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Los físicos suelen mirar a los filósofos con desdén y citan a Cicerón, quien dijo: "No hay nada tan absurdo que no haya sido dicho por los filósofos". Pero es posible que los filósofos sean los últimos en reír dado que, al fin y al cabo, la teoría cuántica, aun siendo la teoría física más probada y exitosa de la historia de la física, parece estar incompleta y construida sobre una base filosófica tambaleante. Antes de proseguir, recomiendo leer la columna anterior: "¿Existe la luna cuando nadie la mira?".
La teoría cuántica obliga a reexaminar la obra de filósofos como el obispo Berkeley, que en el siglo XVIII afirmaba que los objetos existían sólo porque los humanos estaban para observarlos; una filosofía llamada «solipsismo". Si un árbol cae en el bosque pero no hay nadie para oírlo, ¿hace ruido? Los solipsistas dirían que no. La teoría cuántica dice algo más raro: dice que si hay un árbol en el bosque y no hay nadie cerca, el árbol existe en todos los estados posibles al mismo tiempo: puede estar de pie, quemado, caído, convertido en leña o en cenizas. Una vez que alguien lo observa, este "se revela" en un estado definido y lo vemos, por ejemplo, caído. O de pie. Un físico enorme, Richard Feynman, comparando la dificultad filosófica que produce la teoría cuántica con la producida por la relatividad, dijo: "Hubo un tiempo en que los periódicos decían que sólo doce hombres comprendían la teoría de la relatividad. No creo que existiera nunca un tiempo así. (...) Por otro lado, creo que puedo decir con toda seguridad que nadie comprende la física cuántica". Según Feynman, la mecánica cuántica "describe la naturaleza como absurda desde el punto de vista del sentido común. Pero está totalmente de acuerdo con el experimento. Por tanto, confío en que podamos aceptar la naturaleza tal como es: absurda". Esto plantea un sentimiento de incomodidad entre los físicos que se visualizan creando enormes castillos de naipes y mundos enteros sobre arenas movedizas.
El gato de Schrödinger
Erwin Schrödinger, padre de la ecuación de onda, confesó a Bohr que se arrepentía de haber propuesto este concepto si había servido para introducir el concepto de "probabilidad" en la física. Buscando demoler la noción de "probabilidades", propuso un famoso experimento.
Imaginemos un gato encerrado en una caja. Dentro de la caja hay una botella de gas venenoso, conectada a un martillo, que a su vez está conectado a un contador Geiger colocado cerca de una pieza de uranio. La descomposición radiactiva del átomo de uranio es un suceso cuántico. Digamos que hay un 50% de posibilidades de que el átomo de uranio se desintegre en el próximo segundo. Si lo hace, activará el contador Geiger que accionará el martillo, romperá el vidrio y matará al gato. Antes de abrir la caja, es imposible decir si el gato está vivo o muerto.
Para describir al gato, los físicos añaden la función de onda del gato vivo y del gato muerto, es decir, ponemos al gato en un mundo imaginario en el que está un 50% muerto y un 50% vivo simultáneamente. Ahora abrimos la caja. Tan pronto como miramos su interior realizamos una observación, la función de onda colapsa y vemos que el gato está, por ejemplo, vivo. En otras palabras, la observación (que requiere de nuestra consciencia) determinó la realidad.
Para Schrödinger, esto era una tontería. ¿Cómo puede un gato estar muerto y vivo al mismo tiempo sólo porque no lo hemos visto? Einstein llamaba a esto «la realidad objetiva", la idea de que los objetos existen en estados definidos sin necesidad de la intervención humana. Bohr defendía la idea que la realidad sólo existe en ese estado después de haberla observado. Einstein se burlaba de esta conclusión, preguntando: "¿Existe la luna sólo porque un ratón la mira?". Después de muchos encendidos debates Einstein finalmente cedió adoptando un nuevo enfoque. Reconoció que la teoría cuántica era correcta dentro de determinado dominio y sólo como una aproximación a la verdad. Así como la teoría de la relatividad generalizaba -pero no invalidaba- la teoría de Newton, él imaginaba que la teoría cuántica era parte de una teoría más general y potente, la teoría del campo unificado; la Teoría del Todo.
Filosofía y metafísica
Todavía hoy no hay consenso entre los físicos acerca del problema que plantea el gato de Schrödinger. La interpretación de Niels Bohr que afirma el gato surge sólo porque la observación determina la función de onda del animal; ha caído en desgracia. En parte porque la nanotecnología nos permite ahora manipular átomos individuales y llevar a cabo experimentos por debajo del "muro" de Bohr. Recordemos que Niels Bohr había postulado que existe un «muro invisible" que separa el mundo atómico extraño del mundo macroscópico familiar y cotidiano.
Mientras el mundo atómico obedece a las antinaturales leyes de la teoría cuántica, nosotros vivimos nuestras vidas fuera del muro, en un mundo de planetas y estrellas bien definidos donde las ondas ya se han descompuesto y todo sigue la física del sentido común. La tecnología nos permite romper ahora ese "muro" y entrar en el extraño mundo sub atómico.
Por otro lado, más radical todavía que la idea de Bohr es la nueva y más fantástica teoría que gana terreno hoy en día. Una interpretación "más absurda" si se quiere que la interpretación de Bohr: la idea de los múltiples universos paralelos. Según esta visión, cuando el uranio se desintegra en el experimento de Schrödinger, el universo se divide en dos: uno conteniendo al gato muerto y el otro al gato vivo. En cada coyuntura cuántica, el universo se divide por la mitad, en una secuencia interminable de división de universos. Todos los universos son posibles en esta visión; cada uno tan real como el otro. Cada infinita repetición o variación nuestra en cada posible universo sería tan real como nosotros mismos en este universo.
La gran ventaja de la teoría de los multiversos es que no requiere el colapso de la función de onda; prescinde del «Observador». El precio por pagar es convivir con la idea de universos que se dividen continuamente en infinitas ramas. Los resultados son idénticos desde el punto de vista físico. Claro, no desde el punto de vista filosófico o metafísico.
Otra vez Dios
Santo Tomás de Aquino, el gran teólogo católico del siglo XII postuló cinco argumentos para demostrar la existencia de Dios. Lo interesante es que, aún hoy, resuenan sus ecos.
De los cinco argumentos de Santo Tomás, tomaremos tres: Uno "Cosmológico": los objetos se mueven porque son empujados; es decir, algo los pone en movimiento. Pero ¿cuál es el primer motor o la primera causa que puso el universo en movimiento? Debe ser Dios. El segundo "Teleológico": a nuestro alrededor vemos objetos de gran complejidad y sofisticación, pero, en última instancia, todo diseño precisa de un diseñador. El Primer Diseñador fue Dios. Y el último, «Ontológico»: Dios, por definición, es el ser más perfecto imaginable. Se puede imaginar que no existe. Pero, si Dios no existiera no sería perfecto; ergo, debe existir. "Tiene el existir por esencia; su esencia es existir", según Santo Tomás. "El ser es la perfección de todas las perfecciones". Estas pruebas de la existencia de Dios perduraron durante cientos de años y marcaron a fuego la ciencia y la cultura de gran parte de la Edad Media tardía y del Renacimiento. No fue hasta el siglo XIX cuando Immanuel Kant halló un defecto en el argumento ontológico, al postular que la perfección y la existencia son dos categorías independientes entre sí. Que algo sea perfecto no necesita ni implica que deba existir.
El análisis del argumento teleológico no presenta mayores complicaciones a la luz de la ciencia moderna. La sofisticación de las formas de vida que nos rodean puede explicarse por la Teoría de la Evolución. Con suficiente tiempo, el azar puro - y, sobre todo la estadística -, pudieron impulsar la evolución de manera que diseños más sofisticados surgieron a partir de otros más sencillos. No es necesario un primer diseñador de la vida. Tampoco del universo. Las visiones antrópicas y las teorías sobre los universos de diseño también se interpusieron en el camino de la ciencia por demasiado tiempo.
En cambio, el análisis del argumento cosmológico no es tan fácil de refutar. Los físicos actuales pueden hacer "retroceder la película" y demostrar que el universo empezó cuando el Big - Bang lo puso en movimiento. Al retroceder antes de ese momento, se vislumbra la teoría del multiverso. Aun si esta novedosa teoría explicara cómo se produjo el Big-Bang, entonces tendríamos que preguntarnos: ¿y de dónde vino el multiverso? Incluso si se confirmara que los multiversos son una consecuencia de la Teoría del Todo, deberíamos preguntarnos, entonces: ¿de dónde viene la Teoría del Todo? Llegados a este punto, la física se detiene y comienza la más pura metafísica; la física no puede decidir sobre la procedencia de las leyes de la naturaleza. Así, el argumento cosmológico de Santo Tomás de Aquino acerca del primer motor o primera causa sigue siendo válido y relevante, incluso en pleno siglo XXI. "La ciencia no puede resolver el misterio definitivo de la Naturaleza. Y es porque, en último término, nosotros mismos somos parte del misterio que intentamos resolver; dijo Max Planck". Quizás la metafísica tampoco pueda.
Quizás, después de todo, al fin no seamos nada más que ratones mirando la Luna tratando de explicarnos a nosotros mismos; mientras la Luna gira y gira; sin ser consciente ni importarle en lo más mínimo si la miramos o no.