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Según la leyenda inglesa medieval, Robin Hood se encuentra a punto de casarse con la bella Marian Gilewater, hija de un barón local, cuando la ceremonia es interrumpida por soldados del príncipe Juan, quienes irrumpen en la capilla y declaran a Robin Hood "un hombre fuera de la ley". Este logra huir con sus amigos y se refugia en el bosque de Sherwood, convirtiéndose en el príncipe de los ladrones. Marian, encerrada con su propio padre, se escapa para reunirse con él, seguida por el cura - confesor, el Hermano Miguel; el famoso "Pequeño Juan".
Mientras tanto, el príncipe Juan, enamorado de Marian, la busca con desesperación y quema el castillo de su padre. Tras mil aventuras en el bosque, Robin Hood y sus amigos encuentran a un caballero desconocido, el rey Ricardo, quien vuelve de Tierra Santa. Éste destrona al príncipe Juan, le devuelve sus títulos nobiliarios a Robin y a los demás perseguidos y Robin puede, por fin, desposar a su amada.
En la leyenda, Robin Hood se hace famoso por robar a los nobles para ayudar a los pobres, oprimidos y expoliados por la voracidad fiscal del príncipe Juan Sin Tierra. Los botines obtenidos eran utilizados para que esta gente pudiera sobrevivir y, al mismo tiempo, para que pudieran efectuar los pagos a los impiadosos recaudadores de impuestos sin acabar presos o torturados. Paradójico como suena; el hijo de un noble robaba a su propia clase social para darle a los pobres, para que éstos fueran capaces de pagar los impuestos que eran necesarios para sostener a la nobleza.
Nada muy distinto a lo que está sucediendo en este páramo demencial argentino donde La Cámpora -integrante del Estado a pesar de ellos mismos-, asume el rol de un autopercibido Robin Hood y se disfraza de revolucionario redistribucionista que reparte lo que no tiene ni produce.
Así, en esta versión vernácula de Robin Hood, el Estado nos saca a todos -ricos y pobres por igual-, para sostenerse ellos, todo bajo un relato de distribución según el cual se les da a los pobres planes y las enésimas versiones de los distintos "Planes Platita", para sacarles luego lo que le acaban de dar por medio de impuestos. Cuesta visualizarlo así, pero la inflación es un impuesto que afecta a todos por igual (por ejemplo, a través del IVA) y que perjudica a los pobres más que a ninguna otra clase social.
Además, el estado obtiene por medio de la inflación, una "renta inesperada" producto de una recaudación mayor no incluida en el Presupuesto oficial y que les permite hacerse de fondos que pueden manejar de manera por completo discrecional. No es casualidad que el 71% de los ingresos del Estado sea manejado por los "muchachos revolucionarios" de La Cámpora. Esos mismos que disfrazan de relato y de épica el robo impune, la expoliación y un enriquecimiento impúdico fuera de toda regla moral.
Impuestos expoliadores
El Instituto Argentino de Análisis Fiscal publicó en abril de 2022, el reporte "Vademécum tributario argentino 2022". Disponible en la red, el informe consigna la existencia de 165 tributos (a la fecha de publicación), entre los niveles de gobierno nacional, provincial y municipal. Ciento sesenta y cinco! De aprobarse el nuevo impuesto en discusión -el de la "renta inesperada" (la de los productores; no la del Estado)-, elevaría esta cantidad a 166.
"Conviene recordar que se denomina tributo al pago que se realiza al Estado para que éste lo administre a través de las operaciones mediante las cuales provee a la ciudadanía de bienes y servicios". La base del Contrato Social. Pagamos impuestos para que el Estado nos provea de educación pública (en lo ideal de excelencia); un sistema de salud público (de nuevo, en el ideal, universal); justicia de acceso igualitario e imparcial para todos; una seguridad inclaudicable y un estado de bienestar que ampare a los desempleados, a la tercera edad, a los buenos estudiantes con carencias y a todo aquel que se encuentre en una situación donde el estado debe estar presente remediando una exclusión particular.
Es así. Los recursos recaudados son necesarios para cubrir la parte del Contrato Social que le toca al Estado: educación, salud, justicia y seguridad. Justo las cuatro áreas donde el Estado se encuentra, cada día, más presente en el relato y más ausente en la realidad.
Ausente porque nada de esto sucede. En La Plata se suspenden las clases para asegurar la realización de un recital. En Quilmes se hace una campaña que normaliza la droga y que desnuda como pocas veces se ha visto antes el fracaso del estado ante un narco estado que avanza sin restricción alguna y que disfraza este fracaso de "política de estado de control de daños". La Justicia está amenazada y acorralada por todos lados y asistimos con vergenza a las declaraciones de un presidente que manifiesta "sentirse desalentado e impotente ante un poder judicial autónomo". Parece que al señor profesor de derecho penal de la UBA no le explicaron que la base de una República es la separación absoluta de los poderes. Hoy también nos matan por un celular, unas zapatillas, un auto, una bicicleta o una campera. Nos matan por matar. Por despecho; por resentimiento. Por falta de valores. Por falta de educación. Por dolor. Por exclusión.
165 tributos
Volviendo al mencionado reporte, el mismo dice, y cito: "Considerando la recaudación del año 2021 de IVA, Aportes y Contribuciones a la Seguridad Social, Ganancias de personas humanas, Ganancia de sociedades, Derechos de exportación, Débitos y créditos bancarios
(cheque) y el impuesto provincial a los Ingresos Brutos, se obtiene el 82% de la recaudación tributaria consolidada de Argentina. Además, si a los ocho tributos mencionados se le agregan el impuesto sobre los combustibles, los derechos de importación, bienes personales y la tasa de seguridad e higiene municipal (TISH), se tiene que el 91% de la recaudación consolidada argentina se concentra en 12 tributos, diez de los cuales son nacionales y los dos restantes los principales a nivel provincial y municipal. En contraposición, otros 153 tributos diferentes recaudan el 9% restante a nivel consolidado”.
O sea que, con 8 impuestos se recauda el 82% de los ingresos del Estado, con otros cuatro impuestos adicionales se llega al 91% y, existen otros 153 impuestos, tasas y contribuciones que solo recaudan el 9% restante. Pero es ingenuo pensar que esos 153 impuestos no añaden complicaciones logísticas; o no alimentan la corrupción en distintos estamentos municipales, provinciales o nacionales; o no encarecen los costos laborales. Todo lo contrario; las pymes quedan inexorablemente asfixiadas por este nivel atroz de impuestos. Estos 153 tributos desnudan la complejidad de hacer negocios en Argentina y las dificultades para avanzar en una reforma seria que busque cambiar este sistema perverso de principio a fin. Y esto sin siquiera considerar el “Método Moyano” tan mentado por estos días: bloqueo, extorsión y amenazas; el que termina de hacer quebrar a cualquier desarrollo industrial que busque nacer. Sin embargo, a pesar de estas prácticas mafiosas y fuera de la ley, el gobierno auxilia al gremio de Camioneros con 6.000 millones de pesos anuales a través de un subsidio vinculado al impuesto al gasoil. “Cosas tenedes, Cid, que farán fablar las piedras”. (Cantar del Mio Cid- Siglo XIII)
Buscando a Corazón de León
El Contrato Social ha sido roto, de manera unilateral, por el mismo estado que busca recaudar cada vez más sin dar la menos contraprestación a cambio. Que da planes sin crear trabajo; que da recitales en vez de educación; que fomenta el uso de las drogas bajo un pretendido cuidado que no es tal; que amenaza a una justicia para que no sea ni independiente ni justa ni accesible para todos; que libera presos de las cárceles vaya uno a saber con qué fin.
Un Estado gobernado por el príncipe Juan Sin Tierra por un lado y por los supuestos Robin Hood por el otro, que siguen “distribuyendo” lo que a duras penas y con esfuerzo tratan de producir unos pocos; y que el príncipe Juan volverá a expoliar de todo el resto luego y sin ninguna consideración. Un círculo sin principio ni fin. Una locura sin pies ni cabeza.
Argentina sigue esperando a Ricardo Corazón de León. Ese héroe legendario que levante su espada de acero y diamantes y que corte de un solo movimiento el nudo gordiano en el que nos hemos enredado. Sin darnos cuenta de que Juan Sin Tierra y Robin Hood acá son reales, y están encarnados por Alberto Fernández y todos los gerontes en ojotas y bermudas devenidos en generales de La Cámpora. Y que Ricardo Corazón de León es una leyenda y su espada reluciente lo es aún más. Los únicos y verdaderos Corazones de León somos nosotros. La sociedad. ¿Será que alguna vez lo entenderemos, al fin?
Mientras no concibamos esto, seguiremos fracasando con todo éxito. Y con toda rotundidad.