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La levedad de la contradicción

Viernes, 27 de octubre de 2023 03:29
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El principio de no contradicción es inherente a la lógica y al sentido común, y tiene validez universal: "Nada puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido".

Pero la dinámica del tiempo permite a los políticos cambiar de bando, olvidar agravios e ignorar el principio de no contradicción, muchas veces, con éxito.

La contradicción implícita en la alianza entre Luis Barrionuevo y Javier Milei se derrumbó pronto, apenas se produjo el abrazo libertario con Patricia Bullrich, también contradictorio. La acusación de "montonera asesina", ¿es tan fácil enviarla al arcón de los recuerdos?

El peronismo hizo de la contradicción un culto, tal como lo expresan las estrofas de la marcha peronista como "combatiendo al capital" y "para que reine en el pueblo el amor y la igualdad".

El mismo Juan Domingo Perón, en una de sus ocurrentes explicaciones, sostenía que "hay conservadores, radicales, socialistas y comunistas, pero todos son peronistas". En realidad, lo que así definía era la idea de un partido único y hegemónico, un "movimiento". Claro, el movimiento es un cambio permanente y así, las cosas cambian y las contradicciones pasan desapercibidas.

Ayer, un triunfalista Sergio Massa aseguró que el pacto entre Bullrich y Milei "le genera confusión a la gente por las contradicciones". Los políticos suelen ser paternalistas y creen que la gente piensa como ellos, sus familias y sus compañeros de andanzas. Y es evidente que las contradicciones de los políticos no son determinantes en la decisión de la gente, probablemente porque ya sean una costumbre. No hay que olvidar que los ciudadanos no le creen demasiado a ninguno.

¿Acaso influyó en algo que Sergio Massa haya dicho en febrero que "yo no puedo ser ministro y candidato a presidente"? O que su compañero de fórmula, Agustín Rossi, haya renunciado en 2021 al Ministerio de Defensa para ser candidato a senador por Santa Fe (donde perdió) y siga siendo jefe de Gabinete mientras participa de la campaña más cara de la historia, en la que, abiertamente, los recursos del Estado están siendo utilizados discrecionalmente.

La capacidad digestiva de los políticos para asimilar las contradicciones es cultural. Baste recordar las declaraciones de Luis D'Elia y de Juan Grabois contra el "ministro del FMI", como calificaban a Massa hasta horas antes de las PASO. Ni qué hablar de los discursos del candidato prometiendo "borrar a los ñoquis de la Cámpora", hace unos años, hasta prometer hoy, mientras ejerce una presidencia virtual, que el 10 de diciembre empezará un nuevo gobierno.

Por eso es difícil predecir cómo va a impactar en una ciudadanía enojada con todos, también con Milei y Massa, el vuelco de Patricia Bullrich. Al fin y al cabo, Massa, Milei y también Bullrich han tenido trayectorias polifacéticas, con sucesivas conversiones.

El recorrido del ministro candidato lo muestra en la Ucedé, junto a la familia Alsogaray; luego con Menem, más tarde con Eduardo Duhalde y con Néstor Kirchner en la Anses, y jefe de Gabinete de Cristina; en 2013, candidato a diputado anti-K y, en 2015 a presidente por su Frente Renovador. En 2019, aliado con Alberto Fernández y Cristina, presidente de la Cámara de Diputados y cuando el modelo estalló, ministro de Economía y, virtualmente, presidente.

Tantas idas y vueltas no le han deparado costos. Con el país al borde del abismo, y con indicadores que se agravaron desde que inició su ministerio, llega con ventajas al balotaje del 19 de noviembre.

¿Qué va a hacer después del 10 de diciembre, si gana? Un misterio. Si sigue como hasta ahora, mejor no imaginarlo. Aunque, como todos, siempre tendrá explicaciones.

 

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