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29 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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El fracaso de una generación

Jueves, 06 de abril de 2023 01:47
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El asesinato del colectivero Daniel Benítez mostró en primera plana la favelización del conurbano, junto con la inseguridad generalizada que genera una dirigencia que se tapa los ojos (o simula que no ve lo que pasa) y es incapaz de garantizar el funcionamiento del transporte, la libre circulación por las calles, el buen funcionamiento de los centros de salud, es decir, el normal funcionamiento de un país.

El punto central es el crimen en sí mismo. Es el hecho que recuerda que la inseguridad no es un producto de la imaginación ni una mera sensación. Como cuando se habla del origen mental de la inflación: los hechos están a la vista y son inapelables.

Como estuvo a la vista la imprudencia temeraria y carente de profesionalismo de Sergio Berni, quien quiso aplicar su estilo cinematográfico frente a un grupo de personas indignadas por promesas incumplidas.

Y luego matoneó porque la policía de la Ciudad hizo lo que correspondía: terminar con un episodio violento, desencadenado por la irresponsabilidad de Berni, y que alteraba seriamente el orden.

El ministro no tenía nada que hacer en ese lugar, porque su función es la de desarrollar políticas en todo el territorio bonaerense para que prevengan la violencia y desguacen el aparato delictivo. Un aparato que incluye la aquiescencia del poder político con los policías que habilitan zonas liberadas y con los guardiacárceles que le aseguran a los jefes de las gavillas que podrán seguir dirigiendo operaciones delictivas desde la celda.

Pero que también se investiguen los nichos de blanqueo de dinero proveniente del crimen y los mercados de usados que abundan en todo el conurbano.

La reacción posterior fue la peor. Berni denunció una conspiración y se aferró a una narración del episodio criminal que fue desmentida por los testigos. Luego se sumó el principal responsable de la Seguridad, que es el gobernador Axel Kicillof, quien reforzó la teoría conspirativa y responsabilizó a las empresas de ómnibus; además, acusó a Patricia Bullrich porque había advertido sobre la inseguridad en los colectivos, lo cual, según él, la convertiría en cerebro de la emboscada.

Toda esa novela termina convirtiéndose en una falta de respeto a las víctimas de los más de 800 homicidios dolosos anuales que se producen en el territorio bonaerense.

Para las urgencias oficiales, lo importante es saber quién le hizo la "emboscada" a Berni. La obsesión por inventar conspiraciones se había manifestado crudamente hace siete meses: culpar a la oposición por el atentado frustrado contra Cristina Kirchner, sin indagar cómo el atacante puedo llegar a centímetros de su objetivo y por qué la custodia tardó seis minutos en sacarla del sitio.

Este episodio ocurrido en La Matanza exhibe abiertamente el divorcio entre la dirigencia y la sociedad; ruptura que es consecuencia de una cultura política que quiere manejar el país desde la comodidad de Puerto Madero, Recoleta, Olivos o Nordelta.

Por eso no pueden entender que los criminales actuaron como lo hacen habitualmente, robaron y mataron al colectivero; los compañeros realizaron una protesta y le advirtieron a Berni que no viniera "a seguir mintiendo", y luego vino la violencia, que el ministro intentaba prolongar negándose a retirarse… Y después, argumentos y contradicciones agotadores.

Es claro que la sociedad está cansada de la ineficiencia de funcionarios de cualquier partido que prefieren mirar la realidad desde un helicóptero que les permite estar lo suficientemente lejos del peligro, pero impide ver con nitidez lo que realmente ocurre abajo.

Probablemente, nunca Daniel Benítez hubiera imaginado que su trágica muerte develaría uno de los pilares más sólidos de la inseguridad: el fracaso de una generación política con respecto de las necesidades de la sociedad.

 

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