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El "teorema de Baglini" es un apotegma banalizado en la política argentina: mientras más lejos del poder, más aventuradas las propuestas; más cerca, más conservadoras.
Vieja novedad que data de las "Memorias para la instrucción del Delfín", de J. B. Bossuet (tutor de quien luego sería Luis XIV), y patentiza las dificultades que se enfrentan desde lo concreto del poder.
En una realidad propia de Macondo, si hubiera que proponer un teorema ajustado a lo nuestro convendría el "teorema del Estado a tu lado": mientras más cerca un emprendimiento del Estado, mayor necesidad de rendimiento obsceno para justificar la inversión; mientras más lejos, menor riesgo y mayores chances de ocurrencia de la inversión.
Patético, pero cualquiera que considere poner un peso en el país se guía por este principio. Lo más lejos de la regulación del Estado que se pueda, salvo que la tasa de retorno sea absurda y se logre la extraña compañía de "especialistas en mercados regulados".
Nada mejor para describir el teorema que el ayuntamiento entre leyes laborales y justicia de ese fuero. Desarrollo corporativista de otro siglo, con una justicia desbalanceada a favor de una de las partes, que juzga con criterios desfasados, esos que mitificaron al trabajo como presunta contrapartida del capital, como si no fueran dos caras de la misma moneda.
Para cualquier empresario es un costo que anota como hundido desde el inicio. Tarde o temprano caerá en las garras del reclamo indemnizatorio individual o la extorsión del sindicato de turno.
Nadie se salva, ni, paradójicamente, el propio Estado: basta ver las indemnizaciones que se ordenaron pagar a periodistas militantes que se consideraron despedidos cuando en el año 2016 se les pidió algo tan absurdo para un fanático como la imparcialidad.
Demandaron y hoy son los afortunados beneficiarios de millones que pagaremos todos, descartando negligencias en la defensa estatal, como las ya avizoradas en los reclamos de tierras contra el ejército o en las habilitantes de cobros de jugosas jubilaciones de privilegio. En un país con todo patas para arriba, es tan fácil como tan difícil. Es de una obviedad que estas leyes no van más, que esa justicia no va más.
También lo es que nada cambia, no porque sea el tema central de un camaleónico cántico partidario, sino porque los intereses de unos pocos son tan grandes que mejor dejar todo inmutable; aun cuando el mundo se transformó, especialmente desde la pandemia y de la mano de la tecnología. El "teorema del Estado a tu lado" es el gran problema de la Argentina.
Y no es cuestión de ideologías, de cánones ni de dogmas.
Tampoco de verdades históricas, que usamos como inventos telúricos para justificar discursos electorales histéricos.
Ya no hay lugar para relatos ni remiendos. Solo queda darle otro sentido a este teorema que define nuestro futuro: que el Estado esté al lado, y no encima asfixiando para repartir lo que cada vez es menos.