inicia sesión o regístrate.
El próximo 17 de diciembre chilenos y chilenas deberán votar de forma obligada si "están a favor" o "en contra" de la nueva propuesta constitucional. El Consejo Constitucional que fue electo en esta ocasión (7 mayo) tuvo una mayoría abrumadora de la derecha. De 51 escaños, el Partido Republicano de derecha ultraliberal obtuvo 23 asientos, la derecha tradicional UDI y RN 11 puestos y la centro-izquierda 16, más un asiento de los pueblos originarios.
La raíz de este resultado es múltiple. Refleja, en parte, el rechazo al proceso de formación constitucional anterior, cuya Convención estaba claramente sesgada hacia la izquierda, de heterogéneos movimientos sociales. La Propuesta que emanó de allí obtuvo -en el plebiscito del 4 de septiembre- un 61,86% de rechazo y 38.14% de aprobación. Se trataba de una propuesta posmoderna, ecologista, de afirmación pluriétnica, de justicias diferentes para chilenos e indígenas y el cometido de un estado social de derechos y paridad de género.
La vuelta de campana
Pero en una vuelta de campana la actual propuesta de Constitución representa el "programa" del Partido Republicano. Diseña considerandos contra el aborto -"La ley protege la vida de quien está por nacer"- que abre la puerta a la eliminación del aborto vigente por tres causales. Permite un asunto inédito, la existencia de la "objeción de conciencia" tanto personal como institucional en torno a esta delicada materia. Es decir, un establecimiento de salud -o institución- de cualquier naturaleza puede objetar el aborto en cualquier causal y este no se aplicaría allí. En el plano de la salud permite la provisión mixta pública y privada que, en la práctica, consagra el actual sistema de salud de seguros privados, altamente costoso, que cubre en torno de un 17% de la población. El 80% restante se atiende en el sistema público -Fondo Nacional de Salud- Fonasa. En el plano de las pensiones se establece de igual modo la "elegibilidad" entre un sistema privado o público, y deja de lado la posibilidad de alguna forma de reparto o de mayor grado de solidaridad intergeneracional. Sabido es que las pensiones en Chile son de administración privada, cuya tasa de reemplazo bordea el 34% del monto de jubilación en relación con el último ingreso del trabajador/a. Se indica en el apartado sobre Estado, de manera retórica, que este será un "Estado social de derecho". También se eliminan las "contribuciones" o impuestos a la primera vivienda en la línea ultraliberal del Partido Republicano.
Se consagra, en definitiva, un texto que señala bien "un programa político" más que un acuerdo amplio o "consenso sobre fundamentales" como diría la expresión anglosajona del derecho y la ciencia política.
Es necesario agregar un telón de fondo clave que explica en este período la situación de Chile. En efecto, el triunfo presidencial, con Gabriel Boric, del Frente Amplio en noviembre de 2021 se funda en la llegada al gobierno de una nueva generación política de izquierda que se instala al calor de los movimientos estudiantiles y de la amplia protesta social de octubre de 2019. Este grupo generacional de distintos partidos pequeños que suma el apoyo de la izquierda clásica en segunda vuelta promete un proyecto "refundacional" e igualitario "en contra" del neoliberalismo.
Sin embargo, a poco de andar, el nuevo gobierno se enfrenta a la impericia para gobernar, cometiendo serías torpezas. Se juega a fondo por la nueva Constitución y su convención, que mostraba a un jacobinismo poco informado e ideologizado. La durísima derrota ya señalada de este proyecto de Constitución deja en muy mal pie al actual Gobierno y prefigura el segundo proceso donde triunfa el Partido Republicano ya indicado.
Con todo, este gobierno ha hecho un duro aprendizaje y ha tenido la plasticidad, en especial el presidente Boric, para enfrentar el nuevo escenario con un cúmulo de iniciativas en los diversos campos. No es banal la reciente aprobación del presupuesto con alzas importantes en seguridad, salud y educación.
La política y la realidad
El mar de fondo es el crecimiento de la inmigración ilegal, la penetración del narcotráfico y de bandas criminales, las "tomas" amplias de terrenos por parte de mafias organizadas; el aumento exponencial de la criminalidad y la inseguridad, señalada como primer problema por los chilenos.
Y por cierto el crecimiento como verdadera hemorragia de la corrupción en gobiernos regionales y locales. Es decir, como con precisión señala un libro muy leído en estos días del arquitecto Ivan Poduje, estamos ante un "Chile tomado" por estas mafias, el crimen organizado y la corrupción.
Mientras tanto, la elite, en un club cerrado, discute otros asuntos, muy tranquila en sus distritos y comunas de privilegio. En la actualidad, según la última encuesta CEP, un 47% se muestra no mucho ni nada interesado en el nuevo proceso constitucional. De acuerdo a cómo votaría, "en contra" del nuevo proyecto de constitución se manifiesta un 30%; los indecisos (aún no lo ha decidido) un 53% y a favor del nuevo proyecto constitucional un 8%. En todo caso estamos ante un escenario muy liquido de carrusel puesto, que una encuesta del 26 de noviembre indica que el "a favor" sube al 38% y el "en contra" cae 3 puntos al 46%.
Pero lo que está en juego, en verdad, más allá de un documento jurídico, es la hegemonía en la derecha y la apuesta en las próximas presidenciales del Partido Republicano y su líder José Antonio Kast. Este partido se ha jugado a fondo por el proyecto de Constitución actual como "su" propio programa político. Con ello, arrastrando a la derecha más clásica como la UDI y Renovación Nacional y otros grupos de "centro" menores. Con una divisa tradicional en torno al orden, la autoridad, la nación y la seguridad, los republicanos buscan con toda energía ganar las presidenciales de 2025.
Todo parece incierto en un país fragmentado, con malas cifras económicas -una contracción del 0,4%- y con una amargura por la "mala política", la inseguridad y la precariedad en todo sentido.
La política es vista como algo muy ajeno, sobre el que dice confiar un escaso 2% de los chilenos. Una amplia y mayoritaria franja de la población, un 62% no se identifica con ningún partido político. Todo parece indicar que en Chile se replican los síntomas epocales de cansancio y hastío con las elites políticas tradicionales y quizás con una vicaria identificación con símbolos tradicionales del orden, la seguridad y el nacionalismo. Muchos estudios recientes nos llevan a pensar que la democracia liberal está en retroceso y que la ciudadanía busca respuestas rápidas a problemas complejos.
Los canales institucionales actuales no parecen contener las pasiones, las rabias y pulsiones de la población de muchos países, y en especial de las nuevas generaciones. Así están las cosas.
* Dr. en Sociología y Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor de la F. de Cs. Jurídicas y Sociales de la Universidad de Talca - sede Santiago