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(Des)confiando y emi(n)tiendo

Sabado, 18 de junio de 2022 01:47
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Ortega distinguía entre ideas y creencias; unas, disponibles por esencia; otras fundacionales, exenta de explicaciones, marcando el presente y señalando el futuro.

Argentina enfrenta una nueva crisis. De las más graves, porque es una crisis de creencia, el acto de confianza más elemental del que debe gozar un gobierno para su proyección futura. Ese es el vector que lo atraviesa todo, y permite explicar lo que viene.

Conviene prestar atención al sistema de indicios: la tensión creciente a la que se está sometiendo al sistema institucional en general, como marco, desde la prédica y la acción; como acelerador, que estaría liberando los peores fantasmas, la deuda en pesos emitida a niveles absurdos.

La explicación es tan simple como grotesca. Se parte de una creencia: emitir no provoca inflación; algo así como que la manzana de Newton no cae, sino que se eleva. Se le agrega un dato de color: la emisión de deuda en pesos por el Banco Central estaría sujeta a la misma máxima. El corolario ha sido un aumento desopilante de la masa monetaria (sea dinero o deuda, en este caso con interés que la multiplica) que somete al gobierno a un triste dilema: emitir todavía más, o convalidar tasas ridículas en los próximos vencimientos. Trampa del oso, diría alguno, puesta por el propio oso.

 

Los efectos de este "vivir con lo nuestro" llevado al terreno del financiamiento son todavía peores. El más destacable es el crowding out del sector privado: el 60% del crédito doméstico va al gobierno. La evidencia más contundente de cómo se financia el déficit con el sector financiero, a partir de incentivos mal alineados, lo que explica el desbalance de los balances bancarios. Prestar al Estado es rentable y poco costoso, aún a costa de achicar notablemente la capacidad prestable del sistema, hasta que...

Volviendo a las creencias, muchos se olvidan, pero el sistema institucional es esencialmente una cuestión de confianza. Y ni qué hablar del sistema financiero, en el que la base es creer en la palabra del Estado, y en quién debiera ser su perro Cancerbero, el Banco Central. Aquí está el quid del asunto: los niveles de emisión son insostenibles y las autoridades de la autoridad de control no han sido ratificadas siquiera por el propio oficialismo en el Senado de la Nación, como manda la Constitución. Un acto de desconfianza de quiénes deberían darle confianza a los que debieran ser los guardianes de la confianza.

Marx decía que la historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa.

Los argentinos lo invertimos o combinamos: nuestra tragicomedia fue la declaración festiva del default en 2001. Algunos pícaros creyeron que podían tergiversar la ley de causalidad, como que hacer no tiene consecuencias. De aquellos lodos estos barros, dirían otros. Solo queda apelar a Weber y su ética de la convicción y de la responsabilidad: no es tiempo de hablar de helicópteros sino de comprometerse con las instituciones, para hilvanar de una vez un futuro.

 

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