¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
25 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

La crisis nos exige un baño de realismo

Jueves, 19 de octubre de 2023 02:28

Si bien todas las encuestas quedaron seriamente cuestionadas luego de las elecciones del 13 de agosto, en el mundillo político y empresario está instalada la percepción de que el candidato libertario volverá a ocupar el primer lugar el 22 de octubre, aunque tendría que competir con Sergio Massa en la segunda vuelta de noviembre. De acuerdo a esas estimaciones, Milei no lograría el porcentaje necesario para evitar el balotaje con Massa.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Si bien todas las encuestas quedaron seriamente cuestionadas luego de las elecciones del 13 de agosto, en el mundillo político y empresario está instalada la percepción de que el candidato libertario volverá a ocupar el primer lugar el 22 de octubre, aunque tendría que competir con Sergio Massa en la segunda vuelta de noviembre. De acuerdo a esas estimaciones, Milei no lograría el porcentaje necesario para evitar el balotaje con Massa.

Milei tiene por delante una tarea harto difícil: combinar el mantenimiento de su perfil confrontativo con una imagen de gobernabilidad. Los anuncios sobre la configuración de su gabinete apuntan a irradiar tranquilidad. La aureola de éxito que lo rodea facilita su acercamiento con los distintos factores de poder, que desconfían de su imprevisibilidad.

Un aspecto novedoso en ese sentido fue el acercamiento con un sector del sindicalismo peronista, personificado en la emblemática figura de Luis Barrionuevo. Este contacto, unido a la cantidad de figuras de la década del 90 cercanas al candidato libertario, estimula las comparaciones entre el fenómeno de Milei y el ascenso de Carlos Menem en medio del estallido inflacionario registrado a fines del gobierno de Raúl Alfonsín.

El candidato oficialista tiene que lidiar con la hipoteca del "kirchnerismo" y una imagen negativa en la opinión pública. Pero frente a la hipótesis de que la segunda vuelta se libraría entre Milei y Massa, y que Mauricio Macri y la mayoría de la estructura política del PRO optarían por apoyar al candidato de La Libertad Avanza, el clima predominante indica que esa disyuntiva implicaría la ruptura de la coalición y que una franja del aparato radical podría en ese caso respaldar a Massa.

Massa tiene como "plan A" un triunfo en el balotaje a través de un acuerdo con un sector del radicalismo, de la fracción minoritaria del PRO liderada por Rodríguez Larreta, el peronismo de Córdoba, el socialismo santafesino y varios partidos provinciales. Este "polo anti-Milei" convergería alrededor de la propuesta de un "gobierno de unidad nacional" con un gabinete multipartidario. La revelación de que Roberto Lavagna podría cumplir un rol protagónico en un futuro gobierno de Massa sería la conformación de esa estrategia.

Pero Massa también tendría bajo la manga un "plan B", que consistiría en ser parte de una nueva renovación política del peronismo, semejante a la encabezada en la década del 80 por Cafiero, Menem, Carlos Grosso y José Manuel De la Sota, relegando a un segundo plano al "kirchnerismo", tal vez refugiado en la provincia de Buenos Aires, y convertirse así en una de las figuras centrales de una "oposición de centro" al gobierno de Milei.

El acuerdo

Massa y numerosos gobernadores y dirigentes del peronismo evalúan que un gobierno de Milei sería intrínsecamente débil. Estaría en minoría en ambas cámaras del Congreso Nacional y condicionado por una notoria orfandad territorial derivada del hecho (institucionalmente inédito en más de un siglo) de un presidente cuyo partido no controlaría ninguna de las 23 provincias ni tampoco la ciudad de Buenos Aires, ni siquiera algún municipio relevante.

En esas circunstancias, Milei estaría forzado a un ejercicio permanente de negociación para sostenerse. De ese modo, aún derrotado en las urnas, el peronismo podría convertirse entonces no solo en el eje de la oposición sino en un contrapeso institucional capaz de garantizar la gobernabilidad de la Argentina. Desde esta perspectiva, cobran otra significación, no solo coyuntural, los vínculos subterráneos entre Milei y Massa.

La diferencia entre la acción política y el análisis político reside en que la acción política necesita dramatizar la realidad. Es un esfuerzo sistemático de simplificación, esquematización y sobreactuación. En cambio, el análisis político exige precisamente desdramatizar esa realidad y buscar aquellos hilos de continuidad y de consenso que se esconden detrás del telón y no anulan pero sí relativizan los elementos de ruptura proclamados por los protagonistas.

Por eso son procedentes dos precisiones estructurales, independientes de la coyuntura electoral. La primera es de carácter global: la contradicción fundamental de la política contemporánea, que recorre a todos los países del mundo, desde Estados Unidos hasta China, es entre un nuevo sistema económico surgido de una revolución tecnológica que avanza a ritmo acelerado a escala planetaria y la subsistencia de sistemas políticos previos a esa transformación. Como consecuencia de esa dicotomía, los sistemas políticos son cada vez más impotentes para guiar, y menos aún para controlar, el curso de los acontecimientos económicos y sociales.

Perón decía que "la evolución histórica avanza a la velocidad de los medios técnicos que la impulsan". En la era de la inteligencia artificial, los medios técnicos han dejado a todos los sistemas políticos vigentes como parte del pasado Esa es la causa fundamental de un estado de disconformidad colectiva que emerge de diverso modo en los distintos países, según las circunstancias y las características propias de cada cultura y de cada pueblo.

La mayoría de la opinión pública, no solo en la Argentina sino en casi todos los países de Occidente, considera que, al margen de la honestidad o no de sus dirigentes, los actuales sistemas políticos son inservibles para resolver sus problemas, y que al ser inservibles son por definición corruptos, porque su existencia misma representa una estafa a la sociedad, ya que cobran por lo que no hacen.

El cuestionamiento de Milei contra "la casta" no es entonces solo un acierto publicitario, sino algo más profundo, anclado en un fenómeno mundial. Es la explicitación de un "espíritu de la época". En el mundo hay en marcha una revolución política y el futuro será de quienes sepan transformar ese fenómeno en una alternativa de gobierno y un sistema de poder capaz de tornarla posible.

Pero hay una segunda precisión estructural, de orden interno: el ocaso del ciclo del "kirchnerismo", iniciado en 2003, representa el fin de un modelo económico basado en una visión "estadocéntrica", en la preeminencia del Estado como principal factor dinamizador de la actividad productiva. La nueva etapa está marcada por un viraje hacia una estrategia apalancada en la promoción de la inversión privada y la apertura internacional, rumbo ya insinuado a partir del acuerdo entre el gobierno y el Fondo Monetario Internacional y el ascenso de Massa al Ministerio de Economía.

Más allá de la bruma que envuelve al panorama electoral y a un sistema político en descomposición y, por lo tanto, en vísperas de una amplia reconfiguración de fuerzas, existe un consenso tácito entre los diferentes actores acerca de que la próxima etapa de gobierno estará signada por la profundización del giro "realista" inaugurado con el ascenso de Massa al Ministerio de Economía.

A comienzos de 2003, en vísperas del advenimiento del kirchnerismo, en una reunión celebrada por los economistas que asesoraban a los cinco candidatos presidenciales con posibilidades ciertas de acceder al gobierno (Carlos Menem, Néstor Kirchner, Ricardo López Murphy, Elisa Carrió y Adolfo Rodríguez Saa), todos coincidieron en que la intensidad de la disputa política era acorde con la convicción de que, a partir del bajísimo piso establecido por la hecatombe de diciembre de 2001, la nueva situación internacional ofrecía una oportunidad extraordinariamente favorable para la Argentina. Hoy podrían decir exactamente lo mismo.

En idioma mandarín la palabra "crisis" significa, al mismo tiempo, "peligro" y "oportunidad". En un escenario mundial favorable para la Argentina, la actual crisis presenta ambas características. La crisis abre camino a la oportunidad, pero a las oportunidades hay que saber aprovecharlas.

* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico y miembro del grupo de reflexión política Segundo Centenario

 

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD