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Qué maravilla la aurora de la vida. Observo a los niños y se llena de miel el alma, percibo su mundo, aunque chiquito no deja de ser bonito. En sus cortas paredes, guarda secretamente alegrías, colores, sonrisas y la picardía en la piel asoma como fuego en su rostro nuevo. A pesar de lo pequeño, tiene dibujado su destino, su carácter y gusto definido. Su herencia le brindó pinceladas memoriosas. Un niño es un museo de lo nuevo, nuevas huellas dactilares, nuevo iris para sus ojos, nueva dentadura para su boca, nueva mente para su cerebro, almacenará la memoria, el sentir, la voluntad, el amor. Su habilidad, el gesto creativo. Es un laboratorio, siempre estudia, siempre crea, aprenderá idiomas, cantará con las estrellas, sentirá el peso de la vida, el asombroso momento de compartir alimentos y afectos con los suyos. Veo a los niños, con ellos al mundo girando en todo sentido, loca ruleta, contagiando su suerte en capítulos flamantes. Veo a los niños, valoro su espontánea ternura, fabrican mimos con gracia infinita. Veo a los niños, me maravillo de su relación con el mundo, franca espontaneidad de tiempo sin igual. Veo a los niños, noble semilla para ser árbol del después. Veo a los niños, los sueños en su interior, orden implacable, mandato superior, lo llevará a ser soldado, carpintero o abogado, albañil o cerrajero, ingeniero o peluquero, bancario o profesor, poeta o talabartero, músico o patrón. El enigma del camino se acentuará con los años, bifurcación de sueños. Cuando veo a los niños, veo un futuro incierto, un libro en blanco para ser escrito, con delicadeza, con tino. Cuando veo a los niños amasados con ternura le crece una fragancia, virtudes y valores que andarán con él por todas las distancias. Así me expresaba en el poema "Museo de lo nuevo", incluido en mi libro "Es Primavera"-
Los niños son parte de la población, los protagonistas del futuro. Los adultos tenemos la seria responsabilidad de educarlos, para que sean excelentes miembros de la sociedad.
En 1924, la Declaración de Ginebra sobre los Derechos de los Niños, primer texto histórico que los reconoció. En 1946 se creó el Fondo de la Infancia de las Naciones Unidas (Unicef); en 1959, la Declaración de los Derechos del Niño, aprobada por asamblea general. Los niños son vistos como titulares de derechos. En 1989, 140 Estados suscriben la Convención sobre los Derechos del Niño, base de políticas sociales para la infancia. Hay que ofrecerles herramientas para que adquieran habilidades, hábitos, capacidades, que les permitan convertirse en personas plenas.
La alegría se manifiesta en los gestos de la cara, en los ojos, en el estado de ánimo, es el camino correcto a la felicidad. En su intimidad, se mezclan alegrías, tristezas y miedos. Importante enseñarles a vivir felices, a disfrutar de las pequeñas cosas de cada día y a ser agradecidos por los momentos positivos.
La amistad, los juegos, son claves en el estado emocional. Hay que cultivar la amistad y los valores como el respeto, la gratitud, la tolerancia. Los adultos deben utilizar pinceles para pintar su alegría y predicar con el ejemplo las buenas actitudes de la vida. El compromiso es proteger tanta inocencia infantil. La formación del niño pasa por la escuela, por la casa. El afecto y el amor juegan un rol distintivo. El mundo y los niños necesitan orden, respeto, disciplina, bondad, educación, obediencia. No solo hay derechos, también hay deberes.