La aplastante derrota experimentada por el Pacto Histórico, la coalición encabezada por el presidente izquierdista Gustavo Petro, en las recientes elecciones regionales de Colombia incrementó la fragilidad de un gobierno que asumió hace apenas quince meses con la promesa de protagonizar una profunda renovación en las prácticas políticas y atraviesa hoy una crisis que dista de augurarle un buen final.
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La aplastante derrota experimentada por el Pacto Histórico, la coalición encabezada por el presidente izquierdista Gustavo Petro, en las recientes elecciones regionales de Colombia incrementó la fragilidad de un gobierno que asumió hace apenas quince meses con la promesa de protagonizar una profunda renovación en las prácticas políticas y atraviesa hoy una crisis que dista de augurarle un buen final.
Las principales ciudades colombianas se pronunciaron por candidatos de la oposición. Los resultados electorales registrados en Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Cartagena, Cúcuta y Bucaramanga diseñaron un mapa que patentiza el aislamiento presidencial. Si bien Petro intentó disimular el contraste y relativizar la significación política del episodio, los analistas políticos coinciden unánimemente en que las urnas reflejaron el estado de disconformidad colectiva con la gestión gubernamental.
En Bogotá, otrora gobernada por Petro y donde el primer mandatario edificó su proyección política nacional y obtuvo una categórica victoria en la elección presidencial del año pasado, triunfó ampliamente el candidato centrista Carlos Fernando Galán, líder de Nuevo Liberalismo, quien obtuvo el 49,2% de los votos. La debacle del oficialismo fue de tal magnitud que el candidato del Pacto Histórico, Gustavo Bolívar, quedó relegado al tercer lugar, con sólo el 18,7% de los votos, y fue superado por el independiente Juan Daniel Oviedo, que alcanzó el 20,12%.
En contraposición a las dudosas justificaciones esgrimidas por Petro para amortiguar el impacto de la derrota, el propio Bolívar, un reconocido escritor y autor de la popular serie de televisión "Sin tetas no hay paraíso", admitió: "siento un voto de castigo hacia el Pacto Histórico". Claudia López, la actual alcaldesa, integrante del Partido Verde, emitió un mensaje contundente: "Si querían un plebiscito ahí lo tienen fuerte y claro. Bogotá se respeta".
En Medellín, la segunda ciudad de Colombia, Federico "Fico" Gutiérrez, un centroderechista que ya fue alcalde entre 2015 y 2019 y candidato presidencial en 2022, logró una victoria sin precedentes, con el 73% de los votos contra el escuálido 10 % de Juan Carlos Upegui, el postulante del Pacto Histórico, apoyado por Daniel Quintero, alcalde hasta hace pocas semanas, acusado de corrupción y mencionado como un posible candidato a sustituir a Petro en las elecciones presidenciales de 2026.
En Cali, la ciudad que fue el epicentro de las movilizaciones callejeras de 2021 contra el ex presidente Iván Duque, que catapultaron a Petro a la presidencia, el candidato gubernamental, Daniel Rentería, fue eyectado al tercer puesto, también con apenas el 10% de los votos. El vencedor fue Alejandro Eder, un antiguo funcionario de las administraciones de Álvaro Uribe y de Juan Manuel Santos en asuntos de pacificación y de integración territorial. La mala gestión del actual alcalde "petrista", Jorge Iván Ospina, potenció la irrupción de Eder al frente del Movimiento Revivamos Cali, que cosechó luego el respaldo de los partidos tradicionales.
Pero el caso tal vez más emblemático del cambio registrado en el mapa político nacional sucedió en Bucamaranga, base territorial del ingeniero Rodolfo Hernández, una personalidad independiente, que disputó con Petro la segunda vuelta. El alcalde electo, Jaime Beltrán, está situado ideológicamente en las antípodas de Petro, es un ferviente apologista del mandatario salvadoreño Nayib Bukele y fue conocido por su consigna de "mano dura" y su énfasis en la cuestión de la seguridad pública en una ciudad con una fuerte presencia inmigratoria. Beltrán contó también con el vigoroso respaldo de la Iglesia Movimiento Evangelista Camino a la Libertad, de la que es miembro.
Un escenario incierto
En 2022 Petro, un ex líder guerrillero, protagonizó un acontecimiento histórico al convertirse en el primer presidente de izquierda en la historia colombiana. El Pacto Histórico, una variopinta coalición de partidos y agrupaciones de izquierda que incluye al Partido Comunista, desplazó a las fuerzas políticas tradicionales, que se alternaban en el poder desde 1957, fecha del derrocamiento del régimen militar encabezado por Gustavo Rojas Pinilla.
Sin embargo, las elecciones regionales demostraron que, a pesar de haber llegado al gobierno y de transformarse también en la primera fuerza parlamentaria, la alianza no logró consolidar un poder territorial. Sacudida por divisiones internas, no pudo presentar candidatos competitivos en las alcaldías más importantes. Sólo conservó la administración de apenas dos de las 32 gobernaciones (Nariño y Magdalena) y tampoco será mayoría en ninguna de las asambleas departamentales y consejos municipales. Este déficit acrecienta la incógnita sobre si podrá afrontar exitosamente la próxima elección presidencial.
Pero el "antipetrismo", hegemónico a escala local, es muy heterogéneo políticamente. Así como en Bogotá, una metrópoli impregnada por una atmósfera de "progresismo" cultural que en su momento supo captar Petro, ganó Nuevo Liberalismo, una formación de centro-izquierda que tuvo una pésima performance en las pasadas elecciones presidenciales y legislativas, en el resto del país prevalecieron las antiguas estructuras políticas, mimetizadas hoy en fuerzas locales originadas en los aparatos tradicionales del Partido Conservador y el Partido Liberal. Un caso paradigmático es Barranquilla, uno de los puertos más importantes del país, donde en 2022 había triunfado ampliamente Petro pero ahora ganó Alejandro Char, miembro del poderoso "clan Char". Esta heterogeneidad no impide empero la convergencia del conjunto de la oposición contra un gobierno que busca disimular sus tropiezos de gestión con algunos gestos altisonantes en materia de política exterior, que incluyen desde la normalización de las relaciones con el régimen venezolano de Nicolás Maduro hasta la controversia diplomática con Tel Aviv desencadenada por la condena a la respuesta de Israel al ataque terrorista de Hamas.
A esto cabe agregar que la imagen de transparencia que rodeó el ascenso de Petro resultó mellada por las denuncias de corrupción que provocaron el alejamiento de la Jefa de Gabinete, Laura Sarabia, y del embajador en Caracas, Armando Benedetti. Esas acusaciones alcanzaron características aún más escandalosas con el procesamiento de su hijo Nicolás, imputado por el lavado de una suma de dinero destinada a la financiación de la campaña proselitista de su padre que habría sido donada por uno de los principales cabecillas del narcotráfico colombiano, Nahuel Santander Lopesierra. En su declaración indagatoria, Nicolás reveló que su progenitor estaba al tanto de esas tratativas.
En ese contexto, un sector de la dirigencia opositora apuesta a una proyección nacional de la figura del alcalde electo de Bogotá similar a la campaña que en su momento catapultó a Petro. Galán es hijo de Luis Carlos Galán Sarmiento, un candidato presidencial de Nuevo Liberalismo asesinado por esbirros de Pablo Escobar, el tenebroso jefe del cartel de Medellín, en un evento público en agosto de 1989.
Paradójicamente, Galán Sarmiento reivindicaba la figura de Jorge Eliécer Gaitán, un popular caudillo liberal también asesinado en 1948, cuya muerte desató el famoso "bogotazo" y constituyó el punto de partida de la sangrienta guerra civil que asoló durante varias décadas el territorio colombiano. Los partidarios del nuevo alcalde bogotano reivindican hoy ese linaje para promover la imagen de su jefe como alternativa a Petro.
* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico