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Desmitificando

Sabado, 20 de agosto de 2022 02:34
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Para entender los sucesos contemporáneos conviene ponerse al compás de la historia.

Muchas veces la realidad adquiere claridad expresiva desde hechos en apariencia nimios, pero neurálgicos: ¿un ministro de economía que no es economista para enfrentar uno de los desafíos económicos más graves?

Muchos olvidan o no quieren recordar, pero la génesis del partido gobernante es el traslado del pensamiento militar al campo de lo social. Nace como una aporía porque impone la disciplina de la autoridad a lo que por definición es el cuadrante de la libertad. Desde entonces se funda en dos axiomas.

De un lado la acción directa como principal dispositivo en el plano político. Una tendencia a uniformizar los pensamientos mediante la abolición de las singularidades, que toma como referencia la lúgubre “marcha de las antorchas sobre Roma” de Benito Mussolini, y hoy se expresa en un desprecio al Congreso aún con mayorías, marchas contra la justicia, el campo, periodistas y empresarios. Se trata del movimiento de opinión pasional de la multitud por sobre la deliberación racional colectiva en el marco de las instituciones estables.

De otro lado un profundo desdén por la ciencia económica. No es de extrañar: su origen es de vacas gordas, de pasillos del Banco Central plenos de lingotes. Es así como pasaron dos planes quinquenales fallidos, que incluían desde un auto (el “justicialista”, que no aparece ni como curiosidad de colección), tanques de guerra (los “dele dele”), hasta intentos nucleares en la isla Huemul, de la mano de un tal Richter. Una práctica excéntrica de no valerse de economistas, de anuncios fastuosos y propagandísticos, que terminan en sospechas más que eficacias.

Estos dos vectores no lo explican todo, y hay hechos y experiencias positivas que los refutan en parte. Pero sirven para entender dónde estamos y especialmente adónde vamos, porque describen la esencia material de un pensamiento. En un escenario que lo hace más dramático, porque por primera vez le toca enfrentar un ciclo de escasez, sin nada a la vista que permita la transición, sean empresas públicas o términos de intercambio favorables.

Es el fin del mito, el derrumbe de una fantasía que representa una gran oportunidad para de una vez salir de la anomalía salvaje en la que estamos inmersos desde hace años, pero también un riesgo enorme, porque hay una posibilidad cierta de que, en el extremo, se desate la peor violencia, de la que también la historia es fiel testigo.

¿Qué toca hacer? Por empezar, por algo existen universidades y filósofos de lo material; no basta con el entusiasmo o el nomadismo ideológico. 

Por seguir, un plan con ideas claras para los dos factores centrales de la economía: capital y trabajo; menos de “combatir el capital”, “rentas inesperadas” y “salarios básicos universales”. Por terminar, entender que la política es un campo de movimientos que debe propender a ser “tantos como sea posible, para pensar tanto como sea posible”. Voluntad general y no particularismos. Consensos y no autoritarismo para una Argentina con futuro.

 

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