La Revolución de mayo de 1810 en cuanto proceso político que concluyó en la formación del primer gobierno patrio, constituyó un debate de ideas y teorías políticas, respecto al poder que detentaba el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, en el contexto de acefalía en que se encontraba España, al estar apresado en Francia el rey Fernando VII. Debates que tomaron fuerza y presencia efectiva durante las argumentaciones políticas esgrimidas en el Cabildo abierto del 22 de mayo de 1810.
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La Revolución de mayo de 1810 en cuanto proceso político que concluyó en la formación del primer gobierno patrio, constituyó un debate de ideas y teorías políticas, respecto al poder que detentaba el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, en el contexto de acefalía en que se encontraba España, al estar apresado en Francia el rey Fernando VII. Debates que tomaron fuerza y presencia efectiva durante las argumentaciones políticas esgrimidas en el Cabildo abierto del 22 de mayo de 1810.
Las noticias procedentes de Europa, que llegaron a Montevideo a través de la fragata británica John Parish el 13 de mayo de 1810 precipitaron los acontecimientos que culminarían el 25 de mayo. Las novedades se referían a la ocupación de las tropas napoleónicas del territorio español, la caída de Sevilla y la disolución de la Junta Central de Sevilla, y las disputas entre el Consejo de Regencia y la Junta de Gobierno por quién representaba al rey Fernando VII.
El virrey Cisneros a través de la proclama del 21 de mayo, se dirigió a los habitantes del Virreinato del Río de la Plata reconociendo la caducidad de su mandato por la desaparición de la autoridad que lo había designado.
Los criollos encargaron al coronel Cornelio Saavedra, y a los abogados Juan José Castelli y Manuel Belgrano que se entrevisten con las autoridades del Cabildo, el alcalde de primer voto Juan José de Lezica y el síndico del Cabildo abogado Julián de Leiva, para gestionar la convocatoria de un Cabildo abierto para tratar las novedades de España y sus efectos en el Río de la Plata. El 20 de mayo el virrey Cisneros convocó a Saavedra en su carácter de comandante de milicias para detener la insurrección que tomaba forma en la ciudad de Buenos Aires. A lo que Saavedra manifiesto "no queremos seguir la suerte de España ni ser dominados por los franceses: hemos resuelto reasumir nuestro derecho y conservarnos para nosotros mismos. El que a V.E. dio autoridad para mandarnos ya no existe. De consiguiente, tampoco V.E. la tiene ya, así es que no cuente con las fuerzas de mi mando para sostenerle en ella"
El 21 de mayo Domingo French, Antonio Beruti y un grupo de vecinos se congregaron frente al Cabildo, insistiendo en la convocatoria a un Cabildo abierto que fuera peticionada por Saavedra, Castelli y Belgrano. Ante lo cual las autoridades del Cabildo deciden cursar las invitaciones "a la parte principal y más sana del pueblo." Se enviaron 450 invitaciones, habiendo asistido 251 vecinos. El objetivo era que se "exprese la voluntad del pueblo y se acuerde las medidas más oportunas para evitar toda desgracia y asegurar nuestra suerte venidera."
Las ideas que se debatieron en el Cabildo abierto del 22 de mayo se pueden agrupar en tres posiciones, dos extremas y una intermedia o conciliadora.
* El grupo extremo conservador, postulaba la continuidad del virrey Cisneros.
* Un segundo grupo también de ideas extremas revolucionarias, demandaba y exigía la destitución del Virrey, considerando al Cabildo como el único representante del pueblo, en cuanto poder soberano.
* Finalmente, la posición intermedia o conciliadora proponía la destitución del Virrey, que asumiese el Cabildo el gobierno y formase un nuevo gobierno. También se recomendaba que se consultase a las provincias del interior del Virreinato, en este caso a través de sus cabildos.
Las actas de Cabildo no mencionan a los oradores, ni el tenor de los argumentos que se manifestaron durante el Cabildo abierto, pero los testimonios de los protagonistas permiten reconstruir los acontecimientos de la sesión.
La asamblea dio comienzo a las 9 de la mañana, con una exortación del Cabildo que solicitaba "la adopción de posturas moderadas, que se tuviera en cuenta el espíritu de la ley y el respeto a los magistrados y especialmente la unión con las provincias interiores, cuyo consentimiento general se estimaba indispensable." Inició el debate el obispo Benito de Lué y Riega. Saavedra en su Memoria autógrafa recuerda que "el señor Obispo fue singularísimo en este voto. Dijo que no solamente no había por qué nacer novedad con el Virrey, sino que aun cuando no quedase parte alguna de la España que no estuviese subyugadas, los españoles que se encontrasen en las Américas debían tomar y reasumir el mando de ellas; y que este sólo podía venir a manos de los hijos del país cuando ya no hubiese quedado un solo español en él."
El teniente general de marina Pascual Ruiz Huidobro se manifestó por la deposición del Virrey y la asunción del poder por el Cabildo en representación del pueblo.
Después Castelli expresó su posición opuesta a lo manifestado por el Obispo Lué y Riega. Destacó la importancia de la disolución de la Junta Central de Sevilla y la incapacidad del Supremo Gobierno de Regencia para nombrar gobierno, no habiendo participado además los diputados de América en la elección y formación de gobierno que reemplace a la Junta Central. Y consideró probada "la reversión de los derecho de la soberanía al pueblo de Buenos Aires, y su libre ejercicio en la instalación de un nuevo gobierno, principalmente no existiendo ya, como se suponía no existir, la España en la dominación del señor don Fernando VII."
El fiscal Manuel Jenaro Villota por su parte, consideró que antes de tomar cualquier decisión se debía consultar a las provincias, que no estaban representadas en el Cabildo abierto. Resaltando la falta de representación de Buenos Aires para decidir por sobre la opinión de las provincias ausentes.
Juan José Paso rechazó la necesidad de consultar las provincias, por el estado de necesidad, manifestó que "así como los hermanos o los amigos podían tomar legítimamente el negocio ajeno para beneficiar al ausente o para salvarle sus derechos, así una capital o pueblo avanzado al peligro común de todos los demás de su círculo, tenía también la innegable facultad y el derecho propio de tomar por lo pronto la gestión del asunto sin perjuicio de someterse después a la aprobación de sus condóminos o consocios."
Finalizada la instancia de la exposición de ideas y posiciones respecto a la situación de acefalía, se dispuso votar respecto a si se debía reemplazar al Virrey y quién lo reemplazaría.
El 23 de mayo durante la mañana, los alcaldes y regidores del Cabildo procedieron a verificar los votos de la jornada del Cabildo abierto. El acta capitular declaró "Y hecha la regulación con el más prolijo examen, resulta de ella a pluralidad con exceso, que el excelentísimos señor Virrey debe cesar en el mando y recaer este provisionalmente en el excelentísimo Cabildo, con voto decisivo del caballero síndico procurador hasta la erección de una junta que ha de formal el mismo excelentísimo Cabildo en la manera que estime conveniente; la cual haya de encargarse del mando, mientras se congregan los diputados que se han de convocar de las provincias interiores para establecer la forma de gobierno que corresponda."
La falta de una mayoría absoluta por alguna de los sectores, hizo que el Cabildo tomara la última decisión, para lo cual convocó a los comandantes, quienes manifestaron que "significaron que lo que ansiaba el pueblo era el que hiciese pública la cesación en el mando del excelentísimo señor Virrey, y reasunción de él en el excelentísimo Cabildo; que mientras no se verificase este, de ningún modo se aquietaría."
El 24 de mayo el Cabildo designó una Junta de gobierno compuesta por Cisneros como presidente y comandante general de armas, el sacerdote Juan Nepomuceno Solá, el doctor Juan José Castelli, el comandante de Patricios Cornelio Saavedra y el comerciante José Santos Incháurregui. Esta designación si bien reconocía la destitución de Cisneros como Virrey, mantenía una posición intermedia integrándolo a la Junta de gobierno.
La reacción contra Cisneros no se hizo esperar, la desconfianza hacia el ex virrey y su condición de comandante general de armas hicieron que el rechazo se iniciara en la población y en especial en el cuerpo de Patricios, encabezados por Feliciano Antonio Chiclana. "En aquella misma noche se notó ya una grande fermentación en el cuartel de Patricios, cuyos oficiales de manifestaron disgustados de la elección."
Francisco Seguí describe el ánimo generado por la designación del ex virrey, "esta circunstancia causó en las tropas y muy particularmente en la del cuerpo de Patricios, que eran los que imponían entonces, una excitación y una efervescencia alarmantes. Era ella aun mayor y fomentada por los discursos patrióticos y entusiastas del capitán de una de sus compañías don Feliciano Antonio Chiclana, el doctor don Mariano Moreno, don Juan Larrea y de otros varios; a todo lo cual se agregaban las ardorosas palabras de los fogosos Beruti y French."
Finalmente, Cisneros firmó su renuncia, lo que permitió la formación de una nueva Junta de Gobierno el 25 de mayo, compuesta por Cornelio Saavedra como presidente, los vocales Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Domingo Matheu, Manuel Alberti y Juan Larrea, y los secretarios Juan José Paso y Mariano Moreno. Había triunfado el partido de la Revolución, pese a que se presentaba estratégicamente como una continuidad de la soberanía del rey Fernando VII tomando el nombre de Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata a nombre del Señor Don Fernando VII.