.

Solo en los dispositivos de Finca Valdivia y barrio La Tradición, más de 500 jóvenes y adultos mayores participan cada mes de las actividades. En paralelo, funcionan comedores y merenderos que garantizan platos de comida y meriendas diarias.

El funcionamiento de estas casas depende del financiamiento que la Sedronar (Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas) gira a las organizaciones cada mes. Con esos fondos se sostienen salarios de psicólogos, profesores, enfermeras y talleristas, además de la compra de insumos básicos para comedores y talleres.

Sin embargo, el Gobierno nacional dispuso un recorte de 500 millones de pesos, que ya derivó en la baja de 40 casas en distintas provincias. Desde la organización advierten que Salta podría quedar en la segunda etapa de cierres.

"El mes pasado recibimos el pago recién el 29, cuando debería llegar antes del 10. Con eso no alcanzamos a cubrir ni salarios ni insumos. Si los fondos se interrumpen, no solo se caen proyectos: se quiebra una red de contención que lleva años funcionando y que hoy es indispensable en los barrios populares", explicó.

El presupuesto, además, está congelado desde hace más de un año, lo que lo vuelve insuficiente frente a la inflación y el aumento de los costos. "Hacemos ollas populares, talleres, apoyos escolares, consultas psicológicas. Todo eso con un presupuesto que ya no alcanza. Muchas veces terminamos poniendo de nuestro bolsillo para seguir funcionando, porque la necesidad de los vecinos es enorme", agregó Tapia.

Testimonios

El valor de estos espacios no se mide solo en números. Para las familias que los frecuentan, son una verdadera tabla de salvación. Durante una reunión vecinal en Finca Valdivia, una madre lo expresó con claridad: "Para mí esta es mi segunda casa. Acá mis hijos tienen apoyo escolar, yo recibo terapia con la psicóloga y también un plato de comida porque estoy sin trabajo. Si cierran, no sé a dónde vamos a ir".

En los últimos años, también los adultos mayores encontraron en estas casas un espacio de encuentro y apoyo. Muchos se acercan para recibir ayuda con trámites previsionales, para obtener medicamentos o simplemente para compartir actividades recreativas.

El movimiento Ni Un Pibe Menos nació en 2016, como parte de la Corriente Clasista y Combativa, con el objetivo de organizar a jóvenes y alejarlos de los flagelos del consumo y la violencia. Desde entonces, construyó una red territorial que se consolidó especialmente durante la pandemia, cuando acercaron alimentos y medicamentos a barrios más castigados.

Una promoción de los dispositivos sociales.

"Lo que hacemos no siempre aparece en los grandes medios, pero es trabajo real en los territorios más vulnerables. Si se cierran estos espacios, no solo se pierden programas: se pierden vidas", remarcaron los referentes.

Ante el avance del ajuste, Ni Un Pibe Menos participará de la jornada nacional de lucha convocada para el 11 de septiembre. En Salta, las actividades comenzaron con una campaña de firmas el sábado en la Plazoleta Cuatro Siglos y seguirán con una movilización.

Refugio para  necesitados

"Defender las casas es defender la vida y la esperanza de miles de jóvenes, adultos y familias enteras. El ajuste de Milei no solo recorta partidas, sino que deja a los barrios sin su principal refugio frente al hambre, la violencia y la droga", finalizó Rivera.

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