Los personajes históricos transitan un tiempo que está signado por diferentes acontecimientos que inciden en el trazado de sus caminos y de sus vidas.
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Los personajes históricos transitan un tiempo que está signado por diferentes acontecimientos que inciden en el trazado de sus caminos y de sus vidas.
Jorge Mario Bergoglio, el sacerdote, el provincial de los jesuitas, el cardenal, asistió desde las jerarquías en las que le tocó actuar, a un tiempo histórico de encrucijadas de profundos antagonismos y en los que la violencia se enseñoreó del territorio argentino.
En una Argentina inestable, la Iglesia quedó dividida entre aquellos que, en nombre del anticomunismo, apoyaban el derecho nacionalista y los que se pusieron de parte de los humildes, los explotados y los pobres. El país fue testigo de una confrontación armada entre los defensores de la "revolución argentina" y el general Onganía en el tiempo del golpe de 1966 y los adherentes del retorno del líder del partido justicialista. Estas confrontaciones fueron la instalación de una encadenada sucesión de actos de violencia que se iniciaron en la década de los sesenta y se prolongaron e intensificaron en los setenta. Corolario de esa tragedia fue el asesinato de monseñor Angelelli.
La figura de Angelelli dejó una honda impresión en el futuro papa Francisco, que siempre mostró respeto por el valiente, osado y humilde pastor que defendió a su feligresía que tanto amaba, incluso hasta el martirio.
El 31 de julio de 1973 Jorge Bergoglio fue nombrado Provincial superior de la Sociedad de Jesús para Argentina con tan solo 36 años. Austero y prudente, poseía una conciencia social muy fuerte y aunque estaba totalmente a favor de que la Iglesia actuara entre los más desfavorecidos de la sociedad, siempre se opuso a un acercamiento de los jesuitas a cualquier movimiento extremista. Rechazó la opción de una lucha armada en nombre de la justicia.
El Provincial, fiel al Papa y a su Evangelii Natiandi afirmó: "La violencia ni es cristiana ni evangélica, y que los cambios estructurales repentinos o violentos serían un error, ineficaces en sí mismos y ciertamente incoherentes con la dignidad del hombre".
Hombre discreto, pero con carácter propio, se enfocó en proteger a quienes tenía a su alrededor y, dentro de la sociedad, a quienes estaban sufriendo o siendo amenazados. Intentó mantener a su orden a salvo de riesgos políticos a toda costa. Estaba decidido a aferrarse a "la libertad de apegarse solo al Evangelio", y hallar una forma de guardar el equilibrio en el filo de la navaja en tiempos de entrecruzamiento de intereses ideológicos.
En la década de los setenta Jorge Bergoglio estableció un grupo de misioneros que viajó por toda la Argentina para ayudar en los lugares y parroquias más pobres donde no había sacerdotes. Esto le permitió a la orden y a Bergoglio entrar en contacto con las regiones más desfavorecidas.
La destitución de la presidente María Estela Martínez de Perón volvió a torcer el rumbo institucional. El proceso histórico posterior señaló a Bergoglio la necesidad de proteger a sus seminaristas. El apresamiento de Orlando Yorio y Francisco Jalics, quienes habían sido maestro uno, y director espiritual otro en el Colegio Máximo, tensó la relación entre el jesuita y las autoridades de la Junta.
En aquellos días, el Colegio Máximo en San Miguel ofreció ayuda a muchas personas. Fue solo con el paso del tiempo que algunos residentes comenzaron a ser conscientes de esta red secreta y protectora para personas laicas. Muchos laicos le deben su vida, Jorge Bergoglio, fue un intermediario, un ángel de la guarda, aunque no pudo llegar a todos los que lo necesitaban.
En 1996, la Conferencia Episcopal Argentina publicó su examen de conciencia. Mientras la Iglesia celebraba su jubileo en el año 2000, Bergoglio entonces Arzobispo de Buenos Aires realizó la autocrítica de las acciones de la Iglesia durante una etapa compleja en la Historia Argentina.
Una homilía del 25 de mayo de 1999, sobre el texto de los dos discípulos en el camino a Emaús, devela su pensamiento, en ella expresó: "Si ponemos nuestra esperanza en una Argentina en la que no todos tienen su lugar en la mesa, en la que solo algunos se benefician, en la que el tejido social se está desintegrando, entonces la sociedad argentina se encontrará rumbo a la colisión. No podemos ser ingenuos, la fragmentación social se avecina como una nube en el horizonte, mientras distintos intereses compiten sin preocuparse por el bien común". En otro pasaje manifiesta: "una creciente desconfianza y una pérdida de interés en toda la participación colectiva, llevando a un deseo de vivir solo en el momento presente, en un frenesí de exceso de consumo". Palabras premonitorias de la historia ulterior.
El siglo XXI alumbraría nuevas crisis y nuevos motivos de enfrentamientos. La vida de Bergoglio transcurrió en tiempos de manifiesta violencia, de paulatina degradación de la calidad de vida y de resquebrajamiento de las instituciones democráticas. Esto explica su mirada misericordiosa para quienes les eran negados los elementos necesarios para gozar de una vida digna.
Un hombre que posteriormente reflexionaría: "A veces en la vida no somos llamados a actuar sino a soportar, y a vencer nuestros límites y los de otros. Ir por el camino de la paciencia significa aceptar el hecho de que es el tiempo lo que produce madurez. Ir por el camino de la paciencia significa dejar que el tiempo planee y moldee nuestras vidas".
Bergoglio está convencido de que los distintos dones que emergen dentro de la Iglesia son una bendición. Estos "dones del Espíritu" dados a individuos en particular son regalos de Dios, los cuales ellos deben "poner al servicio de la comunidad y para el bien de todos con el mismo desinterés y el mismo amor".
Francisco es un hombre que vivió en la periferia, un hombre de encuentro que supo capturar el drama de su tierra natal, un hombre que tiene un oído pegado al evangelio y el otro a la voz de su rebaño. De allí que un rasgo predominante en la vida y en el Pontificado de Francisco es su proximidad a los pobres. Ellos están en el centro de su evangelio que es la dignidad humana. La opción por la pobreza responde al magisterio de la Iglesia, siempre presente en cuestiones sociales.
La adopción del nombre Francisco, es de por sí la más clara explicación a su forma de concebir el estilo de vida: servicio, austeridad, sencillez, caridad, pobreza.
Francisco, el primer Papa de los confines de la tierra, fiel a sí mismo, nos interpela a que la Iglesia salga de sí misma y habite las periferias sociales y existenciales, en un gesto de misericordia que conduce a la redención.
(*) Junta de Historia Eclesiástica Argentina