¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
5 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

El inestable equilibrio de poder entre las potencias nucleares

Un escenario mundial que evoca a la Guerra Fría. China se ha lanzado a una carrera armamentista que amenaza la hegemonía de Estados Unidos, pero también desafía a Rusia, sin olvidar a Pakistán, India, Japón, Corea del Sur, Israel e Irán.
Domingo, 30 de julio de 2023 09:07
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

A final del siglo XVII, Sir Isaac Newton explicó el movimiento de los planetas alrededor del Sol enunciando la ley de gravitación universal. Quiso explicar el movimiento de la Luna como resultado de la atracción gravitatoria del Sol y de la Tierra -problema que, más tarde, se conoció como «el problema de los tres cuerpos»-, pero no tuvo éxito. El problema de los tres cuerpos resulta uno de esos problemas matemáticos en apariencia sencillos pero en extremo difíciles de resolver.

Después de Newton siguieron dos siglos de investigaciones que incluyeron a otros dioses del Olimpo Matemático como Euler, Lagrange, Jacobi y Laplace, entre otros.

A fines del siglo XIX, el matemático Jules Henri Poincaré resolvió el problema y descubrió que la solución depende de las posiciones y velocidades iniciales de los cuerpos; o sea, el resultado final depende de las condiciones iniciales. Además, el resultado obtenido es en extremo sensible a las más mínimas variaciones de las condiciones iniciales. Esta sensibilidad, más tarde conocida como caos, tiene implicaciones importantes: indica que no existe una solución determinista al problema de los tres cuerpos. Y que cualquier variación en los datos iniciales, por muy pequeña que esta sea, hace que el resultado sea diferente y, más importante todavía, demostró que esta desviación se amplifica con el tiempo. Esto hoy se conoce como el «efecto mariposa». En una ejemplo propuesto por Edward Lorenz, si se parte de dos mundos o situaciones globales idénticas, pero en uno de ellos hay una mariposa aleteando y en el otro no, a largo plazo, el mundo con la mariposa y el mundo sin la mariposa acabarán siendo distintos. En uno de ellos podría producirse, por ejemplo. un gran tornado con el tiempo y, en el otro, no suceder nada.

Mariposas y arsenales nucleares

En junio de 2021, imágenes satelitales revelaron que China estaba construyendo 120 silos para misiles balísticos intercontinentales al borde del Desierto de Gobi. Pocas semanas después, se descubrió que estaban construyendo otros 110 silos más en la provincia de Xinjiang.

Por décadas, China mantuvo un arsenal nuclear modesto pero, acorde a fuentes de inteligencia americanas, ahora estaría cuadruplicando su arsenal nuclear en hasta algo cercano a las 1.000 armas nucleares para 2030; arsenal que colocaría a China en paridad con Estados Unidos y Rusia.

Esto marca un cambio dramático en la política nuclear china; no sólo porque se aparta de la doctrina que mantuvo por décadas de potencia nuclear "menor", sino porque, además, rompe el equilibrio bipolar que mantuvo la paz global durante todo el transcurso de la Guerra Fría. Increíble como suena, el escenario bipolar de "Destrucción Mutuamente Asegurada", aunque peligroso, demostró ser estable a pesar de las importantes crisis por las que pasó.

China instala ahora -de hecho- un sistema tripolar de poder que, al igual que el problema de los tres cuerpos; puede ser inestable y no tener una solución determinista. En este mundo nuclear tripolar, el riesgo a una carrera nuclear es exponencial y el peligro de recurrir a armas nucleares ante una crisis, mucho más alto. El tornado desatado por una mariposa es mucho más probable en este orden tripolar que en el orden bipolar anterior.

(SUB) El fin de la disuasión

Si bien es cierto que el orden bipolar anterior y la política de disuasión por medio de la "destrucción mutuamente asegurada" nunca eliminaron el riesgo de una guerra nuclear, la paridad de arsenales sostenida durante todo el período de la Guerra Fría parece haber sido exitosa. Para ambas potencias, el tener arsenales nucleares similares en cantidad, alcance y potencia, mantuvo a ambos al borde de la crisis pero sin empujar nunca sus límites más allá de las amenazas.

El sistema sirvió además de paraguas para todas las potencias europeas occidentales aliadas quienes se aseguraron así protección ante los misiles desplegados detrás de sus fronteras sin la necesidad de desarrollar arsenales nucleares propios. El sistema se autosostenía en tanto y en cuanto siempre existiera la seguridad de que, ante un ataque nuclear sorpresivo, la otra potencia tendría los medios para lanzar un ataque retaliativo devastador antes de ser destruido.

Robert McNamara estimó que necesitaban alrededor de 400 armas nucleares para asegurar que, en el caso de un ataque sorpresivo ruso, el ataque americano eliminara a más de un cuarto de la población rusa y la mitad de su capacidad militar e industrial. Por supuesto, Rusia usó el mismo argumento y pronto nació el escenario de la destrucción mutuamente mutuamente asegurada y la carrera armamentística nuclear. Robert Oppenheimer dijo que esta política era como tener a dos escorpiones atrapados en una botella.

Este equilibrio se rompió -aun antes del ingreso de China a esta carrera- con el desarrollo de misiles hipersónicos y, más recientes, los misiles con cabezas nucleares múltiples con blancos programables independientes (MIRVs, por sus siglas en inglés). Como cada misil es ahora capaz de apuntar a múltiples blancos a velocidades hipersónicas, existe la posibilidad de dañar el arsenal nuclear enemigo antes que este sea lanzado. En vez de dos escorpiones en una botella, el escenario se parece ahora más al de dos pistoleros en una calle polvorienta del Lejano Oeste. En términos militares, la situación ya no es de destrucción mutuamente asegurada sino que tiene un "costo de intercambio"; dado que existe la posibilidad de destruir gran cantidad de silos y arsenales nucleares, bases militares, infraestructura industrial o ciudades enteras usando pocas armas propias, alterando el equilibrio y la paridad que se había alcanzado hasta antes de estas "innovaciones". Aparece el miedo a ser "un segundón" y es lo que mantiene a Estados Unidos y a Rusia en estado de alerta permanente desde hace años.

Tres escorpiones, no dos

El ingreso de China como potencia nuclear relevante altera de manera dramática el equilibrio. Además de un arsenal nuclear renovado, ha armado con éxito misiles balísticos intercontinentales con hasta doce cabezas nucleares. La cantidad de silos junto con la capacidad de estos nuevos misiles tipo "cabezas de Hydra", permitiría a China alcanzar la impresionante cantidad de más de 3.000 armas nucleares. Al mismo tiempo está renovando su flota submarina y sus cazabombarderos de largo alcance; acompañando la voluntad declamada por el presidente Xi Jinping de construir un ejército de "clase mundial" para el año 2049. China pronto tendrá una capacidad tierra, aire y mar que sólo poseen Estados Unidos y Rusia. Pronto habrá tres escorpiones en la botella; no dos.

Tratar de resolver una situación de persuasión nuclear entre tres potencias de iguales es como tratar de resolver el problema astrofísico de los tres cuerpos. Y, como tal, es imposible prever su devenir y su estabilidad. En general, estos sistemas tienden a situaciones en las que predomina el caos.

El lenguaje importa

En chino, el ideograma que se usa para el vocablo "persuasión" sirve a dos propósitos. El primero, similar al occidental, desalentar un determinado curso de acción del enemigo; la disuasión establecida por McNamara. El segundo, el forzar al oponente a hacer algo que de otro modo no haría; la coerción. Esto lleva a pensar cuál podría ser la motivación última china para incrementar tanto sus arsenales nucleares y sus fuerzas militares en el modo en el que lo está haciendo. Sus acciones podrían sugerir que China tiene ambiciones más grandes que sólo entrar en la contienda nuclear como un participante más y que, tal vez, podría buscar forzar a Estados Unidos a hacer algo que de otra manera no haría. Esto trae aparejados otros problemas. Primero, dos de los arsenales nucleares más grandes del mundo estarán en manos de dos dictaduras y, a ninguna dictadura le gusta ser calificada de "segundón". En esto Estados Unidos lleva las de perder; tanto Rusia como China tendrían menos restricciones a la hora de lanzar un ataque por sorpresa y, el problema para esta clase de mentalidades es "que se debe atacar primero o sufrir ser atacado"; eliminando de raíz cualquier dilema.

Por otro lado, ¿cuál será la respuesta a este avance nuclear de China por parte de otras potencias nucleares como India y Pakistán; o Japón; Corea del Sur; Israel, o Irán? En astrofísica esto se llama el "problema de los n-cuerpos"; cuya solución es aún más indeterminada, compleja y caótica que tratar de conseguir la solución al problema de los tres cuerpos.

Paradójico y contraintuitivo como suena resulta que, para evitar una situación de n-cuerpos, quizás la solución sea que Estados Unidos y China aumenten sus arsenales y alcancen un nivel tal de poderío nuclear que nadie pueda aspirar a tener; ni siquiera Rusia, aprovechando su debilidad actual producto de su infructuosa invasión a Ucrania.

Si se lograra esto y este terminara siendo el caso, China y Estados Unidos deberán encontrar entonces la forma de restablecer un nuevo equilibrio bipolar de disuasión sin coerción. Como se ve, hay tantos condicionantes en el camino a esta nueva bipolaridad que lo único seguro, por ahora, son la incertidumbre y el riesgo de vivir, una vez más, bajo el miedo de una nueva carrera armamentística nuclear.

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD