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Un día muy importante para un país en crisis

Domingo, 13 de agosto de 2023 00:00
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Los argentinos solemos mostrarnos apegados a la historia; en la mayoría de los casos es el recuerdo entrañable del relato de las maestras de la escuela primaria. Esa mezcla de memoria y sentimiento, a veces, nos hace olvidar el verdadero contenido de esa historia, que es la humanidad profunda de nuestros próceres y nuestros héroes.

Todos fueron personas con perspectiva de futuro, protagonistas de su tiempo pero constructores de los tiempos que siguieron. La historia no es mera nostalgia;, todos ellos tuvieron grandezas y mezquindades, sufrimientos, errores y claudicaciones, pero juntos construyeron un país que, hace doscientos años, era un inmenso territorio con grandes espacios alejados de la organización que se iba gestando desde la llegada de España a nuestro continente y que iban a madurar como país, como nación o como república, en un mundo que evolucionaba con el desarrollo científico y la proliferación de la economía.

Todo esto se hace presente en este 13 de agosto de 2023 en que los argentinos estamos convocados a elegir, en primarias abiertas, simultáneas y obligatorias, a los candidatos para suceder a Alberto Fernández y a Cristina Kirchner. Y la convocatoria nos encuentra con el peor de los humores.

Dos décadas de frustraciones, una detrás de otra, en las que la mayoría de los ciudadanos fueron espectadores de sobreactuaciones, simulacros, promesas de revoluciones, la pavoneada "ampliación de derechos"; una narrativa maliciosa, pero poco creíble, acerca de la "inclusión" de todos.

Todo ese "stand up" contrasta con la realidad de los datos: la sociedad está cada vez más empobrecida, aunque la grieta creciente en el nivel de ingresos demuestra que una minoría, incluida la mayoría de los que están arriba del escenario, ostenta un nivel de vida cada vez más desahogado.

La pobreza es el problema más profundo, porque además de crecer día a día se va consolidando con el tiempo y volviéndose estructural. ¿Cómo puede sostenerse una sociedad con 4 millones de indigentes, más del 8% de la población total? ¿Qué es un indigente? Un excluido del trabajo, de la escuela, de la economía y de la salud.

Ese crecimiento de la pobreza es la consecuencia de una economía manipulada por el Estado, entre el incremento de la carga impositiva, el dispendio de los fondos públicos y economías de supervivencia basadas en el endeudamiento sistemático que termina convirtiendo el pago de intereses de la deuda global en el mayor de los gastos públicos. Con trabas a las importaciones y saqueos a las exportaciones, la Argentina que vivimos es un país que rueda barranca abajo.

A los indicadores inflacionarios del Indec, que baten récords casi todos los meses se suman los datos sobre el rendimiento escolar, que son muy malos en general y que anticipan una sociedad futura marcada por la desigualdad social.

Mirando hacia la historia, estamos retrocediendo. Pero como el tiempo nunca va para atrás, lo que nos pasa es que estamos cayendo como país en una realidad inimaginable, pero seguramente deprimente.

Estos son sentimientos que prevalecen hoy, una fecha en la que los ciudadanos tenemos la oportunidad de hacer valer cada uno su opinión concurriendo a las urnas. El voto es la única arma legítima para la reconstrucción que el país necesita iniciar ahora.

Nuevamente, el tiempo nunca retrocede. La fracasada dictadura de Jorge Videla se autodenominaba Proceso de Reorganización Nacional, como si los logros alcanzados un siglo atrás pudieran repetirse. El comienzo no pudo ser peor: un golpe anticonstitucional que llevó la violencia política instalada en el país a su peor extremo. Como era previsible, la reorganización quedó como un sello. Se recuerda a ese período como "la dictadura", que además del terrorismo de Estado y la derrota en las Iislas Malvinas, dejó como legado la cuadruplicación de la pobreza, una deuda externa impagable y una inflación casi tan traumática como la de estos días.

Hoy hace falta un golpe de timón en el país. Esto no significa, necesariamente, lo que podría sonar a los oídos políticos. No basta con cambiar de camiseta para que el país juegue mejor. Hace falta cambiar la mentalidad.

El ciudadano llega a la votación con la sensación de que todas las promesas son mentiras. Por eso ve a la política como un "stand up" o como una comedia donde los actores de pelean, ironizan, se presentan como superhéroes, sin explicar nunca las razones de su fracaso.

En situación límite, hace falta una revolución mirando hacia adelante. Para los argentinos va a ser revolucionario que alguien logre terminar con los piquetes que alteran la vida de todos, pero sin garrotazos ni policía, sino impidiendo la manipulación política que hacen de ellos las organizaciones que los manejan, financiadas por el Estado. El femicidio de Cecilia Strzyzowski, en Chaco, puso al desnudo la complicidad de la política con piqueteros millonarios como el Clan Sena.

Va a ser revolucionario que un nuevo gobierno deje de lado la designación como ministros a funcionarios incompetentes, que no solo no comprenden sus propias limitaciones, sino que ni siquiera entienden el rol que les toca como funcionarios al servicio de una sociedad y no de un jefe.

Va a ser revolucionario que los nuevos gobernantes y la nueva oposición sean capaces de dejar de buscar culpables (y entiendan que, para la sociedad, culpables son todos) y construyan acuerdos de fondo, a largo plazo, para recuperar la educación pública, el empleo digno y la economía previsible.

La transformación que necesita el país se basa en la construcción del sentido común. Mientras los funcionarios sigan fantaseando que la inflación y la inseguridad son imaginarias, no podremos comenzar a marchar por la senda ascendente del crecimiento y la calidad de vida.

La inflación nace de una economía desquiciada por el desorden, por los gobiernos que intentan cubrir con billetes los desequilibrios de un sistema productivo que sobrevive, un aparato financiero que termina devorando a la economía real y con un sistema de subsidios que son meros parches y terminan estallando.

Nuestra sociedad concurre a votar azorada por el crecimiento del crimen organizado. Nadie lo va a resolver con escenografías cinematográficas sino deshilando toda la trama criminal que se extiende del narcotraficante o el sicario hasta el empresario de cuello duro que blanquea los negocios del hampa. Nadie puede esperar milagros, pero la peor respuesta es cruzarse de brazos.

El país tiene posibilidades. Cuesta vislumbrarlas, pero la historia enseña que, con grandeza, se sale adelante Los resultados de esta noche, probablemente, les hagan ver a los protagonistas de la tragicomedia política que todos deben cambiar de libreto y, sobre todo, de rumbo

 

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