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30 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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El desafío de frenar la inflación y empezar a generar confianza

Jueves, 04 de agosto de 2022 02:36
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Sergio Massa asumió como ministro de Economía, en la Casa Rosada, con una ceremonia multitudinaria, de dimensión presidencial. No obstante, y como moderación a los festejos tribuneros de los jóvenes, encabezados por su esposa (y funcionaria) Malena Galmarini, su discurso - ya en el Palacio de Hacienda, su espacio desde anoche - advirtió que “no vengo como un salvador”. Ese gesto, que parece desalentar expectativas inmediatas, contrastó con otra de las frases iniciales: “venimos a emprender el camino hacia una Argentina próspera”.
No derramó optimismo ni dramatismo, pero tampoco brindó una descripción cuidadosa sobre la realidad económica y social del país. Sí se refirió a los problemas y oportunidades que brinda el mundo de la pospandemia y de la invasión rusa a Ucrania. 
Massa y el gobierno necesitan generar credibilidad y confianza. El nuevo ministro, con treinta años de trayectoria pública, aparece ante la opinión ciudadana como un político ideológicamente fluctuante, con buenos vínculos con los espacios de poder en las que apoya sus ambiciones y objetivos personales. La presencia de José Luis Manzano, Daniel Vila y Francisco De Narváez en la celebración se vincula a aquel perfil. Luego de su paso por la Anses y por la jefatura de Gabinete, en 2013 se apartó del kirchnerismo, creó el Frente Renovador y con su triunfo sobre el candidato de Cristina Fernández, Martín Insaurralde, logró postergar el sueño de “Cristina eterna”. En 2015, el Frente Renovador se convirtió en árbitro del balotaje al lograr más de cinco millones de votos. Sin embargo, sus habilidades políticas no alcanzaron para convertir al Frente Renovador en una fuerza estable y competitiva y terminó, en 2019, contribuyendo a la gestación del híbrido gobierno del que ahora es, aunque no lo diga, “un superministro”.

“La inflación es síntoma de desequilibrio fiscal y requiere un abordaje macro - económico y de largo plazo”


Su discurso definió objetivos más parecidos a los del Frente Renovador que a la ideología de La Cámpora y del Instituto Patria. 
Ratificó las metas comprometidas por el Gobierno con el Fondo Monetario Internacional, prometió facilitar el comercio exterior, tanto para los exportadores como los importadores y congelar los nombramientos en el Estado. Su “sendero fiscal” excluye, en principio, la emisión desenfrenada. Apostó a la autonomía y el superávit energético y anticipó una próxima reunión con la Mesa de Enlace, para discutir estímulos a la producción y exportación de origen agroganadero. Y también anunció que la segmentación de los subsidios a la luz, el gas y el agua estará supeditada al nivel de ingreso de los usuarios, pero con un techo para el consumo. Es decir, desalentarán el derroche. 
¿Cuánto tiempo contará Massa con el respaldo de la vicepresidenta? 
Difícil adelantarlo. Por una parte, a los dos, y en cierta medida al postergado presidente Fernández, “no los une el amor, sino el espanto”.
La inflación, que ya se proyecta al 90% anual, es mortífera para las aspiraciones de supervivencia política. Pero también es cierto que las aspiraciones personales de la vicepresidenta y el “superministro” hacen previsible “un choque de planetas”. O un acuerdo que aparece complicado. 
No obstante, hay dos cambios que no pueden pasar desapercibidos: Sergio Massa encabeza la unificación, en Economía, de las finanzas, el desarrollo productivo y el agro. Como él mismo lo definió, el problema de la inflación es el síntoma de un desequilibrio fiscal que requiere un abordaje macroeconómico y de largo plazo. 

“Massa ratificó las metas fiscales acordadas con el FMI y cree que podrá reunir US$ 7.000 millones”


La otra cualidad, que lo diferencia de Martín Guzmán, no es solo el abordaje central del crecimiento productivo, sino que él, hoy por hoy, llega sin padrinazgos, sino con apoyo de un sector del peronismo. 
Y no arrancó buscando culpables.
Su optimismo sobre la posibilidad de lograr el ingreso de US$ 7.000 millones para las reservas del Banco Central en un plazo breve supone una serie de acuerdos sobre los que no se conocen aún las condiciones que se acepten y especialmente, las garantías que se ofrezcan. Y un déficit del 2.5% para este año suena a utopía.
Nadie puede iniciar una gestión derramando impotencia, pero la Argentina no se salvará “con una cosecha”. La construcción de credibilidad y confianza para los inversores y los ciudadanos depende de la legitimidad del liderazgo. El presidente Fernández ya parece resignado al ostracismo, pero un ministro de Economía sólo puede avanzar con fuerte apoyo político. El Frente Renovador solo no puede asegurarlo, y el peronismo no kirchnerista debería ser explícito y constante. El país no crece al 6% ni genera empleo, como Massa dijo ayer. El PBI permanece estancado desde hace más de una década. Una década caracterizada por la inflación, el gasto público y los dólares oficiales de valor ficticio. Y por el deterioro laboral y salarial.
Los objetivos planteados por el nuevo ministro son los que marca el sentido común de la gente. La posibilidad de alcanzarlos, por lo pronto, aparece lejana. Quizá, dentro de una semana, Sergio Massa pueda anunciar un proyecto que se parezca más a un plan económico que a un salvataje.
 

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