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Éxodo jujeño, un pueblo en marcha hacia la libertad

Martes, 23 de agosto de 2022 02:29
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"Éxodo" es una palabra que proviene del griego y significa "la marcha de un pueblo o de un grupo de gente del lugar en que residen para buscar otro en el que establecerse". El término remite al acontecimiento bíblico que relata la épica salida del pueblo hebreo al mando de Moisés huyendo de la esclavitud en Egipto en busca de la tierra prometida.

En el tiempo presente es menester reconfigurar nuestra identidad como Nación con sus luchas, con las construcciones colectivas de sus pueblos y sus organizaciones para resignificar ese proyecto que fue la emancipación.

El 26 de marzo de 1812, en la sala de la estancia Yatasto, Belgrano recibía el mando del Ejército Auxiliar del Perú de manos de Juan Martín de Pueyrredón. En abril se instaló en Campo Santo para adiestrar a los nuevos reclutas de su tropa. En mayo pasó a Jujuy donde estableció su cuartel general, dedicando muchos esfuerzos a levantar la moral de las tropas, adiestrarlas y restablecer a disciplina. El 25 de mayo es fecha oportuna para celebrar el segundo aniversario de la revolución y otorgar un lugar de honor a la enseña que él creara y que fue bendecida por el canónigo Gorriti en la catedral y que luego flameara en los balcones del Cabildo jujeño.

En ese tiempo la actividad de Belgrano es incesante, todo lo prevé y su capacidad de organización es asombrosa. Se informa puntual y exactamente de los movimientos de la tropa enemiga, de las lealtades ciertas o veladas de la población del territorio a su mando, genera esperanzas y trasmite la fe ciega que le asistía sobre la inexorable victoria de la revolución.

Un escenario funesto

Mientras Belgrano permanece con su ejército escalonado desde la frontera de Salta hasta el interior de la Quebrada de Humahuaca, los habitantes de las provincias del Alto Perú son testigos de la forma en que las fuerzas realistas ahogan en sangre y fuego las reiteradas rebeliones de los habitantes de Cochabamba y regiones aledañas. Así, al promediar el año 1812, las tropas realistas de Goyeneche continuaban su avance victorioso por las principales ciudades del Alto Perú. La retaguardia de Belgrano poco podía hacer por sostener la marcha de los realistas. La caída de Potosí y de Chuquisaca alarmó a los poblados del norte.

Todas las ventajas se han puesto de parte del jefe español, quien enterado de la debilidad del ejército patriota resuelve lanzar una ofensiva ya prevista por Belgrano cuando le manifiesta al gobierno de Buenos Aires, que "si es cierta la pérdida total de Cochabamba, debemos esperar que el enemigo vuelva los pasos contra nosotros, y será muy doloroso, muy contrario a nuestra opinión y muy perjudicial al espíritu público si tenemos que dar pasos retrógrados".

Belgrano recibe noticias de que, a principios de agosto de 1812, el general Goyeneche, cumpliendo órdenes directas del virrey del Perú, se desplaza hacia el sur, bajo el mando del general Pío Tristán, un ejército de 3.500 hombres y provisto de 10 cañones de montaña. Desde Suipacha, centro de la concentración realista, Tristán despacha una vanguardia de 800 hombres, cuyo mando toma el coronel Huici, con órdenes de avanzar sostenidamente.

Belgrano cuenta con 1.300 hombres mal armados, proyecta que la vanguardia que tiene en Humahuaca retroceda hacia Jujuy. Apremiado por los acontecimientos ordena el coronel Díaz Vélez que desplace una columna de 200 o 300 hombres para que hostilice al enemigo por los flancos.

Pero los realistas no le dan tiempo para que actúe, y éste no tiene más recurso que replegarse, dejándolos en condiciones de penetrar en la Quebrada. Entretanto y frente a esta situación, Belgrano se prepara para poner en vigencia una medida extrema, de la que no se le supone capaz: ordenar el éxodo de la población jujeña en masa.

No se cree que pueda llegar a tales extremos, aunque esto constituye su único medio de salvación, porque su propio misticismo, los sentimientos piadosos de que regularmente hace gala, sugieren lo contrario. Pero hay también en su vida muchos actos en los que, obligado por la fuerza de las circunstancias, él hace prevalecer las exigencias del cumplimiento del deber por encima de todas las cosas.

Convocatoria al sacrificio

El 14 de julio de 1812 dirigió un bando a los ciudadanos de Jujuy, centrado en una postura acerca del bien común: "Cuando el interés general exige las atenciones de la sociedad, deben callar los intereses particulares, sean cuales fueren los perjuicios que experimentasen. Este es un principio que solo desconocen los egoístas y los esclavos, y que no quieren admitir los enemigos de la causa de la Patria". El bando proseguía con demandas para que tomaran las armas y se prepararan para realizar sacrificios. Belgrano apelaba a la conciencia ciudadana y a la responsabilidad colectiva: "Llegó la hora en que manifestéis vuestro heroísmo y de que venga a reuniros al Ejército de mi mando, si como aseguráis, queréis ser libres". El bando prevé la organización de la partida e instruye a los habitantes de Jujuy sobre el modo de disponerse a marchar.

 Por fin para que nadie se olvide de este terrible bando del 29 de julio de 1812, Belgrano agrega: “No espero que haya uno solo que me dé lugar para poner en ejecución las referidas penas, pues los verdaderos hijos de la Patria me prometo que se empeñarán en ayudarme, como amantes de tan digna madre, y los desnaturalizados, obedecerán ciegamente y ocultarán sus inicuas intenciones. Más si así no fuese, sabed que se acabaron las consideraciones de cualquier especie que sea, y que nada será bastante para que deje de cumplir cuanto dejo dispuesto”.

El heroísmo de un pueblo 

En las jornadas posteriores, advertido de la cercanía del ejército enemigo, asumió una delicada decisión: ordenó al pueblo que abandonaran sus hogares, sus haciendas, sus cultivos, sus raíces. 
De los tres mil quinientos habitantes, unos mil quinientos partieron con Belgrano rumbo a Tucumán. 
Aquellos que no lo hicieron, en su mayoría pertenecientes a la clase alta, se escondieron o directamente huyeron a costa de perder su patrimonio.
El objetivo de que el enemigo no encontrara nada de provecho era una experiencia que había vivido el propio Belgrano durante la expedición al Paraguay, cuando al adentrarse en el territorio guaraní se encontró con tierras arrasadas y poblaciones fantasmas.
El 23 de agosto comenzó la retirada del ejército de Belgrano, en forma apremiante y precipitada, pues el avance del enemigo había sido más rápido de lo esperado. Precedían la columna familias de Jujuy con sus haciendas y la impedimenta del ejército, seguida por el grueso de la tropa, protegida la marcha por la retaguardia al mando de Eustaquio Díaz Vélez. Días antes, el 19, Belgrano había escrito al gobierno explicando su situación, y en carta a Rivadavia decía que no le quedaba otra cosa que retirarse: “Si el enemigo viene sobre mí, tendré que ir reculando quién sabe hasta donde”.
Piquetes desprendidos de la retaguardia se encargan de desarrollar una lucha de guerrillas contra los flancos de la vanguardia realista, que a pesar de su resolución no puede avanzar con la celeridad con que se lo ha propuesto.
Expresa Martín Villagrán San Millán en su libro “De Buenos Aires a Tumusla” que “la movilización se llevó a cabo por el llamado camino de las postas el que es conocido actualmente como camino del bajo para diferenciarlo del camino de cornisa que lleva de Salta a Jujuy paralelo al río Los Sauces. Esto es en términos groseros: San Salvador, San Pedro, Campo Santo, Cobos, Cabeza de Buey, río Piedras, Yatasto, Rosario de la Frontera, Trancas, Vipos, Tucumán”.
Marcharon los jujeños hacia un destino incierto, en medio de un inclemente frío invernal. Belgrano se llevó hasta los documentos y papeles de gobierno de Jujuy. Él permanece en Jujuy hasta media noche, y cuando inicia la jornada para reunirse con el ejército, todo lo que encuentra a su paso es desierto, pues los ganados han sido sacados, las sementeras destruidas, las viviendas abandonadas, las acequias destrozadas. La última columna partió el 24 de agosto a las tres de la mañana, con el enemigo pisándole los talones.
Tras los pasos de Belgrano, al día siguiente de abandonar la ciudad de San Salvador de Jujuy, entraron en ella las fuerzas de Tristán, que en las calles cambiaron tiros con la retaguardia patriota.
A las seis de la tarde del 24 de agosto, el coronel realista Ángel de Huici, al mando de trescientos hombres, ingresó a la ciudad.
El veintinueve, Belgrano comunicó al gobierno que iba a hacer pie firme en Tucumán.

Mirada desde el presente

Hace doscientos diez años un pueblo iniciaba una marcha en busca de su libertad afrontando el desafío de abandonarlo todo y en circunstancias difíciles. Su acción dejaría una marca indeleble en la historia patria. Habían dado un ejemplo de abnegación como nunca antes se había visto en el territorio de la Patria.
Hoy como habitantes de una Nación que se encuentra en estado de postración, inmersa en una crisis mayúscula, centrada en la decadencia ética, habremos de protagonizar un nuevo éxodo, de buscar una salida que nos permita devolver el bienestar a los habitantes de este bendito suelo.
Se impone iniciar una marcha hacia la recuperación de los prístinos principios republicanos y federales. Se impone por sobre todas las cosas, recuperar el valor del trabajo, la cultura del esfuerzo y del cumplimiento responsable del deber.
A doscientos diez años, se impone concretar una revolución que busque la calidad y eficiencia de las instituciones republicanas. Se impone un alistamiento colectivo con miras a dar nuevas batallas contra todas las lacras de diferentes estamentos en los que la corrupción sentó sus reales. 
La Historia Patria es una buena guía y próceres como el general Manuel Belgrano nos ofrendó a lo largo de su accionar ejemplos éticos que vale la pena seguir.
 
 

 

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