¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
1 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Ortega y la farsa de la historia

Martes, 19 de julio de 2022 02:44
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Daniel Ortega fue, en 1979, uno de los principales jefes de la única revolución exitosa de aquella época. La que derrocó al dictador Anastasio Somoza. El Frente Sandinista de Liberación Nacional reivindica a Augusto Sandino, quien dirigió entre 1927 y 1933 la resistencia nicaragense contra el ejército de ocupación estadounidense. Esa guerrilla logró la retirada de las tropas norteamericanas, que antes de irse dejaron instalada la Guardia Nacional comandada por el general Anastasio Somoza García; este, a los pocos meses, ordenó asesinar a Sandino. Allí nació la dinastía Somoza que se prolongó hasta 1980, cuando uno de los hijos del fundador, el derrocado por Ortega, fue abatido en Paraguay por guerrilleros argentinos del ERP, poco menos de un año después de la victoria sandinista.

Hoy, del mismo sandinismo, emergió un régimen palaciego y bestial.

En los 43 años transcurridos, de aquel "joven idealista" - como diría Néstor Kirchner - queda solo una caricatura trágica. Un dictador igual o peor que cualquiera de los Somoza, y que ha logrado aferrarse al poder por más tiempo que nadie en Nicaragua. Casado con Rosario Murillo, a quien los ex sandinistas describen con rasgos siniestros, logró el año pasado una nueva reelección asegurándose previamente que todos los candidatos opositores, la mayoría de ellos, antiguos compañeros de ruta, fueran presos y condenados con causas inventadas: Cristiana y Juan Sebastián Chamorro hija y sobrino de Violeta Barrios, ex presidenta y viuda de Pedro Chamorro, director del diario La Prensa, asesinado el 10 de enero de 1978 por sicarios somocistas, un crimen que desencadenó la ofensiva final del Ejército Sandinista y la victoria de Ortega. Con ellos están presos Arturo Cruz, Félix Madariaga, Miguel Mora, Medardo Mairena, Noel Vidaurre, entre otros opositores.

La represión policial ordenada sistemáticamente por Ortega contra la creciente oposición nada tiene que envidiar en brutalidad a la que caracterizó a la Guardia somocista. Víctimas del despotismo fueron también dos emblemas de la cultura y la revolución: el monje Ernesto Cardenal, un poeta contemplativo que alineó a toda la iglesia comprometida con la Teología de la Liberación en apoyo al sandinismo, y el poeta, ex vicepresidente y figura emblemática Sergio Ramírez. "Nicaragua es un país volcánico y uno está acostumbrado a que el piso tiemble", dijo Ramírez, hace poco desde su exilio de Madrid.

Hace pocos días, las monjas de la orden Misioneras de la Caridad, fundada por la Madre Teresa de Calcuta, fueron obligadas a abandonar Nicaragua. Se habían instalado en el país durante el primer gobierno sandinista tras una visita de la madre Teresa y mantenían una guardería, un hogar para niñas víctimas de abusos o abandonadas y un asilo de ancianos.Todos, clausurados.

Según la BBC en español, más de 200 organizaciones han sido cerradas en Nicaragua desde 2018. Entre estas, la Academia Nicaragense de la Lengua y una organización médica benéfica que ofrecía cirugías para niños con paladar hendido y labio leporino. Se les atribuye "intenciones golpistas".

La violencia social y la reacción popular frente a los atropellos enfrenta al régimen con la Iglesia. En 2019, el obispo auxiliar de Managua, Silvio José Báez Ortega, debió abandonar el país bajo amenaza. Ortega acusa al clero católico de "golpista" - "diablos con sotana", los llama - y, entre otras cosas, expulsó al Nuncio Apostólico.

La misma suerte han corrido la Comisión Interamericana de DD. HH., la Cruz Roja, los embajadores de Colombia y de España, los corresponsales extranjeros. En cambio, para su acto de reasunción de la presidencia, en enero tuvo como invitado de honor al funcionario iraní Mohsen Rezai, denunciado por la justicia argentina como organizador del atentado contra la AMIA. El embajador argentino Daniel Capitanich, admirador del matrimonio Ortega, participó de la ceremonia sin reaccionar.

El eternizado déspota reelecto en comicios fraudulentos y sin libertades elementales de elección, va tomando toda la apariencia de esos dictadores enmohecidos y cínicos, típicos de la literatura del realismo mágico. El rol de su mujer, con la que tiene siete hijos y la denuncia de su hijastra que lo acusa de abuso sexual completan ese perfil declinante como persona y como político. Una decadencia tan profunda como la que exhiben sus socios, los regímenes anacrónicos de Venezuela y Cuba.

 

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD