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"­Otra victoria como esta y estaré vencido!"

Jueves, 28 de julio de 2022 02:31
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Pirro de Epiro fue un brillante general griego; uno de los mejores de su época. Fue rey de Epiro durante dos períodos y rey de Macedonia durante otros dos períodos. Los reinados en esa época -alrededor del año 300 a.C.- eran bastante más volátiles que los de hoy y se dirimían a través de guerras; treguas concebidas por medio de matrimonios -Pirro, de acuerdo con la costumbre de los reyes de la época, contrajo triple matrimonio para fortalecer sus lazos con los príncipes extranjeros-; y traiciones decididas a mejor conveniencia de alguna de las partes sin previo aviso. La muerte repentina y sospechosa de estos reyes solía ser otra forma frecuente de recambio.

La historia de Pirro es fascinante. Tenía 23 años cuando se estableció en el trono de Epiro (295 a. C.) y pronto se convirtió en un príncipe venerado por sus súbditos y con un fuerte respeto de sus tropas luego de sucesivas y exitosas campañas en Epiro, Macedonia y Tesalia. Buscaba parecerse a Alejandro, a quien convirtió en su modelo a seguir desde pequeño, y entre sus objetivos estaban el de reunificar Grecia primero y luego, desde esa base, conquistar Italia, Sicilia y Cartago en el oeste; y someter a los príncipes griegos del Oriente.

Cuando se iniciaron las llamadas "Guerras Pírricas" -buscaba conquistar Italia y Sicilia-, tenía bajo su mando un ejército de 20.000 infantes, 3000 jinetes, 2000 arqueros, 500 honderos y 20 o 50 elefantes, según las distintas fuentes. También había enviado a uno de sus mejores generales a Tarento con un destacamento de 3000 soldados para que preparara la cabecera de playa y esperara su desembarco. Sin embargo, fue tal su impaciencia por llegar a Tarento y comenzar las acciones bélicas que zarpó antes de que finalizara la estación de las tormentas. Apenas la flota abandonó el puerto, estalló una tempestad tal que despedazó la flota. Su propia vida estuvo a riesgo y, al final, llegó a Tarento con una ínfima porción de su ejército. Conocida la noticia de su desembarco en Italia, y conocida también su desventura, fue muy rápidamente atacado por ejércitos romanos que lo superaban en gran cantidad, bajo las órdenes del cónsul Publio Valerio Levino.

Pirro logró ganar la batalla con una brillante maniobra militar que aún hoy se estudia en colegios militares, pero lo hizo a costa de pérdidas enormes y con la muerte de gran parte de sus mejores oficiales y tropas. Se dice que, mientras contemplaba el campo de batalla, Pirro dijo: "Otra victoria como esta, y tendré que regresar a Epiro solo".

La campaña contra los romanos siguió por años hasta que se libró la batalla de Asculum. Pirro salió victorioso, pero, otra vez, fue a costa de la pérdida de más de 3.500 de sus soldados. Esta victoria no le concedió ninguna ventaja táctica y se vio obligado a replegarse al sur, a Tarento, donde todo había comenzado, a pasar el invierno. Respondiendo a las felicitaciones por haber vencido a los romanos, Pirro afirmó: "­Otra victoria como esta y estaré vencido!".

Desde entonces, a este tipo de triunfos se los llama "victorias pírricas", que es cuando el triunfador consigue un éxito a costa de daños incuantificables.

Argentina está repleta de personas que se creen buenos generales -pero que no lo son-; que se auto perciben personajes legendarios cual Pirro o, incluso, Alejandro Magno; a quienes no le llegan ni a la suela de sus sandalias. Estamos llenos de batallas pírricas casi a diario y, más triste todavía, nos estamos atiborrando de victorias pírricas cada vez más costosas e inexplicables.

Estamos cada vez más repletos de personas que reclaman victorias imaginarias sobre batallas inexistentes; todas con consecuencias devastadoras sobre nuestra economía, nuestra sociedad y nuestras instituciones.

"Otra victoria como esta y vuelvo solo a Epiro", habrá pensado quien ya había planeado su desembarco en el gobierno, buscando intervenirlo de cuajo. "Lo teníamos todo y nos quedamos sin nada" dijo alguien de ese círculo. Me pregunto qué será tenerlo todo tras una victoria pírrica. Imagino que casi lo mismo que se obtiene después de una derrota pírrica -nada-; sólo que sin haber "vencido".

"Otra victoria como esta y estaré vencido"; de seguro dijo un Pirro que festejó el "éxito" de las medidas económicas implementadas luego de haber logrado bajar el dólar financiero de 338 pesos por dólar a 336; todo para que luego cerrara a 337; en una de esas jornadas febriles a las que ya nos estamos acostumbrando y que lo normalizan todo.

"¿Realmente vamos a hacer el trabajo sucio para "la derecha"?"; preguntan algunos. ¿Se puede imaginar, acaso, una pregunta más miserable que esta? No importan la miseria; la inflación; la falta de trabajo, o de inversiones y de futuro; no importa el vasallaje feudal al que se está sometiendo a la sociedad. No importa nada. Sólo "ganar" un país arrasado y disputarse las migajas. Una victoria pírrica por definición.

"Otra victoria como esta y vuelvo solo a Espiro". Quizá sea hora de darnos cuenta de que luchas como estas llevan a costos tan onerosos que empañan cualquier beneficio que se hubiera podido obtener en caso de lograr la victoria. Y que estas victorias son todas individuales; mientras que los costos son siempre colectivos.

"­Otra victoria como esta y estaré vencido!", pensará nuestro querido y vapuleado país; el que ya no resiste más batallas pírricas ni reales ni imaginarias.

"­Otra pelea como esta y estaremos todos vencidos!" deberíamos decirnos todos a nosotros mismos.

 

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