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La vuelta al ruedo de Juan Manuel Urtubey muestra el propósito de reanudar su carrera política, ahora a nivel nacional, desde una suerte de espacio que le permite navegar "a dos aguas" entre el oficialismo y la oposición.
Con casi tres décadas de exposición pública, en esta etapa deberá revalidar títulos con un balance de sus tres períodos como gobernador.
Su aparición en el programa de Viviana Canosa, donde aseveró que en su gobierno no hubo planes sociales no le ayuda a fortalecer ese balance. Desde 2007, Urtubey respondió al formato político impuesto por los Kirchner, una política estatizante que profundizó al extremo la dependencia de todas las provincias de la menguada coparticipación federal y de las discrecionales Asistencias del Tesoro Nacional. Con ese recurso en nuestra provincia se creó un sistema llamado "descentralización", con envíos de fondos de origen nacional a los intendentes.
El balance final en el país fue el incremento del gasto del Estado (Nación, provincia y municipios) destinado a paliar el creciente desempleo con trabajos ajenos a un sistema de administración pública. En este punto coincidían los mismos intendentes, quienes reconocían las dificultades presupuestarias para obras y servicios públicos ocasionados por la obligación de aplicar el presupuesto a esos paliativos.
Las secuelas en el largo plazo quedaron a la vista: el Estado provincial no pudo o no quiso desarrollar políticas proactivas y preventivas en materia de Salud Pública, y esto derivó en reiteradas crisis alimentarias que estallaron especialmente en las áreas rurales y afectaron a las comunidades originarias.
El problema del trabajo y el ingreso familiar se fue agravando durante la gestión kirchnerista en todo el país. Entre 2011 y 2015, el gasto público creció desde el 24% del PBI al 42%. El incremento de la presión tributaria, la caída de la confianza, del crédito y de la inversión productiva fueron destruyendo la generación de empleo genuino. En Salta, la gestión del ministro de Trabajo, Eduardo Costello, estuvo centrada en el hostigamiento a los empleadores y desatendió por completo cualquier esfuerzo por multiplicar el empleo decente. Esta dependencia ideológica y política, a veces sobreactuada y otras veces encubierta, produjo el freno al crecimiento de la producción rural. Con un Ordenamiento Territorial que se proponía convertir al chaco salteño en una especie de parque temático, impidieron el desarrollo agrícola y ganadero de esa región y solo contribuyeron a favorecer la desertificación y la pobreza. Al mismo tiempo, los proyectos de parques industriales apenas traspasaron el umbral de la pu blicidad.
Ningún gobierno alcanza a todos sus objetivos, pero todo depende de donde está puesta la prioridad. El sistema rentístico de coparticipación termina resultando una "zona de confort" para los gobernadores que piensan principalmente en la construcción de poder personal y en el control absoluto de todos los poderes del Estado, a través del "voto cautivo". Finalmente, es más fácil y más redituable el crecimiento del empleo público, o multiplicar la dependencia del Estado que alentar la generación de empleo privado y la inversión modernizadora de la economía local.
Esa es la línea divisoria entre la visión política que apunta a la autonomía, la integración regional y el aprovechamiento de los recursos, y la inercia de la dependencia de la Caja nacional, que no es gratuita.
La obra pública y las políticas de estímulo a la producción son la clave del desarrollo, porque son las estrategias que mejoran la calidad de vida de la gente. La historia de Salta registra períodos en los que se apostó al crecimiento contra períodos en los que se optó por el elitismo del poder. Cada ciudadano sabrá diferenciarlos.
Hoy es imperioso salir de un atolladero económico y social. Si Urtubey quiere instalarse en los primeros planos, en primer lugar, debería definir cuál es su posición al respecto. Cualquiera sea el espacio político que pretenda ubicar, el formato de su gestión como gobernador sería el menos recomendable, al menos, para el país